Un país como Colombia, para pensar en su progreso, tiene que pensar en tener esa ciencia de base, y financiar esa ciencia
Ahora bien, esto no es suficiente. Otra cosa que requiere el país es, según Silvia, “focalizar los esfuerzos. Un país necesita definir unas prioridades y unos focos, porque si no, hacemos de todo y nada. Necesitamos definir a dónde queremos que lleguen las aplicaciones de la ciencia”. Esta forma de guiar la producción científica es lo que se llama una ‘ciencia orientada por misiones’. La ciencia orientada por misiones debe ser, para Silvia, una política de Estado. Cada gobierno de turno, a su vez, debe fijar las misiones según sus prioridades y su plan de desarrollo. En relación con esto, Silvia señala que el gobierno actual ya definió cuáles serás sus pilares: “justicia social, justicia ambiental y justicia económica.” A partir de allí, se definieron las siguientes misiones para la ciencia en Colombia: “bioeconomía, ecosistemas naturales y territorios sostenibles, derecho a la alimentación, energía eficiente, sostenible y asequible, y soberanía sanitaria y bienestar social.” La ciencia orientada por misiones nos ayuda a priorizar, e indica un camino a seguir para todas las ciencias, tanto naturales como sociales. En palabras de Silvia, esto “no está dejando de lado ninguna ciencia. Tenemos entonces una base financiera de preguntas fundamentales, y de allí van a salir las aplicaciones de la ciencia. Puede haber otras, pero el gobierno va a patrocinar e incentivar la investigación especialmente en estas áreas”. Una vez definidas las misiones para así focalizar los esfuerzos, el país necesita, en primer lugar, de un “sistema real de ciencia, tecnología e innovación. Lo que tenemos hoy en día principalmente es un ministerio y las universidades, porque todo lo que está en el medio tiene tan poco financiamiento, que realmente es muy difícil hacer investigación. […] Las universidades hoy en día estamos a cargo del 90% de la investigación que se hace en el país. Esto en otros países no ocurre, pues éstos cuentan con centros de investigación. Necesitamos desarrollar los centros de investigación para que hagan esa transferencia del conocimiento de las universidades a la sociedad”.
En segundo lugar, Colombia necesita “financiación correcta”. Silvia insiste en que los rubros actuales destinados para la investigación científica en el país (aproximadamente un poco más de 0.2 del PIB) son inadmisibles, en especial si el gobierno insiste en posicionar a Colombia como “potencia mundial de la vida”, pues la ciencia es una vía esencial para eso. Así pues, “las instituciones necesitamos financiación, y varias políticas de Estado y de gobierno que nos ayuden. Una institución como la Universidad de los Andes obtiene su financiación de las matrículas de pregrado, y eso no es sostenible, y quizás tampoco ético en algunos casos”. Al no encontrar los recursos en el país, lo que hacen las instituciones universitarias, y quienes están a cargo de la investigación, es intentar obtener dinero en otras partes. En el caso particular de Los Andes, Silvia menciona que “si se mira comparativamente lo que consigue la universidad en proyectos externos versus proyectos en Colombia, la diferencia es desproporcionada, y debería haber más apoyo de nosotros para construir nuestra propia ciencia y tener nuestra soberanía. ¿Cómo vamos a construir, [por ejemplo], soberanía alimentaria, soberanía farmacéutica, con recursos que no son nuestros?” No obstante, el gobierno debe afrontar otra dificultad adicional a la de asignar mayores recursos, y es construir un ecosistema para poder sacar provecho de las investigaciones y el conocimiento que se realice en las instituciones. En palabras de Silvia, “no hacemos nada recibiendo financiación si no hay un ecosistema alrededor que nos permita hacer ese desarrollo de capacidades, que la sociedad acepte a los doctores, que la sociedad acepte a la ciencia, y que haya procesos de transferencia de conocimiento, de tecnología, e incorporación de las comunidades en todas estas discusiones. Esa es una cosa bonita de las políticas orientadas por misión: desde las mismas preguntas, la sociedad está involucrada y puede opinar sobre ellas. Porque esas son las preguntas que le duelen a la sociedad: la seguridad alimentaria, la seguridad en los territorios, esos son los dolores que tienen las poblaciones. Preguntémosles entonces a las poblaciones qué necesitan, y así, que haya aplicaciones de nuestra ciencia”.
En tercer lugar, las universidades deben encontrar estrategias para afrontar las presiones externas de políticas de evaluación de investigación y, paralelamente, promover la producción de conocimiento que sea localmente relevante y acorde a nuestras necesidades y condiciones materiales. Frente a esta dificultad, Silvia señala lo siguiente: en este momento, “estamos contra la pared por los rankings, por los grandes consorcios de revistas que, además, establecieron al factor de impacto como uno de los indicadores de calidad más importantes. […] Estamos con unos parámetros con los que todavía debemos, yo creo, jugar, porque son unos parámetros que, si no seguimos, sería un poco duro para el posicionamiento dela Universidad. Pero queremos llegar a un mundo que no esté dominado por estas tendencias que han sido malas prácticas. [Por eso], en este momento nos identificamos como una universidad anfibia, tratando de movernos en los dos mundos, pero inclinándonos mucho más a tendencias de buenas prácticas2 y de ética de la evaluación de la investigación. ¿Qué dicen estas nuevas tendencias? Primero, que tenemos que reconocer muchas formas de investigación que van más allá del artículo. […] Los temas, por ejemplo, de mentoría a estudiantes. El impacto de esa tarea para un país no es reconocido como proceso de investigación. Entonces, debemos reconocer mucho más esa diversidad.” El segundo aspecto que señalan estas nuevas tendencias mundiales de evaluación de la investigación es que “lo que debe primar es la evaluación cualitativa de la investigación, tomando unos indicadores que tienen que ser, además, diversos y aceptados por la comunidad. [Estos indicadores] tienen que ser construidos y validados por la gente que construye el conocimiento en cada área.” En resumen, lo que debe hacer una institución como los Andes es “diversificar los productos de investigación, primar la evaluación cualitativa sobre la cuantitativa, y tener cuidado sobre los indicadores cuantitativos que están acompañando esa evaluación cualitativa, e involucrar a los investigadores en la definición de las políticas de evaluación de la investigación. Yo creo que poco a poco debemos volvernos activistas de estas cosas. Por mucho tiempo América del Sur fue líder en estas discusiones sobre evaluación, pero con el tiempo hemos perdido esa voz, ahora estas tendencias vienen de Europa.” En el caso de nosotros, quizás, “toca hacer un activismo paulatino. El día de mañana no puede salir la Universidad a decir ‘Estamos en contra de los rankings’ si no hay una cultura así, porque entonces vamos a quedar aislados.”
Finalmente, la institución también debe promover internamente una comunidad de investigación justa y diversa para producir, precisamente, ese conocimiento localmente relevante que pueda responder a las necesidades de las comunidades en el país. En ese orden de ideas, con Silvia también conversamos sobre los esfuerzos de la institución para buscar esa diversidad e inclusión. Sobre este aspecto, Silvia nos invita a tener una discusión interdisciplinar para encontrar soluciones. Por ejemplo, disciplinas como las ciencias naturales o ingeniería tienen mayores problemas de diversidad, pero posiblemente son las ciencias sociales las que han estudiado el problema y han pensado en posibles estrategias. Así pues, “tenemos que invitar a ese diálogo entre los que han estudiado el problema realmente y los que tienen el problema.” Adicionalmente, Silvia señala que, en el caso de la inclusión de comunidades étnicas en la institución, es importante que la universidad postule políticas que vayan en beneficio de las comunidades, y no que busquen únicamente cumplir con un número o un indicador. Para esto, es necesario conversar con las comunidades, y comprender “por qué se necesita esa inclusión y cómo. […] Si no hacemos estas preguntas, podemos replicar los colonialismos que tanto hemos criticado.” •
Entrevista con: Silvia Restrepo
Vicerrectora de Investigación y Creación Universidad de los Andes