En contravía de una creencia muy generalizada, la globalización no es un fenómeno exclusivo de nuestro presente. No es una dinámica cuyos orígenes se remonten a finales del siglo XX. Tampoco es un tipo de proceso que haya acompañado toda la historia de la humanidad. En realidad, adquirió su fisionomía más o menos clara en la segunda mitad del siglo XIX. Aquellas manifestaciones más o menos análogas que tuvieron lugar en épocas anteriores se inscribían en registros distintos y por esta razón se les debe definir como dinámicas preglobalizadoras (interconexiones con anterioridad al siglo XV) y protoglobalizadas (compenetraciones entre los siglos XVI y XVIII). Esto nos lleva a sostener que como contexto histórico, la globalización ha sido una fuerza actuante únicamente a lo largo de los últimos dos siglos. Entender los rasgos constitutivos de la globalización durante el siglo XIX resulta ser un asunto muy importante para la comprensión de nuestro presente: primero, porque sirve de demostración de que la globalización no es un fenómeno congénito exclusivo, de nuestra contemporaneidad; en otros momentos, también se asistió a un incremento de este tipo de situaciones. Segundo, no obstante su densidad histórica, la globalización adquiere su fisonomía en consonancia con las dinámicas predominantes en una determinada coyuntura temporal. Por ello, resulta muy difícil definir su esencia, porque su naturaleza se modela históricamente y las particularidades que encierre en una determinada época no pueden ser extensibles y válidas en otras. Su sustancia es cambiante, plástica e históricamente determinada. Tercero, entender los caracteres fundamentales de la globalización en otros períodos ayuda a comprender los diferentes tipos de mundialidad por los que ha atravesado la humanidad. Mientras la configuración contemporánea es débil y plural, la del siglo XIX fue eurocéntrica y fuerte, en tanto que disponía de un núcleo territorial que organizaba y le daba un sentido a todo el conjunto. A diferencia de la manera como este fenómeno se expresa en nuestro presente histórica, durante el siglo XIX la globalización fue una dinámica que conjugó prioritariamente tres tipos de procesos: el avance en la dirección de una economía mundial, una sensible movilidad de personas y el incremento de las actuaciones internacionales por parte de los Estados-naciones. Su centro nodal se conformó a partir de la constitución de las naciones, situación que permite entender las razones que subyacen a la territorialización y a la internacionalidad que fueron dinámicas inherentes a este primer momento globalizador.