Percibo que detrás de cada una de estas expresiones en que aparece “ciencia”, o se está aludiendo a situaciones y problemáticas distintas de un mismo fenómeno, o se hace referencia a conceptos desemejantes e incompatibles.
Concretando y organizando el debate tal como se está produciendo, esto es lo que estaría en juego:
El uso de la palabra “ciencia” que remite al carácter esencial de práctica cognitiva que tiene el rasgo de ser una realidad concerniente, puramente, al conocimiento.
El uso de la palabra “ciencia” para concebirla como un “mundo social”, como un orden social, o como una sociedad en sí misma (como un sistema o un subsistema social). La ciencia no es una práctica humana solo para conocer, sino que es un conjunto humano donde se despliegan determinadas relaciones sociales (de poder también, ciertamente) y unos regímenes para convivir ahí, y que afectan los “otros mundos” de una sociedad total.
El uso del vocablo “ciencia” para designar un mundo social que tiene y debería tener un tipo de relación con una “sociedad total”, entendiendo por esta un ámbito mayor donde hay otros mundos con los cuales la ciencia desarrolla y debe desarrollar un tipo de relación.
El debate sería fructífero si cada una de estas dimensiones de la ciencia se asumiera como un tema por deliberar, lo que daría pie a tres discusiones distintas. Estos tres temas están engranados sistémicamente, por tanto, lo que ocurra con el destino de uno de ellos afecta al de todos los demás en eso que se llama genéricamente ciencia.
Podría avanzarse todavía un poco más en esta propuesta de organización del debate. Para ello habría que establecer qué podría discutirse en cada tema. Lo haré de un modo bastante desprevenido.
La ciencia como práctica o experiencia de conocimiento
Sería pertinente discutir sobre la índole de los conocimientos que la ciencia genera y debería generar. Si los conocimientos son los resultados de las acciones científicas, ¿cuál es la naturaleza de estos resultados? ¿Son conjeturas? ¿Son verdades definitivas? ¿Deberían convivir en la ciencia unas prácticas que produzcan conjeturas con otras que tuvieran como cometido producir verdades indiscutibles? ¿Podrían caber como prácticas de conocimiento válidas otras prácticas que “la ciencia mundo social” no reconozca?
¿Qué motiva y qué debería motivar la necesidad de conocimiento? En ciencias sociales hay una conciencia fuerte de que la ciencia como práctica cognitiva debe responder a las necesidades sentidas de la sociedad y, no tanto, a las demandas autorreferenciales que las agendas de investigación de las disciplinas van instaurando como prioridades.
Podría debatirse si las agendas de investigación deberían estar constituidas por los asuntos relativos a lo pertinente para la ciencia o por lo necesario para el país.
Aquí cabría reflexionar sobre la confusión que trae identificar automáticamente ciencia con conocimiento ¿Habría que evitar esta confusión? ¿Es posible evitarla?
Propondría también (volver a) discutir sobre si siempre que hablemos de ciencia, incluyamos a las ciencias sociales, sin desmedro de si cabe pensar que otros “saberes” quepan ahí o deban quedar afuera.
Sugiero además discutir si no sería mejor hablar del “conocimiento que necesita Colombia”, en vez de la “ciencia que necesita Colombia”.
La ciencia como un “mundo social”, un orden social o una “sociedad”
Habría que discutir sobre la convivencia de una diversidad cognitiva, pero como diversidad social (esto es, identidades sociales de igual valía y reconocimiento), en el mundo de la ciencia: ¿deberíamos apostar a unas ciencias mono-identitarias o mono-paradigmáticas, en los términos de Kuhn? ¿La sociedad de la ciencia debería tolerar la sumisión identitaria o paradigmática? ¿Convendría un pluralismo identitario (paradigmático) para una mayor democracia científica? ¿Qué consensos cognitivos, y a qué precio, son en verdad posibles en la ciencia vista como una sociedad?
Cabría en este punto la discusión sobre ciencia y academia, sobre sus fronteras y solapamientos y sobre la conveniencia de tener una ciencia menos academicista.
Esta ciencia, vista como una sociedad que deviene históricamente en unos órdenes sociales específicos, no está exenta de desarrollar los mismos fenómenos sociales y políticos que cualquier “sociedad total”. Según mis investigaciones, en la ciencia hay procesos de diferenciación social en la forma de clases sociales, hay discriminación social, hay fenómenos de dominación, subalternización e invisibilización. ¿Deberíamos discutir estos hechos sociales? ¿La ciencia que necesita Colombia sería una ciencia sin atavismos, segregación ni prejuicios?
Debido a la discusión anterior, es importante un debate sobre la realización humana, la justicia y la felicidad en la ciencia. En los últimos años, hemos visto trazas de una degradación de la realización humana, debido a que realización científica pasó a ser sinónimo de producción de unos determinados “productos” y cierta “productividad”, que equivale a unos rendimientos en periodos de tiempo extenuantes y enajenantes. Este régimen ha ocasionado incluso un trastocamiento del fin del conocimiento, donde la meta es producir y no necesariamente aportar.
En historia y sociología de la ciencia hay un debate sobre el grado de autonomía que tiene y debería tener el mundo de la ciencia ¿Cuánto, por razón de diversos factores, se ha encapsulado la ciencia en Colombia? Si está muy encapsulada o aislada, ¿habría que desarrollar acciones para revertir la tendencia?
¿Por qué no volver la mirada a la ciencia como institución y con sus instituciones? Además de las universidades, ¿en qué otras partes debería hacerse ciencia?
Si es cierto que el debate en cuestión se inaugura para llegar a lo fundamental, ¿por qué no polemizar sobre la ética y la misión del científico, el cultivo de un ethos que contenga unos nuevos valores reflejo de la realidad inmediata y no únicamente de una inapelable realidad global?
¿para quiénes es la ciencia? ¿Todos los miembros de una sociedad total la necesitan por igual? ¿La ciencia se pone en marcha en función de las necesidades de unos sujetos y no de otros?
El mundo social de la ciencia y la sociedad total
Cuando hablo de la ciencia como mundo, hablo al mismo tiempo de los otros mundos que no son la ciencia: el mundo del arte, de la política, de la empresa, del deporte, por ejemplo. La ciencia tiene diversas relaciones con cada uno de estos cosmos. De estas relaciones depende mucho la necesidad de ciencia y quizás de unas ciencias en particular más que otras. ¿Cómo deberían ser estas relaciones? ¿Habría que privilegiar las relaciones con unos mundos más que con otros? Hoy se ve imprescindible la “alianza” con el mundo empresarial. Esta imaginación de las relaciones con otros mundos es la que podría controlar una tendencia al encapsulamiento y daría con una mejor justificación de la existencia de la ciencia.
Para la cultura de la ciencia moderna, esta es el mundo central sobre el que giran y deberían girar todos los restantes. Tiene un poder y una hegemonía cultural legítima ¿Es conveniente poner en duda este supuesto aserto?
Deberíamos discutir sobre la propiedad de la ciencia: ¿de quién es la ciencia? ¿Debería ser de alguien en particular, de algún sujeto social o de alguna entidad política?
Seguidamente se dialogaría alrededor de la pregunta ¿para quiénes es la ciencia? ¿Todos los miembros de una sociedad total la necesitan por igual? ¿La ciencia se pone en marcha en función de las necesidades de unos sujetos y no de otros?
Corresponde interrogarse sobre los espacios y los actores que deberían acreditar a la ciencia. En las reflexiones académicas sobre ciencia, ha habido argumentos que sostienen que la ciencia debe ser acreditada por la sociedad, ya que es pernicioso que lo haga ella misma (en una suerte de autoacreditación), por los mismos estragos y vicios que ocasiona ser juez y parte.
En este mismo tema tiene lugar discutir si la gran misión de la ciencia es “Salvar la vida”. Algunas propuestas esgrimen la transformación radical de la ciencia contemporánea que cambie su misión.
Un debate sobre los asuntos mencionados en este tercer tema significaría poder contar con más provisiones para una respuesta al dilema sobre si la ciencia es una realidad necesaria o contingente. Recordemos que, desde hace algunos años, se han decretado (estados como el de Japón o México) medidas para suspender, abolir, o dejar de cultivar determinados conocimientos porque se aduce que no son necesarios.
El debate que ha resurgido es pertinente y necesario. Lejos de buscar zanjarlo, hay que promoverlo. La misma ciencia y la academia tienen un papel principal, en ningún caso deberían omitirse de facultarlo y secundarlo. Solo que para ello se requiere de una ética de debate que consiste, primero, en querer comprender. •
Rodolfo Masías Núñez
Profesor. Área de Sociología