En el número anterior de Sextante, tras hacer un balance de la actividad investigativa de la Facultad, la Vicedecanatura de Investigaciones y Posgrados encontraba entendible “que los estudios de caso y las investigaciones empíricas dominen la producción académica” y resaltaba “la ausencia de publicaciones de carácter teórico”. Pues bien, esa ausencia empieza a llenarse con la aparición, en octubre de 2012, del libro En busca del lugar de la teoría, el cual recoge las discusiones del Grupo interdisciplinario de teoría de la Universidad de los Andes. La publicación del libro fue motivada por los deseos del Grupo de realizar una crítica al papel secundario que el enfoque empirista de las ciencias sociales le asigna a la teoría, y de tender puentes entre las dos perspectivas.
A continuación presento algunas de las ideas sobre la naturaleza de la teoría que escribí en el ensayo para dicho libro. En él sostengo que en la actividad docente e investigativa de las ciencias sociales existen dos tradiciones contrapuestas: la empirista y la histórico-hermenéutica. Estas se encuentran divorciadas, como si fueran perspectivas incompatibles y, en la práctica, prevalece un sesgo a favor de la tradición empirista, pues se considera que esta “sí refleja la realidad” en tanto se ocupa de lo fáctico, mientras que la teoría es relegada a un lugar secundario, como si su actividad no se refiriera a la realidad misma. Sin embargo, todo análisis empírico es teóricamente dependiente y la teoría se refiere a aspectos, fenómenos o dimensiones de la realidad social, incluso si esas realidades son ideas, valores o significados. La reflexión teórica es otra forma de acercarse al mundo empírico desde una perspectiva no cuantificable o medible.
Todo análisis empírico es teóricamente dependiente y la teoría se refiere a aspectos, fenómenos o dimensiones de la realidad social, incluso si esas realidades son ideas, valores o significados.
La teoría se ocupa de la elaboración y clarificación de conceptos, de la construcción de marcos de sentido para los análisis empíricos, y de la búsqueda de orientaciones para la acción política y la transformación social. Así que para la explicación de los fenómenos sociales y la praxis política, las teorías tienen una función constitutiva de sentido.
El sentido que damos a la realidad y a nuestras acciones está en función del uso de la imaginación social y de su expresión simbólica; pero tanto en las ciencias naturales como en las sociales empíricas se tiende a despreciar el uso de la imaginación. Se le asocia con la creación de imágenes irreales que pueden conducir a una falsa percepción de la realidad y a la evasión respecto de ella. Sin embargo, la imaginación es un puente que une el pensamiento y la reflexión con la acción. La teoría es una forma de imaginación social que opera mediante la construcción de metáforas y ficciones que permiten el tránsito de la teoría a la praxis y viceversa. Es a través de la capacidad heurística de las metáforas y ficciones que aprehendemos y dominamos la diversidad y complejidad de la acción humana y de la realidad. Así, la teoría es un método para asignar una imagen y un significado a un concepto.
Esta función de la imaginación es el primer paso y la condición necesaria para la creación de marcos teóricos que den cuenta de la realidad. Por eso en los análisis usamos metáforas como pirámide social, las fuerzas sociales, su flujo y reflujo, la balanza de la justicia, el contrato social, el velo de la ignorancia, el punto de inflexión de un proceso social, la elasticidad o inelasticidad de la demanda, la enfermedad holandesa, etc. El uso de metáforas y símbolos, como los anteriores, es corriente en las ciencias sociales, precisamente por su capacidad expresiva, su carácter semántico y su fuerza referencial. Aunque el análisis teórico no es directamente explicativo, todas las teorías envuelven conceptos y metáforas que son parcialmente determinadas por los presupuestos filosóficos, los cuales son esenciales a su potencial explicativo. Por lo tanto, la explicación de un fenómeno depende, mucho más de lo que los analistas empíricos están dispuestos a aceptar, de las relaciones conceptuales y de los presupuestos internos de la teoría misma.
Los analistas suelen separar las cuestiones teóricas de las empíricas, a fin de poder explicar un fenómeno. Sin embargo, la explicación requiere que interrelacionemos las dos dimensiones para poder establecer el significado del fenómeno. Esto es algo que los analistas no reconocen como problema, pues sostienen que el significado de los términos teóricos es reducible a los referentes empíricos. Pero los esquemas interpretativos tienen una autonomía relativa y una fuerza causal que no es reducible simplemente a los datos, debido a que la percepción de la realidad de los actores y de los analistas está influenciada por la coherencia interna de su universo conceptual y simbólico.
*Luis Javier Orjuela es profesor asociado del Departamento de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, Colombia.