La Universidad, como entorno académico y como espacio de formación de ciudadanos, puede construir comunidad y ciudadanía a través de los valores que se imparten en el aula de clase, y en las interacciones que se dan dentro y fuera del aula y del campus. La formación de habilidades para el desempeño de una profesión o el dominio intelectual de una disciplina tienen que ir de la mano de la formación de habilidades para una ciudadanía proactiva que promueva la convivencia, la tolerancia y la inclusión social. La responsabilidad es incluso mayor cuando entendemos que la Universidad forma líderes y emprendedores del cambio social con programas de inclusión en la educación superior como por ejemplo «Ser Pilo Paga», o en el caso de Los Andes con el programa «Quiero Estudiar», que hacen aún más relevante esta discusión.
La convivencia pacífica se podrá construir en la Universidad desde la apertura de espacios de discusión intelectual sobre el contexto político y social en que se encuentra el país, y a través de foros, seminarios y las mismas clases con un espacio deliberativo sano y diverso desde las opiniones de estudiantes, profesores y administradores en la comunidad universitaria.
Pero la construcción de un entorno de convivencia pacífica también se da en la cotidianeidad de las interacciones de esos miembros de la comunidad universitaria cuando cada día deben recorrer los espacios públicos y los medios de transporte de la ciudad. Allí se dan intercambios de violencia o de convivencia que destruyen o construyen esas habilidades para una ciudadanía. ¿Cómo construir dentro del aula una ciudadanía para la paz si afuera de ella el entorno se rige por normas sociales de intolerancia y de agresión?
En la «Encuesta de Cultura Académica y Ciudadana», realizada por Corpovisionarios y la Universidad de los Andes en el año 2014, se encuestaron de manera anónima a más de 3.600 estudiantes de pregrado de varias universidades públicas y privadas de Colombia con el fin de medir una serie de variables asociadas a la cultura ciudadana y académica. Uno de los temas que se indagó fue el de la victimización. En la tabla se resumen los resultados de la frecuencia con que los estudiantes reportaron haber sufrido alguno de estos eventos de violencia en el último año.
El reporte de robo a pertenencias, burla y agresión verbal saltan a la vista con tasas sustancialmente altas para esta población universitaria. La integridad física y la seguridad en los derechos de propiedad sobre las pertenencias hacen parte de esos derechos mínimos de convivencia cotidiana que al parecer se ven amenazados frecuentemente entre nuestros estudiantes. En medio de ese entorno de inseguridad se desenvuelven los debates informales y casuales en las redes sociales que, para algunos, son reflejo de un sentimiento de una mayoría, y para otros son solamente unas pocas voces que no deben ser tenidas en cuenta para medir el sentimiento de una sociedad. En ocasiones he observado en espacios de redes sociales de la comunidad universitaria frases como «Simple y Sencillo, Balazo y Pal Rio», o «Limpieza social es lo que se necesita. Esa basura no tiene dolor por robarlo a uno y menos les dolerá matarlo por quitarle las cosas. Entonces ¿por qué debemos tener compasión de ellos?» cuando se refieren a la captura de delincuentes comunes.
La construcción de un entorno pacífico se da en la cotidianidad de las interacciones de esos miembros de la comunidad universitaria cuando cada día deben recorrer los espacios públicos y los medios de transporte de la ciudad.
La frustración ante una justicia inoperante cuando se dan capturas y posteriores liberaciones por ausencia de una denuncia se ve reflejada en nuestra misma encuesta. Cuando indagamos por la confianza de los estudiantes hacia la policía, el 53.13% manifestó tener «poca» confianza y un 33.22% adicional escogió «ninguna» como respuesta. En la misma pregunta con relación a los jueces, un 60.38% manifestó tener «poca» y un 19.09% adicional manifestó tener «ninguna» confianza en ellos.
Las manifestaciones de intolerancia y de desapego por la ley entre los estudiantes se ven igualmente en dos preguntas de nuestra encuesta y que sustentarían el argumento que las expresiones en las redes sociales también pueden reflejar sentimientos más generalizados que los de unos pocos individuos radicales. Preguntamos a los estudiantes su nivel de acuerdo o desacuerdo con las dos siguientes situaciones:
• «Cuando un grupo de ciudadanos atrapa un ladrón que acaba de robar debería darle una golpiza».
• «Cuando los policías atrapan a los delincuentes deberían matarlos».
Los resultados de la encuesta para nuestros más de 3.600 estudiantes se presentan en las siguientes dos gráficas. Debemos notar que en ambas ocasiones se trata de dos situaciones que claramente violan la ley y el derecho. Sin embargo, y especialmente en la primera situación de linchamiento, llama la atención que exista una fracción tan grande a favor o indiferente ante la posibilidad de tomar la justicia por mano propia para darle una golpiza a un ladrón.
También vale la pena detenerse en las diferencias de las respuestas entre hombres y mujeres. Aquí encontramos una luz de aliento en el camino y es sobre el papel central de las mujeres en la construcción de convivencia. No en vano vienen reclamando una mayor presencia en las mesas de negociación en La Habana. Si bien en nuestra encuesta las mujeres perciben y reportan acciones violentas y de victimización casi tan frecuentes como las de los hombres (ver tabla), su apreciación y juicio moral hacia la justicia por mano propia o la ejecución extrajudicial es sustancialmente diferente a la de los hombres, como se aprecia en las dos gráficas. En ambas situaciones observamos que las mujeres muestran un mayor desacuerdo con estas acciones que están claramente por fuera de la ley.
Quiero destacar este punto por el potencial que puede tener la mujer en la construcción de una comunidad de mayor tolerancia en la cotidianidad universitaria. Hoy las mujeres muestran una participación considerable en la población universitaria (fueron el 42.03% de nuestra muestra) y por tanto cuentan con el potencial de construcción de normas sociales de convivencia. No sorprende que las manifestaciones en las redes sociales con propuestas de «limpieza social» hacia la población de delincuentes son en una inmensa mayoría por parte de hombres. Tampoco debe sorprender que en nuestra encuesta, mientras el 36.05% de los hombres estaban de acuerdo o completamente de acuerdo en que era mejor tener un arma para protegerse, ese porcentaje era de apenas el 22.65% para las mujeres.
En un estudio de meta-análisis de cuarenta investigaciones con 6.100 participantes, publicado en el artículo «Gender Differences in Responses to Moral Dilemmas: A Process Dissociation Analysis» (2015), Rebecca Friesdorf, Paul Conway, y Bertram Gawronski encuentran claras diferencias en el razonamiento moral de hombres y mujeres cuando deben enfrentar dilemas éticos como tener la posibilidad de devolverse en el tiempo a 1920 y asesinar a Hitler mucho antes de comenzar su empresa genocida; desviar un automóvil para salvar a una madre y su bebé a costa de poner en riesgo la vida de otras personas; o torturar a un criminal para poder obtener información que salvaría muchas vidas. En todos estos estudios se encuentra que en promedio los hombres tienen una especial preferencia por un juicio utilitarista o consecuencialista en el dilema moral, mientras que las mujeres prefieren un argumento deontológico (basado en principios morales) en el que hay mayor relación afectiva con el potencial daño causado.
En medio de ese entorno de inseguridad se desenvuelven los debates informales y casuales en las redes sociales que, para algunos, son reflejo de un sentimiento de una mayoría, y para otros son solamente unas pocas voces que no deben ser tenidas en cuenta para medir el sentimiento de una sociedad.
Las normas sociales se construyen desde las interacciones cotidianas de los individuos, y tenemos una población de mujeres y hombres que se encuentran cada día en los corredores, las aulas, las cafeterías y las redes sociales que hacen parte del entorno universitario. En esas interacciones, y desde la diferencia de género, podemos encontrar un camino de construcción de convivencia a través de la confianza, la empatía, la tolerancia y el respeto por la ley.
* Juan Camilo Cárdenas (jccarden@uniandes.edu.co) es profesor titular de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, Colombia.