Libertad, virtud y razón quedan entonces en una relación bastante estrecha. Sólo si se sigue lo que la razón indica es posible vencer el «impulso del exclusivo apetito»; sólo a través de la virtud nos podemos dar nuestras propias reglas. La virtud permitiría que no obstaculicemos la libertad de los demás, evitaría el sometimiento de las voluntades a las de otro particular, al mismo tiempo que reafirmaría la autonomía de cada individuo, pues sería escogida por cada uno como la regla de su actuar.
Felipe Castañeda, Grupo de traducción del Latín
Año:
2024