¿Doctorarse o no doctorarse en Colombia? Esa es la pregunta de los jóvenes en el momento presente. Inquietud que surge no por la calidad de los doctorados, pues en el país los hay y muy buenos, sino por las condiciones institucionales en que hoy se da el fomento de la actividad de investigación, desarrollo tecnológico y la innovación caracterizada por la turbulencia y la pérdida de rumbo. En efecto, los sistemas de incentivos, las presiones del mercado y las demandas por conocimiento de excelencia van en dirección divergente.
Por un lado, se imponen las perspectivas propias de la cienciometría, así como la construcción de los más diversos rankings de universidades, haciendo de su actividad un producto de mercado. Un medio de promover la universidad como servicio especializado en la economía del conocimiento. Se construyen tipologías de universidades, se discute sobre el modelo ideal de una universidad de investigación, se presiona por hacer de ésta el lugar de la innovación y la incubación de empresas de base tecnológica. Se hace necesario preguntar por el sentido y pertinencia de tales aproximaciones a la función de la universidad. Del otro, vemos cómo la polémica de ayer sobre si investigación básica o aplicada hoy se revive como «Publicar o Patentar», entonces ¿qué criterios deben guiar la investigación en la universidad colombiana? Ante los múltiples cambios y la presión sobre la universidad de los Rankings, las fuentes de financiación, y otros, ¿a qué le deben apuntar las universidades? ¿Deben definir prioridades o algún tipo de agenda investigativa? ¿La agenda debe estar guiada por la autonomía de los investigadores, o por las exigencias del mercado o por el compromiso con los pobladores y el bienestar de la gente?
Por último, la institucionalidad para la ciencia, la tecnología y la innovación en el país ha perdido gobernanza y gobernabilidad. La locomotora de la innovación se mueve cual fantasma sin consideraciones sobre lo aprendido, sin referentes históricos, sin aprender de las experiencias previas. Teníamos claro qué hacer en el fomento de la ciencia y la tecnología, bajo el concepto de Sistema Nacional de Ciencia y Tecnología, teníamos claro qué se juega cuando se apuesta a la innovación, era claro el rol de los Sistemas Nacionales o Regionales de Innovación. Ahora tenemos la pretensión de hacer todo en un Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación que persigue juntar intereses y actores cuyas reglas de juego y de interacciones son diferentes y a veces opuestas y contradictorias. Sobre este hecho, Guillermo Hoyos decía que prefería un conocimiento CTS (Ciencia, Tecnología y Sociedad) que uno CTI (Ciencia, Tecnología e Innovación). La variedad del sistema es mayor que la variedad del regulador. Se desfinancia la investigación social y la investigación básica, se desdibujan los Programas Nacionales de Investigación. Todo lo anterior afecta las condiciones institucionales para el desarrollo de los doctorados nacionales.
La calidad de los doctorados depende en gran medida de la fortaleza de las comunidades académicas y de los grupos de investigación que los soportan. A la vez la fortaleza de las comunidades académicas y de los grupos se asocia con agendas de investigación de mediano y largo plazo, la consolidación de redes de conocimiento, trabajos persistentes y en conversación con los circuitos globales de producción de conocimiento en los ámbitos de trabajo respectivo. Esto en buena parte se refleja en la visibilidad de la producción científica de los investigadores del país. En esto se viene haciendo la tarea, se ha avanzado, pero falta mucho por hacer, ahora en condiciones en las que los recursos para investigación se han reducido, como lo indican las últimas cifras presentadas por el OCyT (Obervatorio Colombiano de Ciencia y Tecnología). En adición, debe tenerse presente que quien opta por hacer un doctorado tiene como proyecto de vida dedicarse a la investigación, a la producción de conocimiento y no se está trabajando en una política consistente para crear los nichos tanto en las organizaciones de conocimiento (universidades, centros de investigación y desarrollo) como en los productivos para el ejercicio de tal actividad.
No obstante, este panorama está por fuera de toda discusión la necesidad de apostarle al conocimiento en el país. La necesidad de apostarle a los buenos doctorados nacionales por varias razones. Primero, en el siglo XXI el trabajo será marcado por la demanda de conocimiento, la habilidad para resolver problemas y la capacidad de investigar, producir conocimiento y aplicarlo, así como por la creciente incidencia de las tecnologías convergentes en la economía, las formas de vivir y la cultura. Segundo, la viabilidad de ser parte de las sociedades del conocimiento demanda de comunidades de investigadores fuertes y visibles internacionalmente. Finalmente, los jóvenes tienen la aspiración y el derecho de ser ciudadanos del siglo XXI y no del siglo XIX. Doctorase en Colombia, fortalecer los doctorados nacionales, así como la institucionalidad para la investigación, la producción de conocimiento, su circulación, apropiación y uso, son un imperativo que no se puede soslayar. No hacerlo es correr el riesgo de ser una nación inviable.