cómo la evolución preparó
a los bebés para vivir en un
mundo cultural
Parece un hecho incontrovertible que la vida humana es formada y moldeada por las diversas experiencias que tenemos en la infancia, ya que crecemos en un ambiente cultural y familiar muy distinto. No obstante, observando los niños podemos ver muchas diferencias individuales de comportamiento desde muy temprano, antes de que tengan la oportunidad para hacer un aprendizaje social significativo; y, por otro lado, muchas semejanzas en el comportamiento de niños de diferentes sociedades.
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Interesantemente, esta preferencia no se concentra en las caras, sino que se extiende fácilmente a otros estímulos que tienen contraste de colores, cambian rápidamente y producen ruidos (¡características que lastimosamente son aprovechadas al máximo por los fabricantes de algunos juguetes infantiles!). Pero el enfoque de la atención de los bebés en los rostros, tienen consecuencias de largo alcance para su aprendizaje social y emocional. Se combina con su habilidad innata para procesar automáticamente las seis emociones básicas (alegría, asco, ira, miedo, sorpresa y tristeza), produciendo un entendimiento de grano fino de los contextos sociales y ambientales que tienden a provocar tales sentimientos en diferentes personas, una comprensión sutil y poderosa que más tarde en la vida sirve como la base de muchas otras formas de aprendizaje. Desde los primeros meses junto al aprendizaje emocional se desarrolla una conciencia creciente de los estados intencionales de otras personas, lo cual se puede ver en la distinción entre agentes y objetos.
Por ejemplo, en experimentos de habituación los bebés se asombran cuando algo que es un objeto empieza a moverse solo, pero no muestran la misma sorpresa cuando algo que en ese debate y terminaron rechazando la idea, que fue popular en otras ramas de las ciencias sociales, que la mente humana es como una tabula rasa desprovista de instintos innatos. En parte, dicho rechazo fue promovido por algunos estudios de gemelos y adopción que demostraron que los gemelos idénticos se parecen mucho más, en términos de su psicología, que los mellizos no idénticos; y que los niños adoptados tienden a parecerse más a sus padres biológicos que a sus padres adoptivos. Pero, aquí quiero centrar otra línea de evidencia importante que indica las limitaciones de la cuestión ¿naturaleza o crianza?, revelando que desde la primera infancia los niños tienen habilidades innatas que parecen diseñadas para que aprendan socialmente de las personas que los crían.
¿A qué tipos de habilidades me refiero? Las investigaciones en el desarrollo psicológico durante las últimas décadas han delineado varias, pero una que aparece muy temprano, ya estando presente en las últimas horas después del nacimiento, es una preferencia para prestar atención a los rostros humanos más que a casi cualquier otro estímulo.
Una de las grandes contribuciones de la psicología evolutiva, desde 1980, ha sido demostrar, a través de experimentos no verbales, que los bebés tienen conceptos estables y coherentes de cómo funciona el mundo, antes de poder usar el lenguaje para adquirir tales conceptos socialmente
Interesantemente, esta preferencia no se concentra en las caras, sino que se extiende fácilmente a otros estímulos que tienen contraste de colores, cambian rápidamente y producen ruidos (¡características que lastimosamente son aprovechadas al máximo por los fabricantes de algunos juguetes infantiles!). Pero el enfoque de la atención de los bebés en los rostros, tienen consecuencias de largo alcance para su aprendizaje social y emocional. Se combina con su habilidad innata para procesar automáticamente las seis emociones básicas (alegría, asco, ira, miedo, sorpresa y tristeza), produciendo un entendimiento de grano fino de los contextos sociales y ambientales que tienden a provocar tales sentimientos en diferentes personas, una comprensión sutil y poderosa que más tarde en la vida sirve como la base de muchas otras formas de aprendizaje. Desde los primeros meses junto al aprendizaje emocional se desarrolla una conciencia creciente de los estados intencionales de otras personas, lo cual se puede ver en la distinción entre agentes y objetos. Por ejemplo, en experimentos de habituación los bebés se asombran cuando algo que es un objeto empieza a moverse solo, pero no muestran la misma sorpresa cuando algo que
parece un agente hace lo mismo, y más allá de eso, automáticamente codifican el objeto o lugar en el que se produce el movimiento. Este hallazgo nos lleva a las raíces innatas del aprendizaje de los objetos y cómo se utilizan culturalmente.
Una de las grandes contribuciones de la psicología evolutiva, desde 1980, ha sido demostrar, a través de experimentos no verbales, que los bebés tienen conceptos estables y coherentes de cómo funciona el mundo, antes de poder usar el lenguaje para adquirir tales conceptos socialmente. Alrededor de los cuatro meses (a más tardar) entienden que los objetos tienen permanencia en el espacio y tiempo –es decir, que siguen existiendo, aunque desaparezcan de la vista. Por ejemplo, expresan sorpresa si un objeto de repente se desvanece en un experimento después de pasar detrás de una barrera. Esta competencia temprana se combina con las habilidades sensoriomotoras, investigadas por Piaget, empezando con reflejos sencillos, mientras el bebé integra el uso de objetos en su exploración de un repertorio de movimientos asociados con su propio cuerpo. Lo que es de interés particular es que este proceso no se realiza en el niño de forma independiente de su observación de otros actores. Además de enfocar la atención en la cara, como seres
humanos instintivamente nos centramos en las manos, y a través de estructuras cerebrales conocidas como las “neuronas de espejo” representamos movimientos de las manos y otras partes del cuerpo en una manera paralela a la representación de nuestros propios movimientos. Aunque los detalles de cómo funciona precisamente la psicología normativa al nivel cerebral son todavía misteriosos, parecería que tales formas de representaciones facilitarían la imitación y aprendizaje cultural del uso de herramientas por otras personas, así como las normas sociales y con ello la idea de que hay maneras culturalmente “correctas” de realizar ciertas acciones. A eso se le puede sumar otra dimensión con los experimentos fascinantes en los laboratorios de Tomasello durante el último cuarto de siglo, los cuales revelan que, en comparación con los chimpancés y otros simios, los niños hermanos tienen una fuerte tendencia innata para realizar acciones cooperativas cuando interactúan en una tarea con otro individuo –lo cual es otra dimensión de la normatividad.
Además de investigar los orígenes de la cooperación y comprensión normativa en los niños, Tomasello es reconocido por sus estudios sobre el desarrollo y evolución del lenguaje. En este ámbito de la comunicación, también se puede ver cómo algunas
de las tendencias evolutivas mencionadas arriba dan y reciben forma del aprendizaje social. Por ejemplo, los bebés empiezan balbuceando casi aleatoriamente, usando todo el rango de sonidos que un ser humano puede producir. Pero, después de seis meses de edad sus balbuceos poco a poco reflejan los fonemas del idioma que los rodea y que hablan sus cuidadores en la casa. En cuanto a la semántica, en el segundo año los niños empiezan a usar sonidos en una manera significativa, refiriéndose a algunos objetos comunes en su ambiente y a los agentes que los manipulan. El desarrollo de elementos de la gramática como la sintaxis es más debatido, pero parece girar en torno del aprendizaje de normas y otra vez la tendencia de analizar el mundo en términos de las acciones de agentes en objetos, lo cual Chomsky describe como la “estructura profunda” del lenguaje.
Finalmente, un aspecto muy importante del lenguaje es la pragmática, que se refiere a las reglas no escritas que gobiernan el uso del lenguaje en diferentes contextos sociales y las inferencias comunicativas que se pueden realizar al respecto. Un aspecto importante
Entonces la atención social a los estados mentales de otras personas, el aprendizaje cultural automático de cómo manipular los objetos como herramientas, y el impulso natural para comunicar nueva información con los demás a través del lenguaje, da cuenta de que no tiene mucho sentido hablar de la naturaleza y la crianza como polos opuestos en el desarrollo de los niños
de la pragmática tiene que ver con la cooperación: por ejemplo, escolares del desarrollo del lenguaje como Bruner han mostrado como los niños tienden a tomar turnos en las interacciones sociales desde la primera infancia, y cómo eso ayuda en el desarrollo de sus competencias pragmáticas en términos de su entendimiento de los papeles diferentes de orador y audiencia. Otro fenómeno conectado con la pragmática, que sigue siendo objeto de mucha investigación, es la retroalimentación entre la codificación lingüística de diferentes puntos de vista y nuestra comprensión cognitiva de los estados mentales de otras personas. En la psicología evolutiva, esto se llama la “teoría de la mente” y se cree que es muy importante en el desarrollo de formas más avanzadas de cooperación y competencia social, más tarde en la vida.
Entonces la atención social a los estados mentales de otras personas, el aprendizaje cultural automático de cómo manipular los objetos como herramientas, y el impulso natural para comunicar nueva información con los demás a través del lenguaje, da cuenta de que no tiene mucho sentido hablar de la naturaleza y la crianza como polos opuestos en el desarrollo de los niños. Lejos de ser alternativas, en realidad las dos fuerzas trabajan juntas en una danza intrincada, guiando el crecimiento del bebé y dándole forma a los conceptos constituyentes de su pensamiento. Pero aún más allá de eso, hay evidencia de que el período de la infancia en sí mismo puede haber evolucionado para enredar el aprendizaje cultural en el desarrollo. Dicho período es más largo en los seres humanos, quienes seguimos dependientes de una familia y una comunidad mucho más tiempo que nuestros primos los simios. Puede ser que esa dependencia prolongada sea la mutación original que hizo que las adaptaciones sociales, culturales y comunicativas acá descritas, sean ventajosas para nosotros como individuos. Así, se ha creado un nicho único para el animal cultural capaz de vivir en grupos enormes y formar civilizaciones marcadas por una acumulación de conocimiento casi sin límites.