Los mapas sugieren la idea de un retrato, una copia de la realidad en la cual el cartógrafo representa lo que existe, el mundo tal y como es; sin embargo, más que pinturas fieles de lo que hay en el mundo, la geografía y la cartografía son formas de administrar y construir un orden social y uno natural. Los mapas permiten movilizar el mundo o partes de éste en dispositivos plano a escala humana o poner el territorio sobre una mesa de trabajo; por eso son objetos políticos a través de los cuales es posible proclamar posesión y control a distancia de vastos territorios. Los trazos y líneas que conformas un mapa son divisiones, diferenciaciones, clasificaciones y jerarquías. La cartografía es inseparable de los actos de clasificar, ordenar y nombrar que, como el bautismo, son formas de inclusión y dominio. Así es como la cartografía no es simplemente una pintura o un modelo de, sino también anticipa la realidad; un mapa es un modelo para, un poderoso instrumento de control y planeación. Desde los primeros mapas del Nuevo Mundo, en el siglo XXI, y el cometido de los imperios de la Europa cristiana de controlar los nuevos territorios y posesiones hasta los mapas nacionales del siglo XX, podemos ver una continua construcción y ordenamiento espacial; un proceso a través del cual, de manera simultánea, se constituyen sujetos con autoridad científica y política. A través de los mapas y de quienes los elaboran, podemos entender mejor la emergencia de nuevas naciones como Colombia, en el contexto de reordenamiento políticos, locales y globales.