Editorial

Del 12 al 16 de julio pasado Santiago de Chile fue capital anfitriona del 21° Congreso Mundial de Ciencia Política. Sin duda esta iniciativa comprueba la vitalidad de la disciplina y sus nexos con otros campos de las ciencias sociales, el derecho o la economía. Convocado alrededor del Malestar Global, este evento motivó la preparación de cerca de mil ponencias, contando con la presencia de más de dos mil participantes de diversas partes del mundo.

Enmarcada en la amplitud de esta grand-messe se destaca la intervención de Michelle Bachelet frente a la comunidad académica. Impacta ciertamente la contundencia simbólica encarnada en la mandataria, la primera mujer elegida para la presidencia de la república y que viviera en carne propia las angustias de la era Pinochet. Llama igualmente la atención el contenido de su discurso orientado por una reflexión sobre la salud de la democracia en América Latina, la responsabilidad del Estado de velar por el interés colectivo, donde distingue una serie de prioridades ineludibles para el buen funcionamiento del régimen político.

La presidenta Bachelet subrayó el carácter incondicional del debido respeto de los derechos humanos y las libertades civiles, el asegurar la realización de elecciones libres y competitivas, el mantenimiento del pluralismo cultural y político. Recalcó la necesidad de afianzar las instituciones y acatar el derecho condenando con ello el golpe de Estado en Honduras e instando al restablecimiento del orden constitucional y del gobierno legítimo en este país. Invitó también a concebir la democracia como garantía de reales oportunidades ciudadanas de participación y acceso a condiciones económicas que aseguren bienestar, igualdad y dignidad. Por último enfatizó en los aportes que puede hacer la ciencia política a la acción política. Múltiples cuestiones éstas que indudablemente nos conciernen a todas y todos, politólogas y politólogos y ciudadanas y ciudadanos, a favor del fortalecimiento democrático.