Por: Las Polas! Comité de género de estudiantes del departamento de Ciencia Política.
En la creación y estructuración de colectivas feministas se ha buscado innovar y modificar los modelos organizacionales con el fin de alejarse de la tradicional organización vertical inherentemente patriarcal que predomina en las organizaciones modernas. Sin embargo, aún persisten retos importantes que es necesario abordar hoy en día, pues la pandemia y el traslado de la mayoría de las actividades a la virtualidad han resaltado la vulnerabilidad en la organización de las colectivas y su trabajo en equipo no patriarcal.
Las organizaciones no son entidades aisladas ni neutras, responden a un modelo racionalista, lineal y mecanicista jerarquizado que predomina en la estructura de la sociedad en la que esta subsiste. Por lo tanto, las organizaciones de todo tipo que existen en el contexto actual responden a una lógica que ha partido del punto de vista masculino, pues el clima organizacional que se estructuró en la modernidad se basa en una lógica mecanicista-newtoniana. Clima caracterizado por una estructura vertical, lineal y con evidentes jerarquías de género.
Este modelo predominante se ha empezado a cuestionar y transformar con la entrada de la perspectiva de género en la creación de cultura y estructura organizacional, especialmente en la conformación de colectivas feministas que buscan combatir directamente este modelo implementando una organización vertical o un “trabajo en equipo no patriarcal” que acoge la igualdad y colectividad en el accionar y direccionar como un cimiento importante. Sin embargo, este tipo de estructuración organizacional presenta muchos retos que se han acentuado tras la pandemia de Covid-19, pues problemas de compromiso en el cumplimiento de actividades y tareas, excesiva flexibilidad tras la ausencia de imposiciones jerárquicas y gestión del conflicto se han visto más prominentes en las alternativas virtuales de encuentro y trabajo colectivo que han surgido tras la necesidad del distanciamiento físico y el cuidado de la salud.
Las tensiones que ocurren en el trabajo en equipo son comunes en cualquier organización, sin embargo, en una organización horizontal resultan incomodas dada la ausencia de un control jerárquico. Para afrontar este problema se ha buscado establecer implícitamente controles de seguimiento colectivos en el desempeño de tareas con el fin de asegurar el efectivo cumplimiento de objetivos y proyectos en las colectivas. Pero a pesar de estas alternativas el mismo problema continúa creando retos importantes de abordar.
¿Cómo actuar frente a la excesiva flexibilidad y afrontar los conflictos y el incumplimiento de tareas sin caer en visiones de control masculinas? ¿qué mecanismos colectivos debemos usar para abordar y corregir los desequilibrios en el trabajo colectivo si nuestro objetivo es no caer en modelos jerárquicos masculinos? ¿cómo pasar de la visión tradicional masculina y mecanicista del control de tareas individuales a una visión de aprendizaje colectivo?
Estos retos en la pandemia se han acentuado aún más ya que la interacción y “regulación” física que ocurría en las reuniones de seguimiento, en la realización de proyectos y en la juntanza de ideas y sentires es de vital importancia. Pues una reunión en Zoom de dos horas es impersonal y casi mecánica. El ver a nuestras compañeras y escucharlas, y desarrollar proyectos en vivo y en directo es casi una necesidad vital para el funcionamiento adecuado de un comité de género o una colectiva. En definitiva, es más fácil luchar contra los retos ya mencionados cuando podemos vernos cara a cara y sentir las reacciones e interacciones de las demás. El llevar un “control” autónomo de tareas y funciones adentro de la organización es mucho más fácil cuando podemos estar juntas en el sentido físico, la interacción personal es un bastión fundamental en esta tarea. Pues un recordatorio o reunión no se pierde en una bandeja de entrada atascada con un sinfín de correos electrónicos que llegan día a día, el estar en reuniones no se vuelve una acción mecánica de tantas reuniones en Zoom y Teams que tenemos al día y los proyectos no caen en la desgracia de ser solamente grupos de WhatsApp donde a veces solamente una persona se manifiesta.
Estos son retos que en el accionar colectivo persisten cada día y demuestran que es necesario empezar a repensarnos la forma de organización colectiva que tenemos y empezar a crear mecanismos colectivos feministas que no permitan recaer en los modelos modernos masculinos de las teorías organizacionales. Es necesario también que en medio de la coyuntura actual repensemos cómo encontrarnos y llevar a cabo el trabajo en equipo sin permitir que estos retos se manifiesten más fuertemente. Pues la virtualidad, si no ha sido mortal para muchas colectivas y comités, al menos los ha puesto en peligro de desaparecer.
Bibliografía
González Moreno, M, C. (2013). Género en las organizaciones: De las necesidades prácticas a las necesidades estratégicas. Salud de los Trabajadores, 21(2), 107-110. Recuperado en 15 de octubre de 2021, de http://ve.scielo.org/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1315-01382013000200001&lng=es&tlng=es.