Todavía se encuentra fresco en la memoria el recuerdo de aquellas semanas en las que se procedió al traslado del personal que ocupaba el edificio Franco porque en su lugar se iba a levantar uno nuevo para albergar nuestra Facultad. Gracias a los buenos oficios del equipo de la Oficina de Planta Física, los profesores y el personal administrativo fueron reubicados con prontitud en distintas lugares y edificaciones dentro del campus. Recuerdo que aquellos fueron meses difíciles, pero que, con gran sacrificio y una inusual dedicación, las contrariedades fueron contenidas porque fuerte ha sido siempre el compromiso con el buen desarrollo de las actividades docentes, administrativas e investigativas. Con el correr del tiempo, las incomodidades se volvieron un asunto más llevadero, pues la velocidad con que evolucionaba la obra, alimentaba la esperanza de que muy pronto se retornaría a la normalidad. Finalmente, dentro de los plazos previstos, el edificio comenzó a ser entregado y, hoy, podemos decir que el esfuerzo, las contrariedades y las incomodidades valieron la pena. Ahora la Facultad ocupa un edificio magnífico, con muy buenos servicios, oficinas espaciosas y luminosas, adecuados salones y extraordinarios laboratorios que superan lo que alguna vez imaginamos.
Recuerdo que cuando observaba el desarrollo de la obra desde la ventana de la oficina que ocupaba en el Edificio C, siempre me preguntaba si no debía ser este el momento para emprender cambios que fortalecieran la organización y reforzaran el sentido de pertenencia de todos los miembros de la Facultad. Fue en medio de esas divagaciones cuando, en conversaciones con colegas, amigos y colaboradores, me surgió la idea, un tanto estrambótica, cierto, pero atrevida y sugestiva, de proponer que los profesores fueran reubicados aleatoriamente en el nuevo Edificio, con total independencia de las adscripciones disciplinares propias de los departamentos que componen la Facultad. La idea no encontró el eco necesario, pero reconozco que me sigue gustando, porque considero que con acciones de este talante se fomentan los vínculos y el conocimiento mutuo entre los colegas de las distintas dependencias; se promueven las relaciones y las uniones académicas e investigativas entre las diferentes disciplinas y se afianza el sentido de pertenencia de todos los miembros de la Facultad. Ojalá algún día, no muy lejano, podamos volver sobre esta iniciativa. Por el momento, con su recordación quiero dejar flotando en el aire su pertinencia.
Si lo anterior no pudo llevarse a feliz término, mejor suerte corrieron otras dos iniciativas. Era partidario de que el traslado del personal al nuevo edificio debía ir acompañado de ciertos cambios en la estructura y en la organización de la Facultad, con el fin de crear un ambiente más amigable para la realización de las labores académicas. La primera de estas iniciativas consistió en la propuesta de darle un nuevo rostro al CESO (Centro de Estudios Socioculturales e Internacionales) para ponerlo a tono con una Facultad en donde venía robusteciéndose la investigación y que requería, con cierta premura, una mayor articulación entre los departamentos. Era igualmente necesario fortalecer el nexo de estos con unos programas de posgrado a nivel de maestría y doctorado, los cuales, como es bien sabido, también se encontraban en plena expansión. Con esta idea en mente, se propuso a las directivas de la Universidad la creación de una Vicedecanatura de Investigaciones y Posgrados, que tuviera, entre otras tantas tareas, la misión de estimular las interacciones entre los docentes de las distintas dependencias y generar las sinergias para una mayor y mejor entronización entre los posgrados y la investigación dentro de la Facultad.
La segunda iniciativa consistió en el fortalecimiento administrativo de la Decanatura y de la Vicedecanatura mediante la creación de equipos de trabajo (como los de relaciones externas y divulgación, publicaciones, medios virtuales, presupuesto, entre otros) para, de esta manera, optimizar el uso del excelente recurso humano del cual dispone la Facultad, realizar las necesarias economías de escala, agilizar los procedimientos y liberar a los departamentos de algunas actividades administrativas engorrosas para que puedan concentrarse en sus objetivos principales, que son los académicos e investigativos.
Considero que con estas iniciativas se está avanzando en la dirección correcta, pues una Facultad que se robustece en su estructura, organización e imagen proyectada, beneficia a sus departamentos y nos afirma como colectividad dentro de este bello proyecto universitario como es el de la Universidad de los Andes. Sea esta la ocasión para agradecer a todos los miembros de la Facultad por su disposición y por el apoyo recibido, y a las directivas de la Universidad de los Andes que no han escatimado en recursos y esfuerzos para que nuestra Facultad ocupe el lugar que le corresponde dentro del concierto de las ciencias sociales en nuestro país, y, porque no decirlo, del continente.