No cabe duda de que hay temas que atraen y levantan pasiones. Los PEMP, quién lo creyera, es uno de ellos, tal y como lo pudimos constatar con la respuesta multitudinaria e incluso con el intento de saboteo del evento del 12 octubre organizado como parte de las actividades del Observatorio del Patrimonio Cultural y Arqueológico OPCA de la Universidad de los Andes y que contó con la participación de Alberto Escovar, Leonor Gómez y María Eugenia Martínez.
¿Cuál es su principal falencia?
Dado que los PEMP se definen como un instrumento de gestión mediante el cual se establecen las acciones necesarias para garantizar la protección, la conservación y la sostenibilidad de los Bienes de Interés Cultural del país -como lo señala el Decreto 2358 de 2019-, la pregunta inicial giraba en torno a la posición de los invitados sobre las virtudes y los vicios de este mecanismo: El consenso indica que si bien todos están de acuerdo en que los PEMP sirven, la última palabra no se ha dicho y en la actualidad varias cosas están cambiando frente a lo que ha sido esa tradicional perspectiva e instrumentación que venía y que sigue en algunos medios y sectores haciendo carrera, de que ante todo o por encima de todo, los PEMP son un tema de especialistas. Y en esa media, lo que se ha hecho es afianzarlo como un instrumento especializado que no requiere de un acento democrático, que en contravía con las demás prácticas administrativas y de gestión –incluidas las del Ministerio de Cultura- en general acoge hoy en día, como un pilar fundamental a la participación ciudadana.
¿Qué tan democráticos y qué tan polifónicos?
Entrando en el detalle de las intervenciones, se debe señalar que María Eugenia Martínez ve como un hecho positivo, a pesar de las críticas que se puedan hacer, que los PEMP han logrado posicionar el tema tanto en la esfera política nacional como entre las comunidades. Lo que en últimas ayuda a la gestión y sugiere una vigilancia constante sobre la misma. Adicionalmente, ve como algo positivo que exista una política de recuperación de los centros históricos, pero es clara al afirmar que los PEMP no pueden ni deben solucionar todo. Y más cuando lo que ha hecho el Ministerio en esta materia es de baja calidad.
Por su parte, Alberto Escovar indica que por fortuna, el concepto, las particularidades y los alcances del PEMP han venido cambiando a la par que el concepto de Patrimonio se ha venido transformando, y resalta que entre los cambios importantes está que el patrimonio en sí mismo ha dejado de ser un monopolio de especialistas (arquitectos y arqueólogos) para constituirse en una perspectiva de trabajo interdisciplinaria ante todo multi-conocimiento que abre el espacio para que incluso los saberes locales y los conocimientos tradicionales sean voces con el estatus de ser interlocutores válidos.
Sin embargo, la otra cara de la moneda está -según Escovar- en que los PEMP de los Centros Históricos se han convertido en una camisa de fuerza, que invisibiliza otras formas de concebir, comprender y entender las espacialidades, y más cuando estas se relacionan con otras visiones de mundo como las que tienen las comunidades indígenas y afro. En esa medida se pregunta ¿Qué tal un centro histórico palafítico? Todo un reto conceptual para la “inmensa” minoría de expertos que han pensado el tema pero no necesariamente para las comunidades cuya realidad es precisamente esa. En sintonía con lo anterior, señala la importancia de pensar los PEMP desde adentro y esto, por supuesto, lleva a pensar en lo que se entiende por participación ciudadana.
Pero ¿qué quiere decir esto último? ¿Acaso se trata de seguir realizando ejercicios dónde la comunidad y su participación es sólo un ejercicio para refrendar con ellos lo que ya se ha diseñado y decidido en otras instancias?, o por el contrario, ¿debemos preguntarnos cómo enunciar, propiciar y encarar tales diálogos para que sean en verdad espacios donde la prioridad sea producir sinergias, catálisis, y donde las comunidades adquieran y se les reconozca la autonomía necesaria para que según sus intereses y marcos de referencia, tomen decisiones sobre su futuro.
A lo anterior, María Eugenia Martínez resalta la importancia de desarrollar metodologías de trabajo participativas y concertadas que garanticen dicha interacción. En este sentido aboga por el modelo de Planes-Procesos, así como por la conformación de equipos multi-actores para el desarrollo de estos. Ver artículo: EL PLAN ESPECIAL DE MANEJO Y PROTECCIÓN (PEMP) PARA EL CENTRO HISTÓRICO DE BOGOTÁ: ¿MÁS GRAVE EL REMEDIO QUE LA ENFERMEDAD?
¿Cuál debería ser el futuro de los PEMP?
Ahora bien, frente a la pregunta por el futuro de este tipo de instrumentos, Leonor Gómez es optimista e identifica muchos escenarios de acción y transformación posibles, no obstante señala que se requiere de la creación de capacidades locales de acción a nivel de gobernaciones y alcaldías e incluso de la continuidad de funcionarios en las oficinas de planeación o desarrollo territorial, un tema que señala Gómez, es optimizar los recursos y las inversiones públicas, pues en el esquema actual con cada gobierno, casi que de forma literal, hay que hacer un curso de capacitación para el nuevo personal bajo el riesgo de no tener o no poder avanzar en direcciones claras frente a los procesos de PEMP.
Y en este sentido, es necesario también considerar el tema de la relevancia y la pertinencia de las medidas que se implementan, sobre todo para temas álgidos como la problemática en los Centros Históricos de la ocupación del espacio público por vendedores ambulantes. En el caso de Cartagena y las ventas de todo tipo de productos, ¿qué hacer? ¿Prohibirlos? Leonor Gómez considera al respecto que no se puede perder de vista que “la gente tiene que vivir”, y que por ende, las formas de control a esas actividades deben ser concertadas pero jamás prohibidas.
Alberto Escovar señala que el concepto de paisaje cultural y en particular el de paisaje urbano puede llegar a ser una categoría interesante de trabajo que logre enmendar muchos de los problemas que arrastran los PEMP, en particular las divisiones entre las categorías naturales, materiales e inmateriales del patrimonio.
Al final de cuentas, más allá de la pregunta PEMP o NO PEMP, los invitados están de acuerdo que lo importante es la concertación, la vigencia y la pertinencia de las herramientas de gestión del Patrimonio Cultural que se puedan implementar, un tema que sigue abierto al debate y a la experimentación y que nos sitúa de lleno en la elaboración de nuevas políticas públicas que tengan como norte este objetivo.
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