Pensar los procesos de Justicia Transicional desde el “Sur Global”, por falta de un mejor término, puede parecer un tanto extraño para un campo tan establecido y tecnocrático como éste. Sin embargo, así se definió precisamente uno de los objetivos del encuentro de la Iniciativa África y América Latina (una de las líneas del Comité de Estudios sobre la Violencia, la Subjetividad y la Cultura de la Universidad de los Andes) que se llevó a cabo entre el 14 y el 16 de mayo en la cede del Instituto de Estudios Avanzados en Berlín y con el apoyo financiero del Gobierno Federal Alemán. Con el título “Ethnographic Approaches to Transitional Scenarios: Perspectives from the Global South”, la Iniciativa reunió investigadores con una importante trayectoria de trabajo en diversas disciplinas y en lugares como Mozambique, Colombia, Palestina, Israel, Sierra Leona, Argentina, Sudáfrica, México, El Salvador, Guatemala, Uruguay, España y Alemania.
La Justicia Transicional (y toda su compleja red de mecanismos jurídicos fundamentadas en leyes de Unidad Nacional o de Reconciliación–, de esclarecimiento histórico o de memoria, de reparaciones) se fundamenta en al menos dos presupuestos. Primero, la idea según la cual el futuro se abre ante la posibilidad de una promesa, lo que llamo el prospecto de una nueva sociedad imaginada. Y segundo, en un movimiento casi simultáneo, la posibilidad de dejar la violencia atrás, en el “pasado”. La noción de transición implica hablar de este corte, de esta inflexión. En otras palabras, al quedar la violencia atrás, emerge la posibilidad de una nueva sociedad. Sin embargo, en contextos determinados por el conflicto armado, estos procesos no obstante apelando al fin de la “violencia” –plantean una serie de preguntas: ¿cuál es la relación entre la “violencia” y sus “beneficiarios” (dentro de un orden social) y cómo, antes que una ruptura radical, lo que la promesa promete son sutiles continuidades con el pasado? ¿Cuál es el uso global, geopolítico que se le da, sobretodo hoy día cuando presenciamos supuestas transiciones apuntaladas por ejércitos y ocupaciones neocoloniales adobadas con discursos de derechos humanos, tal y como fue el caso del colonialismo europeo a finales del siglo XIX?
A pesar de que son pocos los seminarios sostenidos y de largo aliento que se dictan sobre las conexiones entre América, África, e incluso el Oriente Medio en Universidades del llamado Sur Global, el encuentro se posiciona como una iniciativa de diálogo transversal que no sólo intentó socializar una serie de temas en el contexto de circunstancias históricas concretas, sino que además, y quizás de mayor importancia, intentó crear un puente de intercambio, un lenguaje común si fuera posible, entre experiencias históricas disímiles pero profundamente cercanas e interconectadas. En este marco, el encuentro mostró las complejidades del diálogo entre “académicos”, “intelectuales” y “activistas” al intentar hablar desde idiomas distintos, tradiciones intelectuales muy diferentes, religiones y disciplinas diversas, y experiencias vitales, “raciales” y políticas muy variadas.
Finalmente, si la idea de una “descolonización de la Justicia Transicional” tiene sentido, ciertamente no hace referencia al uso de una serie de conceptos asociados a etiquetas académicas, sino al hecho de abordar, fundamentado en una ética del escuchar y una epistemología colaborativa, cierta clase de formas de violencia que al estar situadas en múltiples registros (imaginarios, subjetivos, estructurales, etc.) y localizadas en diversos espacios (“nacionales”, “comunitarios”, “internacionales”, “locales”) y temporalidades, parecen cuestionar el prospecto mismo de una nueva sociedad imaginada. Modalidades de violencia en las cuales “diferencia” y “desigualdad”, a pesar de la “promesa”, están entretejidas en procesos de larga duración que están por fuera de los contornos teóricos y los mandatos técnicos definidos por las leyes de unidad nacional y reconciliación. Un debate sin duda actual para la situación en Colombia.