Por: Camila Pacheco
Una nueva ola de políticos de derecha que se autodenominan anti-establecimiento está abatiendo la región y manifestándose en países como El Salvador con Nayib Bukele, Ecuador con Jan Topić y, de forma disruptiva y sorprendente, en Argentina con Javier Milei. Aunque estos líderes han prometido un cambio significativo y han atraído a una base de seguidores apasionados, también han planteado serios interrogantes sobre la salud de la democracia en la región. Además, parecemos ser testigos de nuevas formas de derecha que disputan a la izquierda la habilidad de reivindicar a partir de la rebeldía y la indignación. ¿A qué apelan estas nuevas figuras políticas? y ¿qué elementos componen sus propuestas, agendas y principios?
El pasado 13 de agosto, Javier Milei sorprendió en la política argentina al ganar en las votaciones primarias, las cuales muestran a modo de suerte de ensayo, los candidatos con mayor fortaleza para las elecciones generales, que, a la fecha de redacción de esta columna, aún no han ocurrido. Milei, además de haber roto con el bipartidismo que regía en Argentina desde mediados de siglo XX -compuesto por el peronismo y el radicalismo- y las dos coaliciones que primaban desde el 2001 -el kirchnerismo y anti-kirchnerismo-, se posiciona en una Argentina abatida por una inflación que cerró en 138,3% en septiembre (Datosmacro, 2023), una alta deuda externa y un descontento generalizado en la población. Estos elementos forman sin duda un caldo de cultivo clave para la aparición y consolidación de figuras como Javier Milei.
Si bien el fenómeno latinoamericano de los políticos de derecha y anti-establecimiento tiene diferentes matices según el país del que se habla, un evidente rasgo en común es el uso del discurso populista y la búsqueda de apelar a los sentimientos de indignación y enojo para conectar con el electorado. Javier Milei resulta un excelente disruptor de narrativas y un foco catalizador de insatisfacciones de la población argentina. Dándonos a la tarea de analizar su amplio catálogo de herramientas discursivas, resulta clave la formación del enemigo común, pues individualiza sus múltiples críticas en un solo símbolo y una única idea: la llamada casta política. Vemos al político argentino criticarla ferozmente con gritos y golpes de pecho en la mayoría -si no en cada una- de sus alocuciones.
Por otro lado, en lo que refiere a su visión del Estado, hallamos lógicas que instigan dudas acerca de su papel como gobernante apolítico. Una persona que aspira llegar a la presidencia pero que argumenta no ver en el Estado la solución, sino el problema, genera un revuelo en los debates políticos en América Latina. En su afán por erradicar la mayoría de los ministerios surge la pregunta de su futuro modelo de gobierno y se genera una incertidumbre que parte de su voluntad por debilitar al Estado sin una propuesta sólida cuyas bases yazcan en factores diferentes al mercado.
Retomando entonces tanto su construcción discursiva como su perspectiva anti-estatista, nos hallamos ante el fenómeno del outsider. En el caso de Milei, este fenómeno raya en un personalismo de corte mesiánico que declara la guerra al antiguo establecimiento. Se transmite una lógica en donde, si los antiguos modelos e instituciones de la casta perversa y parasitaria que corroen a Argentina no funcionan en lo absoluto, entonces estos deben pasar a estar sometidos a la voluntad política de un único salvador que ha de guiar al país fuera de las crisis económicas y de representación que lo abaten desde hace décadas.
Más allá de su percepción del Estado, cuando se trata de Milei resulta criminal no hablar de política macroeconómica y hacer alusión a su devoción casi religiosa por el libre mercado. Una de sus interacciones con un ciudadano en octubre de este año enmarca en todo su esplendor su postura: el hombre propone el caso en el que un pueblo requiere de una ruta hacia una ciudad para que sus habitantes se provean de bienes mayoristas, sin embargo, este proyecto no es de interés para algún privado dado que no ve en él un potencial margen de ganancia. Javier Milei responde decidido y sereno que “si no es rentable para el sector privado, es porque no es deseable socialmente”. Esta y muchas otras de sus afirmaciones destilan una clara influencia de las ideas de Murray Rothbard, precursor del anarcocapitalismo, y Milton Friedman, partidario del laissez-faire -en cuyo honor Milei nombra a dos de sus perros, dicho sea de paso- y tienen implicaciones sustanciales en la política social de Argentina. Más allá de la eficiencia que pueda generar el mercado, resulta imperativo observar la situación no como un caso aislado ni una teoría económica sin más. De esta forma, la misma crítica que se le realiza al anarcocapitalismo se le realiza a Javier Milei, ¿cómo puede tener éxito el mercado sin condiciones preestablecidas que permitan su desarrollo en materia de seguridad jurídica, derechos de propiedad y una moneda estable?
Ahora, además de una fe ciega por el libre mercado y una particular afinidad por los modelos neoliberales, el político argentino acuña propuestas ampliamente polémicas como el no comerciar con países comunistas como Venezuela, Cuba, Nicaragua y China, dinamitar el Banco Central y -quizá una de las propuestas más controversiales en su agenda- la dolarización de Argentina. Para este último punto es pertinente una mirada atrás a la historia económica del país, en donde Fernando De la Rúa, presidente de Argentina entre 1999 y 2001, abogó por una propuesta similar al juego de divisas que defiende Milei. Este suceso es conocido como el corralito y consistió en la idea de establecer paridad entre el peso argentino y el dólar estadounidense, culminando en una profunda inestabilidad política y social e incluso en la renuncia por parte de De la Rúa.
En términos pragmáticos, resulta cada vez más complejo catalogar alguna configuración política como de derecha o izquierda, no sólo por su sentido reduccionista, sino por la creciente confusión que generan los nuevos métodos, valores, ideas, estrategias y discursos que se despliegan del arsenal de las figuras políticas en América Latina. Por muchos años, el populismo, la apelación a los sentimientos de indignación, la denuncia incansable contra el statu quo y la condena a corrupción de una antigua clase política han sido elementos comúnmente asociados con los movimientos de izquierda. No obstante, esto no ha detenido a Milei de tomar estas banderas, hacerlas propias y utilizarlas como medios para catalizar el descontento generalizado. Lo curioso es que, a través de estos medios, lleva adelante una agenda basada en una moral antiprogresista y además se equipara de su ávido excentricismo, su naturaleza de outsider y su inteligente uso de redes sociales para destacar y alcanzar logros como su victoria en las elecciones primarias. Lo cierto es que América Latina se encuentra en un remolino de tensiones políticas e ideologías que evolucionan constantemente, dificultando su análisis y complejizando las narrativas políticas como las conocemos. Una vez el lector tenga en sus manos esta columna, el destino de Argentina y un punto decisivo para la política en América Latina ya habrán tenido lugar, sin embargo, hoy no queda más que especular, analizar de forma crítica e intentar comprender el ímpetu con que esta nueva ola de derecha populista parece irrumpir en la región.
Referencias
- Datosmacro (2023). IPC de Argentina 2023. https://datosmacro.expansion.com/ipcpaises/argentina