La salud mental ha sido una de las áreas más desprotegidas en las políticas de salud en el país. La exposición al conflicto armado ha dejado graves trastornos emocionales en las víctimas, como ansiedad, trastorno de estrés post-traumático, depresión y problemas somáticos que si no se tratan oportunamente se vuelven crónicos y dan lugar a otros serios problemas como abuso de sustancias y distintas formas de violencia. Además de afectar la calidad de vida de personas vulnerables, estos problemas emocionales, junto con las condiciones de desplazamiento, interfieren con la capacidad de enfrentar las difíciles situaciones como desempleo, pobreza, condiciones de vivienda y salud, entre otros. A pesar de que la Ley de Víctimas establece la ayuda psicológica especializada para quienes lo requieran, no se están implementando intervenciones respaldadas por evidencia científica. Aunque ya se han desarrollado tratamientos no farmacológicos que han demostrado evidencia de eficacia para abordar esta problemática a nivel global, aún no se están aplicando en el país.
Para responder a estas necesidades, el profesor del Departamento de Psicología Leonidas Castro Camacho, en conjunto con el grupo de estudiantes de pregrado y de Maestría en Psicología Clínica y de la Salud del Laboratorio de Psicología Clínica y con el apoyo de investigadores de la Universidad de Boston realizaron un ensayo clínico aleatorizado para evaluar los efectos de la adaptación de un tratamiento cognitivo-conductual a las características culturales y contextuales en un grupo de 200 víctimas del conflicto armado.
Aproximadamente la mitad asistían a 12-14 sesiones de terapia durante 6-12 semanas y la otra mitad comenzaba a recibir la intervención después de 6 semanas (lista de espera). Los resultados de este estudio mostraron claramente reducciones muy significativas en todas las medidas de estrés post-traumático, ansiedad, depresión y problemas somáticos, así como mejoría en medidas de calidad de vida en el grupo que recibió el tratamiento en comparación con el grupo que no tuvo tratamiento que no mostró ninguna mejoría. Además, en los que recibieron el tratamiento los efectos se mantuvieron en un seguimiento de tres meses. Al iniciar el tratamiento, el 83% de los que participaron cumplían los criterios para al menos un diagnóstico y esa cifra se redujo a un 4% al finalizar el tratamiento. Los resultados de esta investigación acaban de ser publicados en la revista JAMA Psychiatry, una de las publicaciones de más alto impacto en temas de psiquiatría, salud mental y ciencias del comportamiento.
Esta investigación resalta la importancia de la contribución que se puede hacer desde la Universidad de los Andes a través de investigación rigurosa para atender las necesidades de salud mental de la población más vulnerable y a mejorar la calidad de vida.
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