El pensamiento y la obra de Marguerite Yourcenar se nutren de dos grandes fuentes, Grecia y Oriente, cuya interpenetración, que se extiende del logos a la pasión por la mística y por lo oculto, constituye los fundamentos sobre los que se erige esta obra de sabiduría. A través de las escuelas filosóficas griegas y bajo el prisma de las corrientes místicas orientales -que hasta ahora se habían abordado separadamente-, la escritura yourcenariana confiere a la realidad el estatus de lo sagrado. Esta realidad se integra a una nada paradójicamente fundadora, universo del vacío o de la plenitud en el que la noción nuclear de los personajes se desvanece a través de un hálito diastólico que los incorpora al cosmos, aniquilando de tal manera las categorías del pensamiento y del lenguaje, los espejismos del tiempo y de la memoria. Desde esta perspectiva, en Marguerite Yourcenar entre Grecia y Oriente se analiza, entre otros aspectos, la problemática de la construcción del yo, se abordan la visión del tiempo y de la muerte, los cultos y los ritos, el papel que desempeñan las religiones occidentales y las corrientes místicas orientales en la construcción literaria de Yourcenar. De vocación universalista, la obra de la primera mujer admitida en la Academia Francesa de Letras conserva así un sello de ardiente actualidad en un mundo como el nuestro, convulsionado y amenazado por la destrucción bajo todas sus formas.