La relación de docencia e investigación es el tema medular para abrirnos al diálogo sobre los objetivos y la entidad de la Universidad de los Andes de cara a la Colombia de hoy. La propuesta que se ha oído es la de convertirnos en una universidad investigativa. Hacia ella apuntan fenómenos que pesan cada vez más entre nosotros. Es así que en los concursos para nuevos profesores prácticamente ya no cuenta el que los candidatos tengan o no experiencias y cualificaciones en la formación de estudiantes: lo que cuenta son las publicaciones en revistas indexadas que “posicionan” en los rankings. Y si bien un buen número de nosotros fue contratado para enseñar, ello no obsta para que a todos se nos evalúe como investigadores. Los nuevos profesores buscan, como es lógico, delegar obligaciones docentes en la medida de lo posible y refugiarse en la paz de sus cubículos a investigar. No se trata, es justo precisar, de fenómenos privativos de los claustros uniandinos sino de elementos de la economía y de la academia globalizadas.
El conocimiento ha dejado de ser visto en términos de una verdad de rasgos metafísicos y ha pasado a constituir un producto que como tal hay que gerenciar y comercializar. En tanto que investigar como libertad del querer conocer consistía en llegar hasta el fundamento de toda duda posible y de su posible autocrítica. Hoy la investigación está en función de su utilidad en la producción, y en el ámbito académico, el conocimiento ha pasado a medirse por la habilidad para crear estrategias de cruces de información que abran una línea novedosa y que dé para publicar dos o tres papers en los circuitos foráneos que, para la disciplina del caso, estén in. Problemas nacionales o locales, temáticas que conciernan realmente a la sociedad del investigador, solo hallan cabida en este despliegue virtuosista si tienen la suerte de coincidir en parte con los retos epistemológicos que estén de moda en aquellos circuitos.
Los grandes cambios que se vienen dando envuelven también a la docencia una vez que la información está a disposición de todos gracias a los actuales motores de búsqueda. El profesor que hasta hace poco mediaba contenidos tiene ahora que, a partir de la solvencia en los nuevos medios y formatos, tratar de mediar un manejo crítico de la información (casi ilimitada) para que los jóvenes piensen por sí mismos y para que, de este lado de lo virtual, mantengan conscientes sus pertenencias colectivas y la inequidad en que discurren nuestras sociedades.
De la investigación de calidad se tiene que nutrir una docencia excelente, que no fomente el sometimiento de la naturaleza y la sociedad, sino que multiplique las preguntas y permita la liberación gradual del dogmatismo.
La universidad investigativa ha sido hasta hoy un lujo reservado en Europa a Universidades que han sabido acumular durante siglos el favor de la aristocracia y de las subvenciones estatales. Y un lujo reservado también en los Estados Unidos a Universidades que gracias a la munificencia de pródigas fundaciones pueden delegar la docencia a doctorandos e instructores a fin de que los profesores dediquen todo su tiempo a investigaciones bien remuneradas. La idea de universidades investigativas toma fuerza hoy en los países emergentes del mundo, especialmente en los de Asia del Este, capaces de movilizar las ricas energías de tradiciones culturales y su proverbial empuje colectivo de producción en la búsqueda diaria de records académicos, auspiciada por la industria masivamente presente en la enseñanza superior. Hoy cabe preguntarnos si dados su reducido tamaño y sus límites de financiación, así como las condiciones de la sociedad colombiana en medio de la globalidad, no haría bien nuestra Universidad en buscar un modelo más adecuado a su realidad y a la de nuestro país, un modelo de actividad crítica que a partir de la concientización de nuestra historia y de nuestros prejuicios nos permita asumir sin exclusiones un futuro compartido desde el presente propio.
Lo anterior no quiere decir en absoluto que la Universidad de los Andes deje de investigar. ¡No! Tenemos entre tanto una buena capacidad de investigación. Y el Plan de Desarrollo Institucional vigente sanciona como tercer objetivo realizar investigación de primer nivel. Mantengamos y acrecentemos estos logros, pero vinculémoslos más activa y estrechamente con la formación. De la investigación de calidad se tiene que nutrir una docencia excelente, una que no fomente el sometimiento técnico de la naturaleza y de la sociedad y multiplique en cambio las preguntas, que permita nuestra liberación gradual del dogmatismo. Tal fue el sentido de la Universidad como la concibieron Humboldt y Schleiermacher en el Berlín de 1810 y que muchos equivocadamente tienen hoy por epítome de “la universidad investigativa”. Ellos se propusieron el tránsito de la doctrina, de la escolasticidad dogmática, a la investigación. Participar en semejante empresa no era especializarse sino irse formando en la búsqueda abierta de la verdad. El ser humano asciende al ampliar su horizonte, aprendiendo a aceptar la validez de cosas distintas a las suyas, acogiendo en él cada vez más puntos de vista ajenos. La formación es la tarea humana por antonomasia que requiere sacrificio de la particularidad a favor de la universalidad, de manera que el espíritu reconozca en lo extraño lo propio y así se pueda reconciliar consigo mismo.
En semejante tarea formativa las ciencias sociales tienen grandes posibilidades. A ellas, que giran en torno al comprender que le da movilidad a la experiencia y amplitud al horizonte, compete articular y animar la actividad crítica de la Universidad. Ellas tienen que comenzar por echar una mirada a los saberes vecinos en los otros departamentos de la Facultad y acrecentar críticamente con ellos su comprensión de lo humano. ¿Qué tal irnos metiendo unos con otros y que un buen día terminemos bien metidos con Colombia? Y, ¿qué tal hacer presencia en la discusión nacional sobre la universidad que necesita Colombia y sobre el incentivo de las regalías para el trabajo de investigación en nuestros centros de enseñanza superior?
*Carlos B. Gutiérrez es profesor titular del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes, Colombia.