En la ciudad contemporánea, lugar de comunicación, estructuras, historias, memorias, recorridos y situaciones, las acciones urbanas hacen posible la construcción de tejidos físicos y sociales. Estas actuaciones, que parten del trabajo con la comunidad, reactivan, transforman y otorgan nuevos significados al espacio público; se proponen convertir al ciudadano en constructor de la acción, en protagonista del espacio y en protector de su futuro.
Las Acciones Urbanas, también conocidas como el bottom-up approach, son aquellas actuaciones que proponen un urbanismo dirigido en un sentido opuesto al planteado por la planeación tradicional de la ciudad; se origina desde abajo hacia arriba en una natural contrariedad ante lo establecido y como propuesta ante el olvido y el abandono. Provienen de una comunidad emprendedora y de colectivos sociales, que a través de sus propios recursos, proponen soluciones ante los problemas que aún no han sido asumidos por parte de la administración de la ciudad.
Estas acciones se caracterizan por involucrar formas creativas de actuar que necesariamente afectan a la comunidad que habita las áreas de intervención, se hacen con recursos limitados aprovechados al máximo y tienen un impacto máximo sobre los espacios públicos intervenidos. Cada vez más se involucran los colectivos sociales o grupos de conciencia –donde actúan profesionales y estudiantes–, ayudando con su experiencia en la organización de comunidades, orientándolas en la realización de las intervenciones o en la consecución de recursos y algunas veces midiendo el impacto que las ha hecho posibles, exitosas o fallidas.
Las Acciones Urbanas se desarrollan desde la colectividad, ya que la participación de los habitantes es imprescindible para su realización y sostenibilidad en el tiempo. Esta fuerza de la “dimensión humana” de la ciudad ha sido protagónica en momentos históricos complejos, cuando procesos como la industrialización, la invasión de los automóviles o la urgente necesidad de renovación de áreas deprimidas de la ciudad, por mencionar algunos casos, se han usado como motivos para adelantar propuestas. Por ejemplo, la construcción de nuevas estructuras viales, el aprovechamiento máximo del suelo urbanizado en detrimento de humedales y zonas verdes, y los programas de redensificación, implican demoliciones extensivas. Las zonificaciones a vuelo de pájaro a escala 1:5000, no contemplan la experiencia de la comunidad inmersa en estas dinámicas.
En Estados Unidos, los urbanistas Jane Jacobs y William Whyte, documentan y cuestionan esta fractura de escalas y de diferencias no solo tácticas, sino de experiencia entre el planeador y el habitante, y ponen sobre la mesa su reflexión a favor de una ciudad a escala del individuo. De manera más reciente, el arquitecto danés Jan Gehl propone devolver la vitalidad a las ciudades a través de las actividades y la interacción humana.
De esta forma, convertir un área inútil en un lugar para jugar, pintar un paso peatonal, o restaurar un jardín, se convierten en ejercicios permanentes y propuestas imaginativas para la recuperación de distintos espacios urbanos de nuestra ciudad.
El procedimiento para realizar una Acción Urbana, sus tiempos breves, sus procesos concertados, su gestión que se procura ágil, su concreción auto sostenible y la utilización de recursos limitados para lograr resultados inmediatos, concretos y ejemplares, puede llegar a convertirse en una posibilidad para la construcción de un proyecto colectivo que contribuya a la paz.
Es claro que una vez se llegue a la paz y empiece la etapa del posconflicto en Colombia, el lugar por excelencia de la convivencia y la reconciliación de los actores desmovilizados serán las ciudades; en especial, las grandes urbes serán su destino y por lo tanto deberán estar preparadas para otros tiempos. Contemplados desde esta perspectiva, estos conglomerados urbanos pueden llegar a ser gigantescos recintos en donde las nuevas formas de convivencia con los nuevos habitantes deberán ser experimentadas.
Al involucrar diversos estamentos sociales, la Acción Urbana envuelve los conceptos de solidaridad, tolerancia y unión, como pilares fundamentales para la convivencia y el mejoramiento de la calidad de vida. En su desarrollo, contempla como horizonte la creación de la noción de comunidad y de posibilidad de salir adelante en un trabajo aunado con el vecino y con aquél que, viniendo de lejos, puede ayudar con su conocimiento.
Durante los dos últimos años, el Laboratorio Bogotá (Labbog1) ha trabajado en diversos temas que profundizan en la realidad de la ciudad, rescatando el trabajo que diversos colectivos sociales hacen sobre los espacios urbanos e involucrando a los estudiantes mediante su participación activa en las realidades cotidianas. Desde Labbog coincidimos con estos intereses y, motivados por el cada vez más precario y desolador estado del espacio público de Bogotá, proponemos a profesores y estudiantes actuar: hacer nuestra ciudad desde la reflexión académica. Es necesario romper la distancia entre las Facultades de Arquitectura y la realidad, es preciso involucrar a la comunidad universitaria en la construcción cotidiana de su propia ciudad, en su funcionamiento y en los problemas menores, que en muchos casos y con la creatividad necesaria, requieren de soluciones muy simples.
"Plaza de la Concordia". Camilo Eduardo Espitia y Luisa Fernanda Mosquera
A partir de estos derroteros se ha puesto en marcha el programa que hemos denominado Acciones Urbanas (AU), del que hemos venido hablando, primero desde nuestros propios cursos como ejercicios reflexivos que incitan a la conexión con la realidad y a la rápida acción a través de actos creativos sobre el espacio público de la ciudad. Después, a través del Foro Internacional de Acciones Urbanas (FIAU), realizado en abril de 2014 con la asistencia de representantes de más de once países y, actualmente, el Labbog desarrolla una investigación sobre “Lugares de creatividad urbana en Bogotá”, en asocio con el Laboratorio Q de Sevilla, España.
Esta ruta ha permitido construir un estado del arte sobre las acciones urbanas a nivel internacional, nacional y local. Su revisión nos ha permitido ponernos en contexto, pues en Colombia hay una historia sobre este tipo de actuaciones que es necesario visibilizar frente a un entorno europeo y norteamericano, por citar solo unos ámbitos, en donde estos ejercicios de apropiación y reflexión son ya habituales y reconocidos.
De esta forma, delimitar, ordenar o recuperar un espacio público, convertir un área inútil en un lugar para jugar, pintar un paso peatonal, restaurar un jardín, limpiar un lote baldío y otorgarle un nuevo uso, emprender campañas de cultura ciudadana o simplemente concientizar sobre el buen uso de los espacios urbanos, se convierten en ejercicios permanentes de nuestros cursos que en su mayoría concluyen en propuestas imaginativas para la recuperación de distintos espacios urbanos de nuestra ciudad. En todos los casos, devuelve a la ciudad la mirada y participación de los estudiantes, cada vez menos pasivos y más conscientes de la realidad de su entorno, y se convierte ella misma en la mejor de las herramientas de nuestro Laboratorio, en el escenario de la vida para sus habitantes. Bogotá es así campo de experimentación y aprendizaje.
En la medida en que los habitantes se unan, ya sea a disfrutar del espacio abierto inspirados por la posibilidad de generar una acción colectiva para aportarle a su ciudad y desarrollen planes conjuntos de acción, las ciudades tendrán la posibilidad de cambiar lo aparentemente inamovible, expresándose contra corrientes de desarrollo o de aparente involución, resolviendo conflictos de aseo, tráfico, crimen, polución, entre otros.
1Programa de investigación del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes, Colombia.