Hay coyunturas que pesan más que otras en la balanza de la historia. La larga década de los setenta, cuyos inicios se remontan al año de 1968, fue uno de esos momentos cruciales porque simbolizó el debut del presente histórico, es decir, representa la década inicial de la contemporaneidad que nos ha correspondido vivir. El libro que tiene el lector en sus manos analiza el conjunto de las grandes transformaciones que le confirieron a la década un distintivo particular: una especia de «malestar global» que prorrumpía de manera particular en cada caso y respondía a causas y circunstancias específicas, pero que se sincronizaba en determinados puntos o situaciones. Fue una década en que se intensificó la globalización, la cual cabalgaba a lomo de procesos tan dispares, como las grandes innovaciones científicas y tecnológicas; el advenimiento de nuevos modelos de capitalismo, más flexibles en cuanto a la acumulación y dúctiles en sus diseños monetarios y financieros; experiencias imbricadas de modernidad («las modernidades entramadas») que irradian sensibles cambios sociales, culturales y sociopolíticos en los distintos continentes; y notables alteraciones en el mapa político y geopolítico, como resultado del desgaste que estaba experimentando el orden mundial durante la guerra fría.