Editorial

El accountability es un concepto exótico en Colombia. Aunque se supone que es parte fundamental de nuestra cultura política “democrática”, desde espacios variados de la vida cotidiana hasta las altas esferas del poder público se observa su inoperancia. Las siguientes anécdotas son sintomáticas. Hoy cuando llegué al aeropuerto de Cali, de regreso de un congreso académico, descubrí que el hotel donde me hospedé se había quedado con mi cédula. Al llamar para averiguar por ella la recepcionista me insinuó que por un descuido mío y no por negligencia del hotel, la cédula se había refundido. Montada yo en el avión y habiendo aparecido el vital documento en el hotel, se me ofreció como “solución” que mandara a alguien a recogerlo. Un tiempo atrás, al final de un tortuoso proceso por obtener la nacionalidad colombiana, mi cédula había sufrido una suerte peor. A los dos años de haberme nacionalizado todavía no aparecía. Aunque la Registraduría Auxiliar donde la había solicitado me informó que la cédula ya había sido emitida, no se encontraba por ningún lado. Después de un año de búsqueda, varias quejas escritas, docenas de viajes perdidos y muchas lágrimas derramadas encontré mi cédula en una bóveda de la Registraduría Nacional, donde tuve que entrar personalmente para rescatarla. En todo este periplo no solo no me pidió perdón ningún funcionario de la entidad sino que fui yo quien tuve que dar las gracias.

De la misma forma que la Registraduría no responde por su ineptitud, el director técnico de la Selección Nacional, luego de la vergonzosa derrota de Colombia en la eliminatoria para el Mundial de Fútbol, afirma categóricamente “yo no renuncio”. El Ministro de Agricultura, que en cualquier otro país del mundo hubiera tenido que abandonar su cargo ante un escándalo semejante al de Agro Ingreso Seguro, tampoco lo hace. Y ¿qué tal el célebre caso del \’Yidisgate\’? ¡Qué mejor para ilustrar la falta de accountability que un episodio de soborno en el que la sobornada sale castigada pero quien hizo el soborno no aparece por ningún lado! El Presidente de la República, que yo sepa, tampoco ha asumido responsabilidad ninguna por los distintos escándalos que han ocurrido bajo su mando, aunque los consejos comunales supuestamente tienen ese propósito.

El hecho de que el accountability constituye un aspecto tenue de la vida nacional, en ámbitos tan disímiles como los derechos de los consumidores y los derechos políticos, plantea un grave obstáculo a la construcción de un país más democrático. La actitud de “no responsabilidad” no solo contrasta con la imagen de Colombia que proyectan la Constitución de 1991 y el Gobierno actual sino con un letrero en el hotel de Cali: “si no está 100% satisfecha y el hotel no soluciona su problema, su estadía sale gratis”. Personalmente, yo quisiera que me devolvieran mi dinero.