Los manuales de historia explican cómo se formaron el país y la sociedad donde vivimos y qué logros alcanzados en el pasado debemos cuidar y proteger. Tales logros juegan un papel decisivo en la formación y la transmisión de una conciencia histórica, y en la consolidación del concepto actual de identidad. Con el fin de conocer estos imaginarios y discursos, el presente artículo muestra un avance del análisis sobre los contenidos de la clase de historia en los colegios.
En 1911, Jesús María Henao y Gerardo Arrubla afirmaron en el prefacio de su premiada Historia de Colombia: “Para cultivar el amor entrañable, puro y vivo de la patria, es necesario imprimir a la enseñanza de su historia un carácter de veracidad, seriedad, rectitud y sinceridad tales, que se objetive a fin de que se palpe, se aprenda a estimar en su justo valor y se ame de corazón”. Allí resumieron la función de la enseñanza de la historia en la escuela y aclararon la finalidad de su obra. Hoy en día, se habla, de manera más prudente, de competencias cívicas y conciencia histórica, pero en el fondo, la función y la finalidad de la historia escolar siguen siendo las de Henao y Arrubla: transmitir aquellos conocimientos históricos que una sociedad considera relevantes para su concepto identitario actual. Los discursos del pasado deben contribuir a formar una auto-imagen positiva y estable, deben organizar los eventos y procesos históricos a partir del hilo conductor del relato aceptado por la sociedad, con el fin de fortalecer la percepción de una continuidad histórica y de un futuro común.
La forma más eficaz para transmitir los discursos e imágenes del pasado y obligar a los futuros ciudadanos a conocer estas interpretaciones dominantes es la clase de historia en el colegio. Los libros de texto y manuales de historia juegan un papel fundamental en este proceso, y no deben subestimarse puesto que son medios masivos de gran alcance. Por su simplificación didáctica, los manuales remiten de manera precisa a aquellas preguntas, perspectivas y conocimientos científicos que se cree deben inscribir dentro de la memoria cultural de la sociedad. Así, los manuales reflejan los discursos dominantes del pasado y las constelaciones del poder presente dentro de una sociedad; cuentan con la gran autoridad del saber especializado del autor, el cual, raras veces, es puesto en duda por el público lector.
La clase de historia juega un papel importante en el proceso de formación de una conciencia histórica. En las sociedades democráticas, las imágenes históricas y los discursos del pasado son el resultado de negociaciones histórico-políticas que se han dado entre diferentes actores políticos y sociales. En este campo de batalla, los manuales ocupan un lugar estratégico puesto que con su autoridad institucional, fijan lo que es “verdad” y logran obligar a los futuros ciudadanos a adoptar aquella interpretación del pasado. En muchos países, por ende, los lineamientos curriculares para la enseñanza de la historia en los colegios, al igual que los manuales escolares, están bajo una supervisión estatal.
La clase de historia juega un papel decisivo en cuanto a la formación de una conciencia histórica, y tiene tanta influencia en lo que se va a considerar como “la verdad”, que es útil revisar qué está pasando en los salones de clase del país.
En lo que respecta a Colombia, se puede constatar que los lineamientos curriculares que rigen para las Ciencias Sociales definen claramente las competencias cívicas que los estudiantes deben tener al graduarse del colegio. Sin embargo, en cuando a los contenidos concretos de la clase de historia, se nota una cierta reticencia a la precisión. En contraposición, a esto, el Ministerio de Educación Nacional considera que: «Es poco probable que alguien pueda hacer una propuesta de orientación curricular que goce de aceptación generalizada, incluso duda que fuese algo deseable dada la necesidad de adecuar la enseñanza, en la medida de lo posible, a las diferentes circunstancias problemáticas que rodean cada situación de aprendizaje y a la sociedad en la que viven las y los estudiantes»1.
Colombia, en efecto, tiene que enfrentarse a un desafío particular. No solo se está exigiendo, desde los años noventa del siglo pasado, propiciar una apropiación democrática e inclusiva de la propia historia, con miras a revisar la visión tradicional heroica que se ha trasmitido del pasado. También, en este momento, se está negociando intensamente el pasado reciente en el marco del proceso de paz y su política de la memoria. No sorprende, entonces, que aún no haya una posición clara frente al propio pasado.
Sin embargo, la clase de historia se enmarca dentro del programa de Ciencias Sociales. En la práctica diaria, los profesores tienen que llenar la clase con algún contenido y, cuando los lineamientos curriculares carecen de precisión, el texto guía se vuelve el currículo secreto del profesor. La clase de historia juega entonces un papel tan importante como decisivo en cuanto a la formación de una conciencia histórica, y tiene tanta influencia en lo que se va a considerar como “la verdad”, que es útil revisar qué está pasando en los salones de clase del país.
¿Qué narrativas se están transmitiendo en cuanto a los imaginarios de nación, conflicto y Estado? ¿Qué concepto identitario se está apoyando y qué sentido se les está asignando a las discontinuidades históricas?
Con este proyecto, se busca identificar las condiciones exteriores de la enseñanza de la historia en los colegios colombianos, con el fin de determinar a qué ofertas didácticas recurren los profesores y qué contenidos concretos prescriben los programas de los colegios para esta materia. También se analizarán los manuales usados en las aulas de clase. Las preguntas claves del proyecto serán: ¿Cómo definen los libros las metas y competencias que los alumnos deben desarrollar? ¿Qué narrativas se están transmitiendo en cuanto a los imaginarios de nación, conflicto y Estado? ¿Qué concepto identitario se está apoyando y qué sentido se les está asignando a las discontinuidades históricas?
Actualmente, en Colombia se están haciendo muy pocos estudios sobre la didáctica de la historia y, muchas veces, el enfoque está en el análisis de manuales escolares históricos. Como ejemplos se pueden mencionar el libro editado por los profesores Luis Weisner García y Javier Guerrero Barón ¿Para qué enseñar la Historia? (Ensayos para) educar aprendiendo de la Historia de las ciencias sociales (2011); el libro Las luchas por la memoria (2009) de los profesores Absalón Jiménezbecerra y Francisco Guerra; y la investigaciónde la profesora Martha Cecilia Herrera La identidad nacional en los textos escolares de ciencias sociales. Colombia 1900-1950 (2003).
En escenarios transicionales, como en el que se encuentra Colombia en este momento, la importancia de la memoria histórica –a la cual se le atribuyen poderes de reconciliación y, de alguna manera, de sanación– se vuelve cada día más evidente. La escuela es un escenario esencial para las batallas de la memoria, ya que literalmente todos tienen que pasar por ella. Así tiene un alcance y una autoridad fijadora de los cuales gozan solo pocas instituciones. Un estudio riguroso de los contenidos actuales que se abordan en clase (los lineamientos curriculares, los programas de colegio, los manuales escolares de historia y de ciencias sociales), puede servir para comprender mejor los imaginarios y discursos que se están transmitiendo, para identificar la actitud actual que hay en el país frente a la enseñanza de la historia y, de esta manera, fomentar un debate sobre el sentido del pasado.
1Ministerio de Educación Nacional (2005): Serie lineamientos curriculares, Ciencias Sociales,http://www.mineducacion.gov.co/1621/articles89869_archivo_pdf.pdf,16.10.2014.
Directora de Departamento, Profesora Asociada