Hecho por: Daniel García Velázquez
Para el Mundial de 1970 los dos países favoritos para ser la sede de la cita mundialista fueron México y Argentina, y en los argentinos residía la gran ilusión de poder ser anfitriones del espectáculo más importante del deporte. Sin embargo, durante el Congreso de la FIFA de 1964 México obtuvo 56 votos mientras que Argentina, 32. Lo que hizo que México fuese la sede para el último Mundial que tuvo a Pelé en la cancha. No obstante, se cuenta que los argentinos y mexicanos llegaron al acuerdo que estipulaba que el país que perdiera la votación sería el próximo candidato sudamericano para el mundial de 1978, y así se consagró la siguiente declaración: “La Argentina será la sede del mundial de 1978” (Papelitos, 2024). Lo que sobre el papel significa que el régimen dictatorial de Videla no influyó directamente en la elección del país como sede. Sin embargo, cuando Videla llegó al gobierno en 1976, esté supo aprovechar con viveza la oportunidad de lo que significaba organizar este evento.
Así dos años después, temblaba el estadio Monumental de Buenos Aires, los argentinos sacudían con fuerza sus banderas y en unísono se coreaba que la albiceleste era campeona del mundo. Fue en aquel momento que el pueblo argentino notó que no sólo vivían el éxtasis más grande en el mundo del deporte, sino que se olvidaban tan solo fuera por un momento del régimen dictatorial de Jorge Rafael Videla. El régimen sabía que, mientras los ojos del mundo y los corazones argentinos estuvieran en los once jugadores que defendían la bandera de la Argentina en el Mundial del 78, las sombras de la represión podrían pasar desapercibidas. Mientras los disparos de Kempes perforaban la red y la multitud coreaba su nombre, otros miles de argentinos sufrían disparos de un régimen que los detenía y torturaba. Amnistía Internacional ya tenía sus ojos en la situación, expresando que hubo 365 personas desaparecidas desde el inicio del golpe militar hasta enero de 1977: las denuncias internacionales eran así alimentadas por la tortura y constante violación de derechos humanos. Sin embargo, dentro del país, esa ansiada Copa del Mundo, era la anestesia perfecta para todo ese sufrimiento.
El fútbol en Argentina es religión, es cultura y es pasión. Norbert Elías lo describió a la perfección: el deporte es un reflejo de las tensiones y conflictos de la sociedad. Pero al mismo tiempo logra ser un mecanismo social en el cual existe un sentido controlado de las emociones, permitiendo así, que los individuos sientan una excitación placentera la cual puede servir como un alivio frente a las situaciones del diario vivir. En 1978, por 24 días, el éxito de Argentina en la cancha fue precisamente esa dosis de excitación que sirvió como escape emocional a todo lo que ocurría en el país. La gente vibraba, toda la carne estaba en el asador y todos los barrios se juntaban para latir como uno solo, pero esto sin saber que esa misma pasión servía a los intereses de ese régimen que tanto le quitó al pueblo argentino. Mientras más fuerte se gritaba “¡Campeones!”, más profundo caía el país en un hoyo de violencia que parecía interminable. La dictadura de Videla entendió el fútbol como una herramienta perfecta para proyectar una imagen positiva al mundo. La victoria del equipo argentino no sólo canalizó la alegría popular hacia un objetivo que no amenazara el poder, sino que fue también usada por el régimen como un reflejo de la fortaleza y cohesión bajo el cual vivía la nación. De esta manera, el régimen sin duda alguna consideró que la victoria más importante de todas era la imagen de una nación victoriosa mostrada al mundo.
El resultado político más evidente fue como la dictadura se fortaleció. El régimen de Videla, a pesar de tener los ojos del mundo encima, logró ganar tiempo. La euforia colectiva tras ganar el campeonato del mundo fue suficiente para que muchos argentinos cerraran los ojos ante lo que estaba ocurriendo. Era inaudito que la campeona del mundo en medio de tanta alegría estuviese bajo el manto de tanto sufrimiento. Así, la dictadura mantuvo su poder hasta 1983, cuando por fin llegó la democracia, pero no sin antes dejar una huella en la memoria de los argentinos, e irónicamente hizo lo que el siguiente ídolo argentino Diego Armando Maradona negó absolutamente aquel tarde en la Bombonera, dejó una mancha en la pelota. En su estudio del legado del Mundial de Fútbol de 1978 y la derrota moral que trajo consigo, el sociólogo argentino Eduardo Archetti explica que eventos como el Mundial fueron usados por el régimen para crear una narrativa de normalidad que ayudó a la consolidación de la dictadura. De esta manera, el éxito deportivo fue una distracción de la realidad política. Lo anterior Archetti lo enfatiza cuando muestra aquello que expresó Claudio Tamburrini, ex jugador de fútbol profesional que logró escapar de uno de los tantos centros de detención de la dictadura, “Qué fascinación tiene el deporte que hace que torturadores y torturados se abracen gritando los goles de un mismo equipo? Durante el mundial del 78, los argentinos- yo también me incluyo-suspendimos el juicio político sobre la situación del país en aras de la euforia deportiva…Apoyar a la selección nacional de fútbol de un país sometido a una dictadura es un ejemplo de irracionalidad costosa, pero tal vez saludable, de un pueblo… Dada la imprevisibilidad de la vida y de la historia, tal vez sea al fin y al cabo racional festejar los triunfos futbolísticos como si se produjeran al margen de las situaciones políticas concretas de una sociedad.”
El mundial de 1978 fue mucho más que un simple torneo de fútbol. Fue una victoria política para un régimen el cual encontró en este magno evento la perfecta oportunidad para disfrazar su constante represión. Este caso, demuestra que a pesar de la gran victoria deportiva obtenida por la selección argentina dirigida por César Luis “El Flaco” Menotti está época simbolizó una fractura en la historia argentina que será recordada por sus grandes hazañas deportivas pero también por su triste representación de muerte y oscuridad. Y fue de esta manera que la dictadura de Videla aprovechó esta victoria deportiva, para tal y como lo expresó el escritor Alfredo Leucocito, prolongar un gobierno que se encargó de que miles de argentinos murieran por goleada, dejando así heridas que a día de hoy siguen cicatrizando en Argentina. Pero al ser la vida como es, tan poco sencilla de entender, el pueblo argentino vivió para contar su historia, y tuvo la rebeldía de contar muchas más anécdotas de la mano de nuevos ídolos como Diego Maradona y Lionel Messi pero también de otros personajes que hacen que las historias del deporte demuestran que no solo son políticas, sino que, pueden tener una fuerza tan grande que logran ser una herramienta clave para obtener y mover resultados políticos concretos. Y en este caso, estos resultados lograron que el fútbol fuese el motor emocional que permitió que la dictadura se sostuviera en poder por más tiempo, prolongando el partido entre el fútbol y la muerte en una cancha llamada Argentina.
Referencias:
- Archetti, E. P. (2004). El mundial de fútbol de 1978 en Argentina: victoria deportiva y derrota moral. Memoria y Civilización, 7, 175–194. https://doi.org/10.15581/001.7.33757
- Abierta, N. Y. M. (n.d.). Argentina sede del Mundial 78 | Papelitos. https://papelitos.com.ar/nota/argentina-sede-del-mundial-78
- Elias, N., & Dunning, E. (1992). Deporte y ocio en el proceso de la civilización. Fondo de Cultura Económica. https://monoskop.org/images/9/93/Elias_Norbert_Dunning_Eric_Deporte_y_ocio_en_el_proceso_de_la_civilizaci%C3%B3n_1992.pdf
- INFORME AMNISTÍA INTERNACIONAL (1977). (2023, Octubre 25). CPM. https://www.comisionporlamemoria.org/por-que-mienten-los-negacionistas/informe-amnistia-internacional-1977/