No es un secreto que los temas atinentes al desarrollo infantil es uno de los más discutidos por los investigadores contemporáneos y más citados en las agendas políticas de distintos países. Lo que parece no ser tan evidente es cómo se está pensando dicho tema en niños que por diversas razones se ven enfrentados a la necesidad de vivir en instituciones de protección infantil (v.g. orfanatos, hogares sustitutos, hogares de paso, etc.). Y esto constituye un punto importante de reflexión, pues el número de niños institucionalizados parece, tristemente, estar en aumento. A la fecha, los datos más recientes proporcionados por la UNICEF apuntan que en el mundo existe un estimado de 2 millones de niños que viven bajo el cuidado de instituciones gubernamentales, quienes se encuentran en condiciones de desarrollo diferentes a aquellos niños que gozan del cuidado de su familia.
Por lo general, los resultados de las investigaciones al respecto señalan que existe una relación negativa entre la vida en un ambiente institucional y el desarrollo del niño. Esto ha llevado a que los investigadores ahonden en cuáles son las características de las instituciones de protección infantil que afectan al niño y, sobre todo, qué puede hacerse para solventar las limitaciones inherentes a los contextos de protección, relacionadas principalmente por los escasos recursos materiales y humanos, y con la calidad del cuidado que se les provee a los niños.
Sin embargo, pese a que las investigaciones adelantadas sobre el tema en cuestión enfatizan en los efectos adversos de la vida institucional para el desarrollo del niño, no es posible generalizar las conclusiones a toda la población que vive en dichos contextos. Es decir, aun cuando los estudios al respecto señalan los retrasos y problemas en el desarrollo del niño asociados a la vida institucional, parecer ser que no todos los niños presentan dificultades en su desarrollo y, contrario a todo pronóstico, son resilientes a dicha experiencia. Esto pone de manifiesto la necesidad de indagar cuáles son las características propias de los niños, más allá de las institucionales, que les pueden permitir salir airosos de una condición de vida que, en principio, no es la mejor para ellos.
Debido a lo anterior, existen preguntas sin resolver, las cuales requieren una aproximación al tema descentrada de la perspectiva del déficit que normalmente distingue a la investigación sobre este tópico y a la caracterización de la población institucionalizada. Cuestiones referidas a factores propios del niño institucionalizado, que pueden llevar a verlo como un sujeto resiliente y no únicamente como una víctima del sistema, son imperativas al momento de considerar un espectro más amplio de lo que es el desarrollo infantil y su relación con el contexto y las condiciones que le subyacen. En este
sentido, es importante que una propuesta de investigación esté orientada al esclarecimiento no sólo de los factores institucionales que limitan el desarrollo del niño, sino también a indagar las características de este último que pueden cambiar la relación entre la vida institucional y su desarrollo. Hacerlo implica reconocer el rol protagónico del niño en el tema y considerar que, hasta el momento, la teoría y la investigación parecen haber ignorado un elemento central para explicar la realidad de la población que vive y crece en contextos de protección.
Lo dicho configura uno de los principales intereses para un proyecto de investigación en el marco de una disertación doctoral. Los vacíos teóricos y empíricos conducen a la necesidad de formular nuevos marcos que permitan explicar el desarrollo «positivo» de una parte de la población institucionalizada que, por demás, parece desafiar a la teoría normativa sobre el desarrollo infantil. No basta conformarse con los modelos que explican el desarrollo deficitario de la mayoría de los niños institucionalizados. Existe un grupo dentro de dicha población cuyas trayectorias de desarrollo contrarían las conclusiones y predicciones de la literatura que debe ser reconocido y que merece ser puesto en primer plano para repensar lo que sucede con ellos una vez ingresan al sistema de protección. No es posible hablar del desarrollo del niño institucionalizado si no se están considerando todas las variables y todos los factores puestos en juego. Estudiar las características individuales propias del niño que pueden afectar la relación entre la experiencia de vida en el contexto de protección (expresada en términos de la calidad del cuidado que les proveen) y su desarrollo es un primer paso para dar cuenta de que no todo es como la literatura y la teoría sugieren.
Lo dicho conduce a la posibilidad de plantear una propuesta investigativa para ampliar el poder explicativo de las teorías referidas al desarrollo del niño institucionalizado. De esta manera, la realización de una disertación doctoral basada en este tema tiene como propósito (y lo cual justifica una investigación) controvertir los modelos explicativos del desarrollo del niño institucionalizado a partir de un énfasis directo en las características individuales del niño que pueden cumplir un rol moderador en el desarrollo y que pueden explicar diferencias individuales en su trayectoria. Esto representa la oportunidad de realizar un aporte concreto a un campo del conocimiento en la disciplina psicológica que, ahora más que nunca, requiere de una postura crítica y reflexiva para trascender el discurso del déficit que tradi-cionalmente ha caracterizado la concepción del desarrollo en niños institucionalizados. En última instancia, representa la posibilidad de observar si las diferencias individuales pueden responder por algo más que los retrasos en el desarrollo.