A principios de septiembre de 2014 se realizó en Berlín el Segundo Taller de la Red Interdisciplinaria de Estudios sobre Memoria Latinoamericana. Esta Red nace en el marco de la cooperación entre el prestigioso Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad Libre de Berlín y el Departamento de Lenguajes y Estudios Socioculturales, en el año 2010. Un primer encuentro de los investigadores de Alemania y Colombia tuvo lugar en la Universidad de los Andes en agosto de 2012 bajo el título “Memoria y conflicto, memorias en conflicto”.
El workshop de Berlín en el que participamos, ha sido nuevamente la ocasión para que investigadores en Historia, Antropología, Literatura y Estudios Culturales volvieran a discutir sobre las inevitables similitudes y grandes diferencias que significa enfrentar y usar la memoria en América Latina. De Brasil a Colombia, de Chile a El Salvador, de Perú a México, la preocupación respecto a la memoria (individual y colectiva) parece catalizar intereses y disciplinas alrededor de la construcción y, a veces, alrededor de la oficialización de esa historia reciente que todos los países citados han visto atravesada por la violencia. Por lo tanto, la memoria se vuelve un mecanismo transversal necesario de auto-reflexión.
En el trabajo de investigación, y en las ponencias de Berlín, los contextos concretos de estudio han sido los museos de la memoria, el uso y abuso del concepto y término de “holocausto” en contextos aparentemente ajenos a su origen, la relación entre individuo y narración histórica y, por supuesto, el valor de conciencia histórica colectiva que podemos o queremos darle a las series televisivas, las fotos periodísticas, la literatura, los libros escolares, por mencionar algunos. En otras palabras, la categoría conceptual de memoria parece permitir un diálogo, que de otra manera no sería tan fácil entablar, entre disciplinas que defienden campos y métodos propios. Permite abrir espacios donde podemos poner uno al lado del otro el trabajo con comunidades, con desplazados de la violencia, la reflexión sobre las políticas públicas y las prácticas privadas.
Por otro lado, desde un punto de vista contextual, la interdisciplinariedad propia de la memoria puede ser un instrumento valioso para cruzar experiencias y reflexiones en el contexto latinoamericano. Ahora, si reconstruimos un mapa de las inquietudes y los intereses generales que surgieron al interior de la Red, podemos señalar dos ejes centrales. Por un lado, la preocupación por quién gestiona la memoria de nuestras sociedades, puesto que solo hasta cierto punto podemos pensar en un fenómeno individual. El ciudadano es entonces el primer destinatario de las políticas institucionalizadas por el Estado, la administración local o los grupos económicos (pensemos en las productoras televisivas o en las editoriales de libros escolares). Por otro lado, hay que pensar en las formas de transmitir y de construir memoria; aparecen entonces las narrativas y retóricas de la memoria, su elaboración discursiva relacionada con relatos verbales en unos casos, icónicos en otros, mixtos la mayoría de las veces.
Estas preocupaciones son vivas en toda América Latina, en Colombia, de forma todavía más urgente frente a un conflicto que ya llamamos pos- y que sin embargo sigue presente. El Taller de Berlín ha sido en este sentido no solo la posibilidad de comparar problemas colombianos con experiencias de otros países, sino también la ocasión para proponer y discutir temas que desde Colombia nos interesan específicamente. Vale la pena señalar que casi la mitad de las ponencias se referían a nuestro país. Para entrar en más detalles quisiéramos por lo menos citar los temas que nosotras propusimos.
Ni los íconos seculares ni las imágenes son neutros. La historia con el pasado y presente visible siempre implica un ocultamiento. En este sentido, las pocas imágenes que marcan la historia colombiana siempre esconden otras.
“Escenarios de visibilidad. Reflexiones sobre el manejo de la imagen en la historia reciente colombiana” (A. Merlo)
La intervención nacía de una pregunta aparentemente sencilla: ¿Cuál ha sido la visibilidad de la violencia y del conflicto colombiano? La visibilidad corresponde, en este caso, al dispositivo que define lo que se puede ver y lo que no se puede ver, materializándose en las imágenes concretas, pensemos en las fotografías, que los medios han propuesto y han hecho circular. Ahora, ese fragmento visible está vinculado a ciertas dinámicas de poder que ha construido la relación que todos nosotros tenemos con esa memoria nacional sobre el conflicto. El interés está entonces en rastrear un puñado de imágenes significativas que se adscriben a dos categorías que, de alguna manera, son complementarias. Por un lado, está el término propuesto por Cornelia Brink “íconos seculares”, donde aparecen imágenes que han simbolizado momentos cruciales y constituyen una especie de patrimonio icónico colectivo: los tranvías en llamas del 9 de abril, los tanques que entran al Palacio de Justicia, el cuerpo sin vida de Pablo Escobar, la foto de Ingrid Betancourt en algún lugar de la selva colombiana. Por otro lado, hay que considerar el uso que los medios de comunicación hacen cotidianamente de imágenes en contextos específicos, que en ocasiones olvidamos, pero que en su momento contribuyeron a esa construcción de imagen del conflicto. Es interesante pensar, por ejemplo, en cómo se exhibieron los cuerpos de los jefes guerrilleros abatidos entre 2008 y 2011: cómo se construyó y justificó esa visibilidad en ese momento específico a través de hechos de imagen singulares, es decir, de actos enunciativos de carácter visual.
Por supuesto, ni los íconos seculares ni los hechos de imagen son neutros. La historia con el pasado y presente visible siempre implica un ocultamiento. En este sentido, las pocas imágenes que marcan la historia colombiana siempre esconden otras: el interior del Palacio de Justicia, la foto de unos policías exultantes al lado del cuerpo abatido de Pablo Escobar, las fotos probatorias de los falsos positivos, entre otras. Deberíamos saber que el trabajo con y sobre nuestras imágenes, nuestro álbum nacional, es una parte indispensable de la definición de nuestra identidad, y que Colombia no puede seguir siendo un país invisible. Valdría la pena seguir extrayendo del olvido, para nuestra propia memoria, más fragmentos para el álbum fotográfico nacional. Ese trabajo haría quizás parte de una más amplia arqueología del saber de las imágenes, como Georges Didi-Huberman propuso en alguna ocasión.
“El conflicto colombiano en los textos escolares de historia” (T. Louis)
La ausencia casi total de fuentes originales lleva a que los estudiantes no conozcan interpretaciones alternativas de los hechos, no adquieran las competencias históricas pretendidas y no reconozcan el texto de autor como construcción.
La pregunta central de esta ponencia indagaba sobre los manuales escolares de historia y su contribución al desarrollo de una conciencia histórica crítica y democrática. Por su carácter institucionalizado y obligatorio, la clase de historia en los colegios colombianos juega un papel fundamental para la percepción de qué imágenes del pasado se consideran válidas y verdaderas. En el contexto del proceso de paz, donde la apropiación democrática y multi-perspectiva del pasado contribuye a la construcción de una paz social duradera, el análisis de aquellos discursos e imágenes del pasado que se transmiten en los colegios es indispensable.
Tomando como ejemplo los conflictos colombianos del siglo XIX y XX, se analizó entonces su integración en una narrativa coherente, la perspectiva que se adopta frente al pasado y el sentido que se le asigna dentro del relato colombiano. En un segundo paso se evaluaron la implementación y el entrenamiento de aquellas competencias históricas que contribuyen a la formación de una conciencia histórica crítica, a saber las capacidades de analizar fuentes originales, de evaluar de manera crítica diferentes perspectivas y procesos históricos o de entender las relaciones que existen entre las condiciones sociales actuales y pasadas.
Los textos que se evaluaron para la ponencia contribuyen a la formación de una conciencia histórica crítica solo hasta cierto punto. La narrativa que se presenta se basa casi exclusivamente en el texto de autor. La ausencia casi total de fuentes originales lleva a que los estudiantes no conozcan interpretaciones alternativas de los hechos, no adquieran las competencias históricas pretendidas, y no sean capaces de reconocer el texto de autor como construcción.
En varias ocasiones, los textos escolares estudiados no logran (o no quieren) integrar los conflictos en un relato coherente. Es decir, están separados de sus contextos y los presentan sin ningún tipo de relación, completamente aislados. Esto ocasiona que la creación y asignación de sentido no se puede dar y, como consecuencia, la formación de una conciencia histórica. Además, la perspectiva de las víctimas y de los grupos que se consideran ilegítimos se oculta. Se habla sobre ellos, pero en ningún momento tienen voz para proponer su punto de vista.