Por: Laura Soto-Peña
Este semestre tuve la oportunidad de ver varias clases que me hicieron reflexionar profundamente sobre el significado del desarrollo y mi rol como futura politóloga y economista. Tuve, también, la oportunidad de aproximarme a visiones feministas que desconocía, en especial a los ecofeminismos. Entre los azares de los programas de curso, logré acercarme al trabajo de Vandana Shiva, una ecofeminista india que describe el “principio femenino” como la fuente de vida y la base de una relación sostenible con la naturaleza. Bien se ha documentado que las lógicas del capital tratan a los cuerpos feminizados, como la naturaleza, como entes sin vida y racionalidad propia. Así pues, Shiva muestra que en la biodiversidad y en los conocimientos tradicionales se pueden encontrar políticas que satisfagan las necesidades vitales y se opongan a formas de dominación capitalistas y patriarcales.
Otra interesante aproximación que tuve fue con la perspectiva de la política en femenino de la matemática, filósofa y socióloga mexicana Raquel Gutiérrez. Este calificativo, “en femenino”, busca establecer un compromiso colectivo con la reproducción de la vida tanto humana como no humana. Ella sugiere que lo común, es decir, la acción colectiva de la producción y reapropiación de las condiciones materiales de vida nos permite tener una relación más sostenible con la materialidad ofrecida por la naturaleza. Considero que este giro de perspectiva política nos permite reapropiarnos de nuestras decisiones. Es en esta porosidad del modelo, que admite contribuciones del exterior de la comunidad, de lo común, donde se producen las novedades y las soluciones políticas creativas.
Si bien no pretendo realizar una revisión de la literatura ecofeminista, quisiera compartir mis reflexiones personales sobre el ecofeminismo y sus posibles aportes a la construcción de políticas públicas en Colombia. Debo admitir que mis primeras aproximaciones a Shiva y Gutiérrez fueron someras. Sus aportes me resonaban mucho con una frase de la fundadora del grupo activista ecofeminista La Totuma, “Colombia está llena de ecofeministas no declaradas. El título a veces no importa, lo que importa es lo que son en la práctica”. En Colombia, las luchas por la protección, conservación y reproducción los cuerpos feminizados son más incesantes que nunca. Pero, aun así, las lógicas de lo común no son novedosas, sino que más bien han sido rescatadas y examinadas con mayor atención en la discusión pública. En Colombia no requerimos producir nuevas formas de lo común, o del autogobierno, sino reforzarlas.
Al hablar del autogobierno, usualmente se piensa en la ruralidad. Pero no se circunscribe a la ruralidad, sino también se encuentra en la urbanidad. Es precisamente en los espacios de deliberación colectiva, sean rurales o urbanos, en donde la participación se convierte en una obligación para aprovechar los benéficos de lo común; donde se construyen las lógicas del autogobierno. Por ende, de Shiva y Gutiérrez podemos derivar un entendimiento de prácticas de lo común que ya existen en el país. Si bien estas dos autoras proponen dislocar la capacidad de mando del Estado, sugiero que las lecciones del ecofeminismo nos permiten pensar en una sinergia entre el Estado y lo común. Es la articulación de las prácticas locales con una conciencia de la racionalidad de la naturaleza (mediada por la porosidad de las decisiones engendradas en lo común) la que nos permite amplificar las capacidades sociales de intervención. Gutiérrez nos recuerda que es en la reparación de la palabra y la decisión colectiva donde se genera una política donde todos los actores se sienten dueños de los asuntos a debatir.
Por tanto, la noción del desarrollo en Colombia no debe restringirse unívocamente al crecimiento económico, sino también a la producción de formas políticas de lo común. Solo allí podremos encontrar lógicas de apropiación de las decisiones. Pero estas decisiones, además, deben ser consistentes de la conservación y reproducción de la vida. La fragilidad de la naturaleza nos lleva a pensar en soluciones proactivas y, por tanto, un desarrollo sostenible solo puede ser alcanzado por medio de un refuerzo de las políticas en clave (eco)femenina; políticas de lo común.