“para preguntarnos por la diversidad en la ciencia, primero hay que preguntarnos quiénes producen conocimiento, dónde y para qué”.
mente, durante la entrevista, conversamos sobre qué significa tener y promover diversidad en la ciencia, en la academia y en nuestras prácticas epistémicas, y sobre la situación de la producción de conocimiento en Colombia y en Latinoamérica respecto a los temas sobre sexualidad y género. El llamado de atención a qué significa tal promoción y los riesgos de la noción de diversidad, fue una constante.
Algo que José Fernando señala sobre los estudios de sexualidad y género en Colombia es que, en su historia, éstos no han recorrido el camino de institucionalización, común en otros países como Estados Unidos. Partiendo de su historia personal, José Fernando cuenta cómo la producción de conocimiento alrededor de estos temas en nuestro país se ha dado “por fuera de la institucionalidad y en una relación estrecha con activismos y acción social. Tal es por ejemplo el caso de los conocimientos sobre orientaciones sexuales, identidades de género, conflicto y paz, un asunto en el cual Colombia ocupa un lugar de liderazgo y permanente creatividad”. Esto para él es clave, porque para preguntarnos por la diversidad en la ciencia, “primero hay que preguntarnos quiénes producen conocimiento, dónde y para qué”. Y en el caso de los estudios sobre sexualidad y género, “sí hay conocimiento producido por mucho tiempo, pero no ha sido institucionalizado académicamente como lo entendemos; ha sido liderado sobre todo por personas que no necesariamente están pensando en producir conocimiento académico y que trabajan en relación con agendas de cambio social muy precisas.”
Esta no institucionalización se podría ver como una falencia, pero para José Fernando, “ese es el valor de lo que hemos hecho en Colombia o en América Latina con los estudios de estos temas de diversidad sexual, género, LGBT, y disidencias sexuales. Su valor está precisamente en ese lugar de intersticio. […] Sí tienen una relación con la academia, sí tienen una relación con conocimientos sistemáticos y con producción de teoría, pero no lo hacen con los patrones, con los lugares, incluso con los recursos académicos institucionales tradicionales. Todo eso genera un reto muy particular, porque van a ser conocimientos que en muchos casos se hacen como respuestas a situaciones a veces coyunturales y con los recursos que se disponen en algún momento concreto. Esto hace que a veces sean efímeros, temporales, y operen como oleadas de cosas que se traslapan entre sí, se pierden, cambian y transforman, y eso tiene posibilidades y limitaciones.” Más aún, para José Fernando, “ese conocimiento, como no está institucionalizado, permite abrir otro tipo de preguntas como, por ejemplo, la importancia evidente del conocimiento de uso social.”
En ese orden de ideas, lo que encontramos en este contexto es una diversidad de espacios de producción de conocimiento. Con esto en mente,
frente a la pregunta ‘¿Qué es una
comunidad científica diversa?’ o ‘¿Qué
tipo de diversidad queremos promover en la ciencia?’, lo primero que el profesor nos sugiere es tomar la categoría de diversidad con cuidado, pues esta es una “categoría potente y peligrosa. Es potente porque te permite una cantidad de cosas que de otro modo no se lograrían, como ampliar agendas, incluir temas que no se considerarían, expandir formas de conocimiento. […] Pero diversidad también es una categoría peligrosa, porque puede convertirse básicamente en ejercicios de inclusión mecánica, o de una ampliación de esos espacios sin que esos espacios se cuestionen. Se amplía el número de sillas en la sala, pero no se cuestiona por qué es esa la sala y no otro espacio. […] Es una categoría que fácilmente es instrumentalizada y coaptada por las instituciones o por mecanismos tradicionales de poder.”
Lo segundo que José Fernando propone es revisar la idea de comunidad científica o comunidad académica diversa, pues precisamente el valor de los conocimientos producidos sobre asuntos como el género y la sexualidad es que emergen de comunidades que no llevan este apellido de “científicas” o “académicas”. Dice José Fernando: “en los temas en los que yo trabajo, sí hay una comunidad de producción de conocimiento que no necesariamente se entendería en los términos tradicionales de ‘comunidad científica’ […]. Pero eso no quiere decir que no haya unos acumulados de conocimiento, que no haya
un conocimiento que se produzca sistemáticamente, o que no haya unos aportes significativos a avanzar en la comprensión de ciertos temas.” En ese sentido, las comunidades que producen conocimiento en estas áreas de estudio sí son diversas, pero entendido de otra manera: “son comunidades que operan sobre todo en espacios no institucionalizados, como los activismos, las organizaciones sociales o la acción estatal, y cuyo conocimiento circula por canales que no son con los cuales se legitima el conocimiento científico habitual. […] Se produce un montón de conocimiento increíble en estos espacios que no necesariamente va a salir en una revista Q1. Su particularidad es que es un conocimiento que circula por muchísimos canales informales.” Por lo tanto, estas comunidades epistémicas son diversas en tanto que “constantemente están interpelando las formas como el conocimiento científico se legitima y se considera válido. Precisamente, como no operan con estas ideas, entonces no buscan tanto que se amplíe el canon como si fuera una línea recta que se prolonga, sino que se piense desde la diferencia, la excepción, lo inusual, desde otros espacios diferentes. En lugar de ampliar el espacio para incluir una silla más […], lo que se hace es decir ‘aquí necesitamos cosas que operan on otras lógicas y otras necesidades’. Podríamos decir incluso, más que comunidad científica diversa, más bien comunidad científica alterna […], más marginalizada, en el sentido de que está al margen
de los lugares habituales”.
Lo tercero que José Fernando nos invita a pensar es en el término diverso. Por un lado, podemos entender ‘comunidad diversa’ como haciendo alusión a “una composición de sujetos”. Por otro lado, según José Fernando, “también podemos pensar ‘ diverso’ como verbo, y pensar que
lo que nos interesa es diversificar.” En esta manera
de entender diversidad, “estaríamos pensando más bien […] en cómo diversificar esas comunidades y esas formas de producción de conocimiento. Desde ahí, el énfasis estaría en la estrategia y en la producción.”
La diversificación, propone José Fernando, es una manera de desestabilizar el espacio de producción
de conocimiento, desestabilizar “la idea de lo que se entiende como conocimiento legítimo, conocimiento válido, conocimiento que merece ser publicado.” Así las cosas, la apuesta por diversificar es hacer que “emerjan posibilidades diversas de interpretación de los asuntos que no necesariamente deben estar legitimadas, avaladas o construidas desde cierto lugar.”
"en los temas en los que yo trabajo, sí hay una comunidad de producción de conocimiento que no necesariamente se entendería en los términos tradicionales de ‘comunidad científica’”.
Con esta apuesta ganaríamos mucho: “la posibilidad de considerar interpretaciones posibles y más amplias de cosas, […] la posibilidad de más conflicto.” En relación con lo anterior, José Fernando nos aconseja no temer a la desestabilización que trae la diversificación. La desestabilización se ve como una amenaza desde el lugar hegemónico. Pero eso es precisamente lo que necesitamos debatir, necesitamos “tener voces que cuestionen, que actúen como contra voz, y que hagan las preguntas difíciles.”
Finalmente, José Fernando sugiere pensar en la metáfora de dislocar como una de esas maneras de desestabilizar y diversificar. A partir de las invitaciones que nos hacen las movilizaciones y políticas queer, el profesor nos propone preguntarnos por “lo transversal, lo torcido, lo que fractura, lo que de un modo u otro rompe determinados lugares, lo que cuestiona. […] Porque tú puedes decir ‘Queremos ampliar la ciencia’, pero ampliar la ciencia no supone cuestionar y revisar esos principios en los que se está dando. Y ese asunto de “ampliar la ciencia” para temas como los que yo trabajo es muy problemático. […] Todavía hoy tenemos un conocimiento científico que se produce para ir en contra de las agendas de estas movilizaciones sociales. […] No es sólo ‘¡chévere, ampliemos la ciencia y ya, pónganos una silla en la mesa!’, porque esa mesa ha sido torturadora, esa mesa ha sido excluyente. […] Tal vez en esa mesa no queremos, o no debemos estar, y es de donde nos han sacado. Entonces la cosa no es tan solo ‘ampliemos’. Nuestra propuesta de dislocar es porque dislocar significa sacar del lugar habitual.” Ahora, dislocar también alude a la idea de la loca, y a actuar desde ese lugar que no se acomoda. Para José Fernando, ese lugar permite “ver desde esa perspectiva inusual, ver desde el margen”. Debemos, entonces, diversificar, desestabilizar y dislocar la ciencia, para dar espacio a eso que suena fuera de lugar, a lo subversivo, a lo extraño, a lo que ha sido omitido de lo que se considera ‘conocimiento legítimo’ para así poder concebir otras posibilidades. •
Entrevista con: José Fernando Serrano
Profesor. Departamento de Lenguas y Cultura