Los marcos legales tradicionales frecuentemente conciben la ley como un proceso puramente racional, libre de emociones, intuiciones o sesgos. Sin embargo, las ciencias del comportamiento y las neurociencias han mostrado sistemáticamente que las decisiones humanas, especialmente aquellas que involucran juicios morales, están profundamente influenciadas por sesgos emocionales y cognitivos. Estos factores no racionales han sido raramente abordados en investigaciones en el ámbito legal, las cuales han tendido a enfocarse primordialmente en la toma de decisiones racionales. Pero ¿qué tan susceptibles son los jueces y los abogados a estas influencias no racionales cuando juzgan escenarios que implican daño a terceros? ¿Al igual que las personas sin experiencia en leyes, se ven afectados por la información sobre la intención del perpetrador, la elección de ciertas palabras para describir un evento, o por su propio estado fisiológico?
En este estudio sin precedentes, Sandra Báez, profesora del Departamento de Psicología de la Universidad de los Andes, y colaboradores realizaron una investigación en la que evaluaron la influencia de (a) la información sobre el estado mental del perpetrador (ej., si el daño se cometió intencional o accidentalmente), (b) el uso de lenguaje utilizado para describir el daño (ej., exagerando o no la descripción con adjetivos grotescos), y (c) los propios estados fisiológicos (ej., ritmo cardiaco), en la toma de decisiones morales sobre conductas criminales hipotéticas. Específicamente, exploraron la toma de decisiones morales en 45 jueces penales, 60 abogados penales y 64 controles, enfocándose en la evaluación moral, la asignación de castigo y la estimación del daño sufrido por acciones dirigidas a terceros.
Los resultados mostraron patrones contundentes. En comparación con los controles, las decisiones de los jueces y abogados se vieron menos afectadas por la manipulación del lenguaje (uso de descripciones grotescas) y por la propia activación fisiológica. Además, estos expertos proporcionaron evaluaciones más acertadas del estado mental del transgresor y fueron más justos al castigar las acciones de daño accidental. Sin embargo, los jueces y abogados no fueron inmunes al “efecto de magnificación del daño”: tal como los controles, los expertos sobreestimaron la magnitud del daño causado intencionalmente. Este resultado destaca la importancia de reconocer explícitamente la presencia de sesgos en escenarios legales o incluso en programas de instrucción en el ámbito penal, con el objetivo de promover decisiones más justas por parte de los expertos. A pesar de este importante hallazgo, los otros resultados de este estudio proporcionan evidencia sin precedentes que muestra que los expertos en toma de decisiones legales se ven menos afectados por los sesgos típicamente observados en decisiones morales, al menos respecto a la influencia del uso de lenguaje grotesco y las señales fisiológicas asociadas. Los expertos en derecho penal parecen ser capaces de emitir juicios menos sesgados que los legos. Es importante resaltar que, dado que estos últimos pueden ejercer como jurados en ciertos países, estos resultados podrían tener implicaciones que van más allá de la caracterización (y selección) de jueces y abogados.
Para nuestro conocimiento, el presente estudio representa la primera comparación experimental de la toma de decisiones morales de jueces penales, abogados penales y controles, enfocándose en tres fuentes bien identificadas de sesgos emocionales, cognitivos y fisiológicos. En conjunto, estos resultados indican como la experticia en derecho penal moldea la toma de decisiones de expertos, dilucidando su rol potencial en la posibilidad de anular los sesgos cognitivos, emocionales y fisiológicos que podrían afectar su ejercicio diario.