Consideramos lamentables las elevadas cifras de pérdida de vidas humanas, agresiones, torturas, detenciones arbitrarias y agresiones sexuales que se han reportado en los últimos seis días.
Así mismo, reconocemos como justas y legítimas las causas que han volcado a un grueso de la población colombiana a las calles exigiendo non solamente el desmonte de una reforma tributaria que, aunque puede mejorar un poco la progresividad de un sistema tributario regresivo, ha sido poco conciliada y no ataca el principal problema de desigualdad del país que es la concentración de la riqueza en muy pocas manos, sino también transformaciones profundas a algunos de los problemas estructurales que se manifiestan en Colombia en la actualidad. Una reforma a la salud que no resuelve los problemas estructurales de un sistema ya altamente inequitativo y fragmentado, unos índices de desigualdad social que se encuentran entre los más altos de la región exacerbados por la crisis económica provocada por la pandemia del COVID-19, el silencio y la indolencia estatal ante la situación de niñas, niños y adolescentes privados de su derecho a la educación, que solo acrecentará unas brechas educativas ya enormes, la perpetuación de la violencia política y social en muchas regiones del país a pesar de la firma del Acuerdo de Paz, y el asesinato de líderes y lideresas sociales son razones estructurales más profundas pero igual de legítimas para explicar la indignación y el descontento que vuelca hoy a colombianos y colombianas a las calles.
Este ejercicio de protesta legítima es un derecho que debe ser garantizado, no reprimido ni estigmatizado, y es, de hecho, una fuerza transformadora importante para el fortalecimiento de las democracias y las ciudadanías activas en nuestro país y en nuestra región. Por tanto, nos permitimos rechazar igualmente los pronunciamientos de algunos miembros de la comunidad universitaria en Colombia que estigmatizan la protesta o señalan no sentirse interpelados o interpeladas por lo que sucede en este momento a nivel nacional. Como personas formadas en las ciencias sociales, reconocemos que, de hecho, lo que sucede en el país en este momento no afecta únicamente a las víctimas directas de manera individual, sino a todos y todas como sociedad y como colectividad histórica.
Hacemos un llamado general a ejercer la solidaridad y la empatía. En tiempos en los que nuestro pueblo está muriendo y siendo violentado, el silencio dejó de ser una opción.
Atentamente,
Las y los estudiantes, egresadas y egresados, profesoras y profesores de la maestría en Sociología de la Universidad de Los Andes.