El pasado 16 de mayo se llevó a cabo en la universidad un concurrido Encuentro de la Facultad titulado «Lo religioso y sus desafíos a las ciencias sociales». Las ponencias que abrieron el debate fueron dictadas por Margarita Cepeda, profesora del departamento Filosofía, Ángela Iranzo, profesora del departamento de Ciencia Política y Fabián Salazar, director de InterFe (Fundación para el Diálogo y la Cooperación religiosa). Además, al evento asistieron representantes de diferentes formas de religiosidad (por ejemplo, de la comunidad Bahá’í, del Hinduismo, de la Iglesia Anglicana, o la Iglesia Presbiteriana), lo cual permitió el desarrollo de un nutrido debate, del cual surgieron las siguientes reflexiones.
Para comenzar, es importante reconocer que el avance de la modernidad no ha significado un retroceso de la religiosidad. Si bien es innegable que con la Constitución de 1991 Colombia dejó de ser un Estado confesional, o que con el paso del tiempo ha disminuido la población asistente a las misas en las iglesias católicas, las sociedades no se están secularizando (entendiendo «secularización» como la erosión de las creencias y prácticas de tipo religioso). Más bien, lo que vemos es la multiplicación de nuevos movimientos religiosos y de formas de espiritualidad no institucionalizadas.
El pluralismo religioso moderno, inscrito en el marco del multiculturalismo, se basa en el principio de la libertad de culto, lo cual implica el respeto e inclusión de las diferencias culturales y religiosas. Esas diferencias conforman la sociedad nacional y, por lo tanto, deberían poder convivir dentro ella. Sin embargo, también hay que reconocer que las distintas formas de religiosidad, con sus doctrinas, sus verdades, sus filosofías o cosmologías, también involucran diferentes modelos de comportamiento, diferentes criterios para calificar las conductas humanas como «buenas» o «malas», «aceptables», «equivocadas» o «intolerables». Las religiosidades prescriben comportamientos como necesarios o aconsejables para llegar a ser una persona «íntegra», «sana», «feliz», «en paz» etc.
Si los principios religiosos influyen en los comportamientos del ciudadano, el pluralismo religioso se inscribe en un debate sobre los principios que organizan la sociedad. No podemos pretender que todas las religiones «en el fondo» siguen los mismos principios, o que son un asunto de espiritualidad privada y personal que no interfiere con lo público. Ese imaginario sobre lo religioso no corresponde con la aspiración a participar en la construcción de la sociedad por parte de los creyentes y representantes religiosos. Por ende, este es también un debate sobre cuáles deben ser los principios que guíen dicha construcción.
Ante este dilema (que es un dilema del multiculturalismo) se ha pretendido instaurar una serie de reglas mínimas de convivencia que serían «neutras» y «a-religiosas». Esa propuesta suscita al menos dos objeciones: Primero, un creyente puede argumentar que es un error no basar la «formación de los ciudadanos» en principios religiosos, ya que éstos serían la mejor manera de formar personas «íntegras», «sanas», «felices», etc., y así, una «buena sociedad». Segundo, los principios supuestamente a-religiosos que fundamentan la normatividad actual del Estado-Nación no son realmente neutros ni universales como se pretende, sino que también están basados en una cosmovisión, en unos valores, en unas nociones del bien y el mal, de lo correcto, lo sano, etc., como también sucede con cualquier religión. Esos principios (que, resumiendo, podemos llamar «liberales») son entonces particulares y se han impuesto en relaciones de poder.
El diálogo interreligioso no es simplemente una forma de reconocer las creencias del Otro o aprender de su sabiduría. Debemos reconocer también que existen verdades, valores y comportamientos que unos actores promueven, mientras que otros no los toleran. Negar eso es ignorar que lo religioso es inseparable de las nor-matividades y de las dinámicas que afectan lo social. Por eso el debate sobre el pluralismo religioso es un debate sobre las maneras de construir sociedad.