Comencé mi trabajo como artista, buscando formas de expresar situaciones complejas como las que dieron origen a la violencia de finales del siglo XX y, en la última década, me concentré en la exploración de la atmósfera emocional de la sociedad. Básicamente, me interesaba contribuir a hacer visibles situaciones relacionadas con las secuelas emocionales del conflicto. Quiero entonces contar algunas reflexiones sobre mi trabajo y quizás así los lectores elaboren su propia teoría sobre el papel del arte en una sociedad que atraviesa una etapa tan compleja como la nuestra.
Relieve, 2013. Lina Espinosa
A finales del siglo XX, la sociedad colombiana era en general muy permisiva, tanto con las condiciones de inequidad que dieron origen al conflicto, como con el disfrute del poder que traían los dineros del narcotráfico. Este poder del dinero fue utilizado como un acto violento, como una forma de coerción social y política. La sociedad empezó a verse cada vez más afectada, pero a pesar de esto, sus reacciones aún no eran contundentes. Me impresionaba la indiferencia con la que se hablaba de secuestros, masacres, torturas, retenes y amenazas. La apatía hacia las manifestaciones de violencia que todos estos fenómenos generaron, me empezó a parecer intolerable, en particular hacia las víctimas de todos estos episodios de violencia que estudian las Ciencias Sociales. Con el paso de los años, el conflicto se agudizó. Se borraron los límites del respeto al otro, si es que algún día existieron, intervinieron nuevos actores y la sociedad pasó de la indiferencia al miedo y del miedo a la inmovilidad. Solo hasta hace unos años empezamos a ver reacciones masivas en contra de la violencia y últimamente, manifestaciones por la paz como un propósito colectivo.
En este contexto de incertidumbre, comencé a construir imágenes que trataran de pintar esa compleja atmósfera emocional de la sociedad en medio del conflicto, y luego acudir a lenguajes que fuesen más precisos. Observé durante mucho tiempo la degradación de las formas de abusar, desconocer y presionar a los “enemigos” de cada bando, a través del cuerpo torturado, masacrado y violentado, pero me encontraba con el impedimento ético de no querer reproducir esa violencia, ni de utilizar a las víctimas bajo ninguna circunstancia. A diferencia del miedo que paraliza, ese miedo que percibía en la sociedad, estaba mezclado con sentimientos de rabia e impotencia que me motivaron aún más para trabajar.
Realicé una serie de dibujos de luz, A través del Cuerpo (2003 – 2008), en la queexpresaba la impotencia de muchos antela fuerza de la violencia y la indiferenciade otros que no querían ver, reconocer, nirecordar lo que sucedía y mucho menostratar de entender las causas o consecuenciasde esta situación. Al principiorecogí las historias de los medios y realicétrabajo de archivo. Estas no dejabande ser anecdóticas, pero luego, el interéspor estas historias particulares se trasladó asituaciones más generales que se hicieron visiblesen imágenes abstractas. La serie terminó cuandoentendí que debía entrar en contacto directo conaquellas personas cuyas historias me impactabany así poder dibujar ese mapa del dolor que percibía.
A diferencia del miedo que paraliza, ese miedo que percibía en la sociedad, estaba mezclado con sentimientos de rabia e impotencia que me motivaron aún más a trabajar.
De esta manera me interesé por conocer situaciones concretas de primera mano y me di cuenta que mirar el territorio necesariamente implicaba un contacto con las personas que allí habitaban. En el año 2009, desarrollé el proyecto Zonas Vulnerables Tolima1 donde, en un primer acercamiento, pude conocer algunas de las zonas más sensibles del país. Esto me llevó, curiosamente, a lugares vinculados con transiciones económicas y productivas. Fue precisamente en Ibagué y sus inmediaciones donde comencé una serie de ejercicios de exploración plástica y de reconocimiento del entorno tanto físico como social. De esta forma, el interés inicial por el territorio develó un sinnúmero de situaciones y problemáticas sociales, económicas y políticas que transformé en pequeños gestos, imágenes y acciones creadas con la comunidad local.
Entre el 2010 y 2012, emprendí el proyecto Coordenadas Móviles, una serie en la cual me refería a situaciones complejas relacionadas con las causas del conflicto de una forma más abstracta. Buscaba profundizar el potencial de la cartografía física que visitaba de forma recurrente, y usarla para expresar percepciones subjetivas del territorio. Utilicé pinturas, collages, ensamblajes de objetos encontrados, entre otros. Más adelante, en Impacto Mínimo (2013), desarrollé un trabajo en Santa Marta con una comunidad de pescadores de la playa Pozos Colorados. Empleé de manera intuitiva una metodología cercana a la Acción Participativa, sin saber que esta existía, buscando expresar las contradicciones que hay en el hecho de sobrevivir de un oficio artesanal, la pesca, en medio de un territorio invadido por la creciente industria del turismo y la minería, en particular la explotación del carbón en territorios aledaños. El manejo deficiente de los recursos naturales, como el agua, ha traído contaminación y ha alterado la única fuente de recursos de este tipo de comunidades: el mar. El trabajo que realicé con estos pescadores me permitió señalar esta situación por medio de dos instalaciones en las que se hacía evidente cómo sus redes, que antes estaban rebosantes de peces, ahora atrapaban más botellas, empaques y otros residuos de basura arrojados por nativos y turistas durante las últimas décadas.
De la serie Impacto Mínimo, 2013. Lina Espinosa
De esta experiencia surgió Flores Negras, una serie de imágenes elaboradas a partir del croquis del departamento del Magdalena y de muestras recogidas de arenas del mar en distintas playas de la región. Planeo continuar con este proyecto, esta vez ampliando la zona de influencia para enriquecer el análisis sobre la complejidad de las tensiones que se generan en lo que yo llamo “Zonas Vulnerables”. Es decir, aquellas cuyas poblaciones se encuentran en riesgo por una mezcla compleja de factores que incluyen el potencial industrial de una región, el abandono del Estado, y la interferencia de actores del conflicto en pugna por el territorio, que presionan a la comunidad para desplazarse a otros lugares, bien sea mediante amenazas o actos de violencia directos.
Flor Negra 4, 2013. Lina Espinosa
Actualmente, existen pequeñas comunidades vulnerables en el país con la necesidad de comunicar sus preocupaciones y emociones. Algunas están en medio de las tensiones que produce la imposición de proyectos industriales en zonas agrícolas y mineras, otras han sufrido el desplazamiento forzado a causa de distintos actores. Muchas de estas comunidades aún carecen de herramientas para hacer visible su situación, sus emociones o preocupaciones; otras logran organizarse y buscan expresar su descontento, pero permanecen bajo la presión de grupos que intentan, por medio de la violencia, impedir que esas voces sean escuchadas. Una mirada interdisciplinaria enriquecería la visión tanto de las Ciencias Sociales como del Arte y permitiría establecer un acercamiento respetuoso y acertado a estas comunidades para construir memorias y relatos hacia el futuro.
Yo creo que el arte tiene el poder de mostrar lo que la sociedad no quiere ver, de traer a la conciencia situaciones relacionadas con las causas y consecuencias del conflicto, para evitar que el olvido nos haga continuar repitiendo la misma historia sin sentido.
1Zonas Vulnerables Tolima se realizó en el año 2009 en el marco del programa Obra Viva apoyado por el Banco de la República. El reconocimiento del territorio como espacio físico y como espacio social permitió que, en conjunto con un pequeño grupo de habitantes del Tolima, pudieran hacerse evidentes algunas problemáticas que afectaban y aun afectan a este lugar. En este departamento, se desarrolla actualmente la explotación de oro de la mina La Colosa en Cajamarca. La riqueza del territorio paradójicamente genera situaciones complejas entre la población que antes vivía de la agricultura en la zona.