Durante el siglo XVIII los viajes de exploración se convirtieron en el centro de intereses públicos, políticos y comerciales de las élites europeas. Ambiciosos proyectos de la exploración en países lejanos fueron un esfuerzo común de los imperios europeos. La historia natural se convirtió en una forma de apropiación y tuvo un papel central en las políticas de Estado; el trabajo del naturalista clasificando y nombrando objetos naturales facilitó el control no sólo de la naturaleza sino de otras culturas. Los logros de las expediciones fueron muestra de soberanía y los jardines botánicos y los museos de historia natural se convirtieron en galerías públicas donde los imperios europeos podían exhibir sus posesiones. A pesar de la guerra y la declaración de independencia, en la América española la ciencia y sus practicantes permanecieron fuertemente apegados a una clase y a una cultura que se identificaba y requería del reconocimiento de los europeos. De manera que el nacimiento de una tradición científica en América contribuyó a mantener un orden que si bien desconoce la autoridad del Rey de España, se diferencia poco de la estructura social de la colonia. Remedios para el Imperio nos permite entender las indisolubles relaciones entre el contexto político y cultural de la Ilustración europea y las prácticas concretas involucradas en la exploración botánica. La manufactura de ilustraciones botánicas, la clasificación de las plantas siguiendo el sistema lenneano, la traducción de saberes locales al lenguaje de la ciencia europea y el papel de la ciencia en la construcción de las nuevas naciones americanas, son algunos de los temas que se discuten a lo largo de este libro. El autor nos muestra cómo los recientes aportes de la sociología del conocimiento hacen posible una sana revisión del papel de las prácticas científicas en la historia moderna.