Tierra de pasto y ganado
Cierre sus ojos y piense en el campo colombiano. ¿Cuáles imágenes vienen a su mente? En términos de cultivos, no sería atípico visualizar a Juan Valdez, la diversidad de una finca campesina o una plantación de palma africana. Pero la planta que ha dominado buena parte del terreno agrícola es más banal: el pasto.
A
AMEDIADOS DEL SIGLO XX , HABÍA DIEZ HECTÁREAS DE PASTO POR CADA HECTÁREA DE CAFÉ , MAÍZ Y DE MÁS CULTIVOS. Esta relación entre pastos y cultivos es extrema aún para América Latina. En comparación, en los Estados Unidos esta misma relación era menos de dos por uno, a pesar de los extensivos espacios ganaderos del Oeste. Visto de otra manera, en 1950 los colombianos habían invertido seis veces más capital en criar ganado que en empresas industriales. Y las ventas anuales de ganado y sus derivados duplicaban el valor de las exportaciones del café. Colombia ha sido en gran medida una tierra de pasto y ganado.
De esta “vocación” ganadera surgen al menos tres preguntas. ¿Por qué hay tanta tierra cubierta de pastos? ¿Cuál ha sido el significado de la ganadería para el desarrollo del país? Y ¿qué papel ha jugado el medio ambiente en esta historia?
Curiosamente, los estudiosos han prestado poca atención a estas preguntas. Para muchos, el campo era sobretodo un espacio agrícola. Para otros el tema trascendental era el latifundio genérico, sin importar lo que produjera. Cuando se despertaba algún interés en la ganadería, era para señalarla como una forma de “control espacial”. Pastar ganado era un mecanismo para reclamar derechos de propiedad, que eran la base del estatus, el poder y las rentas. En esta perspectiva, producir carne era una preocupación secundaria, lo que resalta el uso irracional de la tierra. Lauchlin Currie, el economista enviado a Colombia en 1949 por el Banco Mundial, quedó aterrado al ver los valles fértiles cubiertos de pasto mientras que los
En esta perspectiva, producir carne era una preocupación secundaria, lo que resalta el uso irracional de la tierra.
campesinos a duras penas cultivaban alimentos para la nación en tierras marginales. A su vez, esta visión ha respaldado una narrativa cuasi fundacional sobre la lucha tenaz entre colonos y terratenientes. Esta perspectiva ha señalado consecuencias negativas importantes de la ganadería, como la inequidad y el conflicto endémico. Pero al no prestar atención a la naturaleza de la ganadería, malinterpreta o ignora buena parte de esta historia. Por ejemplo, el enfoque social ha ocultado la extensa deforestación que generó. Los viajeros y pintores paisajísticos decimonónicos coinciden en la abundancia de los bosques. Aunque se habla mucho de la colonización campesina, los ganaderos, por el tamaño de su
huella, jugaron un papel crucial en la transformación del paisaje. Sin embargo, recibieron colaboración no humana. Dependieron de pastos africanos, como el pará y guinea, cuyo valor nutritivo y crecimiento rápido facilitaron la tumba del monte. Aún con esta ayuda, la conversión del bosque en potrero no fue fácil o barata. El hecho que una hectárea de “pastos artificiales” costara diez veces más que una hectárea de tierra no mejorada nos da una idea de la inversión requerida. Aunque el ganado servía para ejercer dominio territorial, el primer paso – a menudo formar un potrero – nos obliga a repensar la creencia de que el ganado era más un medio – para lograr
estatus y poder – que un fin en sí mismo. Es decir, poner atención a la naturaleza de la ganadería lleva a aceptar su carácter empresarial. Para entender el predominio del pasto, hay que prestar más atención a las ventajas productivas del ganado. Su movilidad lo protegió contra los caprichos del clima y abarató el alto costo del transporte. Su lenta reproducción amortiguó los ciclos de sobreproducción que amenazaban a los agricultores. Además, la ganadería ofrecía economías de escala que no existían en la agricultura hasta la rápida difusión de tractores a mediados del siglo XX. Para muchos era la inversión más fácil y segura, sobretodo dadas las opciones limitadas que permitía el nivel del desarrollo del país. El ganado servía de cuenta bancaria tanto para el campesino como para el latifundista. Y era una inversión líquida dada su movilidad y la demanda robusta.
La carne (de res) era de lejos la fuente de proteína animal más importante. Incluso durante la década de 1920, los altos precios del ganado gordo en la feria de Medellín, producto de esta demanda, ayudaron a frenar las exportaciones del primer frigorífico del país. Los altos precios también frustraron el deseo de reformadores sociales de mejorar al pueblo colombiano por medio de la promoción del consumo de la carne. La tensión alrededor del precio de la carne hacía parte de un debate más amplio sobre los costos y beneficios de la ganadería. En la década de 1920, A lejandro López seña ló que la ganadería – a l monopolizar la tierra y usar poca mano de obra – era un obstáculo para el desarrollo. Pero sus seguidores suelen a pasar por alto el dilema que López identificó: que era difícil competir con los beneficios privados de la ganadería. Es decir que era un negocio rentable.
Aunque se habla mucho de la colonización campesina, los ganaderos, por el tamaño de su huella, jugaron un papel crucial en la transformación del paisaje. Sin embargo, recibieron colaboración no humana.
Hubo tanta tierra en pastos en parte por las ganancias que prometía, que a menudo eran más seguras que grandes. También hubo mucha tierra en pasto porque la ganadería no era tan productiva. Dado que un novillo necesitaba casi cinco años para estar listo para el matadero, en vez de dos años y medio como sucedía en Argentina, requería dos veces más de tierra que su vecino austral. Pero era justamente la baja productividad que generaba altos precios, lo que, en parte, sostenía el negocio. Esto nos ayuda a identificar la trampa de la ganadería: era suficientemente rentable para marginalizar otros usos de la tierra pero no tan productiva como para dinamizar la economía y fomentar la industrialización.
Detrás del predominio del pasto hay explicaciones económicas y fundamentos biológicos. El monopolio de la tierra no ha servido primordialmente para convertir a los campesinos en jornaleros. Tampoco ha sido motivado por las ganancias extraordinarias del despojo. Aunque fue común, no explica por sí solo la estructura agraria. Más importante ha sido el interés en criar ganado. Tratar la ganadería como una actividad racional no elimina los costos que ha tenido: la deforestación, la inequidad, el restringido tamaño del mercado doméstico, las tensiones endémicas en el campo y la resistencia a cambiar la estructura de la propiedad y del poder son unos ejemplos. Pero en gran medida su “éxito” ha sido un reflejo de los problemas del país más que su fuente principal. El error de los críticos es imaginar su predominio como una anomalía, el producto de la fuerza. Es una visión fundada en la esperanza: considerarla una anomalía supone su posible corrección. Desafortunadamente, hay muchas más razones detrás del arraigo de esta actividad económica. Para entenderlas hay que prestar más atención a sus ventajas y a su naturaleza.