Editorial

En primer lugar, quiero expresar que me encuentro personalmente muy satisfecho por volver, así sea de manera temporal, a encontrarme de nuevo con el departamento de Ciencia Política. Encuentro caras y nombres nuevos pero con el entusiasmo y dedicación que encontré antes primero como estudiante de la Maestría y luego como profesor tanto en el pregrado como en la Maestría. Y me satisface encontrarme también con caras conocidas, de estudiantes brillantes, hoy colegas en la docencia del Departamento. Y con Pilar Cadena, única sobreviviente de la administración de esos años.

Ese encuentro tiene algo de nostalgia: nuestra inolvidable Dora Röthlisberger ya no está entre nosotros, al menos no físicamente, y otros amigos se han retirado o jubilado. Pero recuerdo, con mucho agradecimiento, la experiencia de haber realizado la Maestría en su segunda promoción, bajo la férrea pero paternal disciplina de Francisco Leal Buitrago, cuyas exigencias eran tantas que hicieron que los estudios del doctorado en Berkeley nos parecieran muy suaves. Fue muy importante el contacto con las Ciencias Sociales de ese momento, con un énfasis en los problemas del mundo rural, con profesores como Bruce Bagley, Darío Fajardo y Gustavo Ignacio De Roux. Además, la Maestría tuvo un resultado paralelo fundamental para nuestra vida futura: fue la ocasión de establecer unos nexos de amistad con profesores y compañeros de estudio que perduran hasta hoy: a los profesores ya mencionados habría que añadir los nombre de Mónica Lanzetta, Patricia Pinzón, Armando Borrero, Fernando Urrea y Patricia Prieto, de los cuales aprendíamos tanto o más que de los profesores.

Estos recuerdos de la maestría se reforzaron con la experiencia posterior de docencia, primero en el Departamento de Humanidades, dirigido entonces por otro gran amigo ausente, Ignacio Abello, y luego en el naciente Departamento de Historia, coordinado por Ana María Bidegain en esos años. Y luego, en el Departamento de Ciencia Política, con un seminario sobre elecciones y partidos, a cuatro manos con Patricia Pinzón, y cursos sobre historia política de Colombia, como introducción a la política colombiana o al desarrollo político del país.

Esa rica experiencia de docencia se vio interrumpida varias veces por haber tenido que asumir responsabilidades administrativas o directivas en el CINEP o por haberme involucrado en la coordinación de diversos equipos de investigación tanto en el CINEP como de grupos conjuntos de investigación pertenecientes a diversas Universidades y distintos centros de investigación. El más reciente de esos esfuerzos de colaboración es el constituido por el Observatorio para el Desarrollo, la Convivencia y el Fortalecimiento Institucional de Regiones Afectadas por el Conflicto, seleccionado por Colciencias como centro de excelencia en Ciencias Sociales.

Pero es precisamente la obligación de compartir este conocimiento acumulado durante estos años lo que me ha llevado, además de otras razones de amistad personal, a aceptar el ofrecimiento de dictar el seminario sobre violencia política y construcción del Estado en Colombia. Además, esta aceptación no es del todo desinteresada, pues tengo claro que fue la docencia en el bachillerato y en la universidad lo que convirtió en profesión mi afición a la Historia. Y reconozco que la experiencia de estudiar y enseñar en el Departamento fue muy importante para esta transición.

* Fernán González, egresado de la maestría de Ciencia Política de la Universidad de los Andes, es doctor en Historia de América Latina y tiene más de 39 años de trabajo investigativo en el Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP). Este semestre dicta el curso «Violencia política, Estado y conflicto en Colombia» en la maestría.

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