Hay ya una larga historia de intentos pedagógicos en el campo de la enseñanza de metodología en Ciencias Sociales. Todo indica que, asumida como tarea pedagógica, la metodología es una cuestión que se resiste a una fácil solución. Es más, se resiste a una única solución. Es que son, como se dice, “múltiples factores” los que hay que atender cuando se trata de crear una fórmula educativa que resulte eficaz. Esta misma palabra, eficaz, ya es de por sí problemática, pues conlleva a la pregunta sobre qué es eficaz en una fórmula educativa en metodología.
El propio concepto de pedagogía en metodología, de asumirse como tal, es decir, como algo existente, supone ya una apuesta crítica y riesgosa debido a que remite a severas identidades paradigmáticas. He podido constatar cómo ciertos académicos sostienen que la sistematización de una pedagogía en metodología no es solo un empobrecimiento del concepto acto investigativo, sino también una contradicción, un imposible: no hay manera de codificar ni estandarizar una actividad profundamente creativa y personal (intransferible) y, por lo tanto, esquiva e irreductible a un sistema, como lo es investigar en Ciencias Sociales.
De la manera como se aborde y asuma el problema de la pedagogía en metodología, se deriva una posición y una solución al problema del profesor(a) de metodología: ¿quién es más idóneo, el que “enseña” su experiencia espontáneamente o el que ha logrado un canon de enseñanza a fuerza de ser un docente en la materia? Estos son asuntos centrales, pero no son los únicos. Cito sucintamente otros: en la medida que hay metodologías y no metodología, ¿qué conviene más, un profesor que desarrolle sus cursos con su creencia metodológica, o uno que, por dominar varias, desarrolle una propuesta polifónica? Esta polifonía ¿es mejor conseguirla con varios profesores en un mismo curso? Otro problema: ¿se puede enseñar metodología “teóricamente”? ¿Son todos los cursos de metodología eminentemente prácticos? Seguido de esto, ¿quién protagoniza un proceso pedagógico en metodología: el profesor o los estudiantes? Y quizás uno más mundano: en una clase de metodología ¿hay que asumir que todos los concurrentes están ahí porque quieren ser investigadores? Y si todos tuvieran este deseo ¿hay que suponer que ya saben algo de metodología o que no saben nada?
Una máxima que resulta de una visión amplia, histórica y vivida es la de la impenitente intervención para corregir y la de una búsqueda de correspondencia de esa pedagogía supuesta, con las transformaciones en los órdenes de los saberes sociales. Asimismo, por decirlo de una manera tosca y agregada, de una búsqueda de correspondencia con las transformaciones de la sociedad. Es como si se necesitara, todo el tiempo, de una actitud reflexiva y autorreflexiva que derive en una “evolución”, por hablar de un desplazamiento, de la práctica pedagógica en este terreno.
Todas estas cuestiones salieron a relucir, una vez más, en el más reciente ensayo de enseñanza en metodología, abierto a iniciativa de nuestra Facultad, particularmente de la Vicedecanatura de Investigaciones y Posgrados. Me refiero al Seminario de metodología cualitativa para estudiantes de posgrado, que tuve el desafío y el placer de coordinar. Tal como ahora lo entiendo, este seminario y los que vendrán, son una apuesta y un proyecto. Son una apuesta, porque reposan en la creencia de que se necesita hacer mucho más y cada vez mejor; y una modalidad para conseguirlo es probando una confluencia de disciplinas y experiencias en un mismo proceso pedagógico. Es una apuesta de la Facultad de Ciencias Sociales por integrar saberes y por experimentar la idea de que la adquisición de un conocimiento metodológico se consigue conjugando esfuerzos.
En la medida que hay metodologías y no metodología, ¿qué conviene más, un profesor que desarrolle sus cursos con su creencia metodológica, o uno que, por dominar varias, desarrolle una propuesta polifónica?
En efecto, durante el semestre que acaba de terminar, ejercieron como profesores Marta Herrera y Hugo Fazio, de Historia; Martin Packer, de Psicología; Alejandro Castillejo, de Antropología; y quien suscribe, de Ciencia Política. Tuvimos como participantes a estudiantes de las maestrías de Antropología, Ciencia Política, Historia, Lenguajes y Estudios Socioculturales, y del doctorado en Psicología. Como estaba previsto, pudimos ver en escena esta propuesta, sopesar su posibilidad y dilucidar su perfeccionamiento. Por eso digo: estos seminarios no son solo una apuesta, sino también un proyecto. El desafío es desplegar su potencial, sobre la base de persistir en la superación de las dificultades y problemas que acarrea la pedagogía en metodología de la investigación, y todavía más, de una concepción colectiva y cooperativa de enseñanza.