Editorial

Por BERNARDO CONGOTE OCHOA* para De Política
El profesor Francisco Gutiérrez destacó en El Espectador el impacto que le produjo revisar un reciente trabajo de Douglass North y otros sobre violencia y ordenamientos sociales. Es posible que este nuevo libro de North constituya un ejercicio que deje al estudioso en un callejón con salida, confirmando la íntima asociación existente entre las teorías económica neoinstitucional y política, en contra de algunos paradigmas de esta última según los cuales lo cultural social haya sido visto como una forma vergonzante de explicar lo político. Le cabe a North la responsabilidad de haber establecido en su trabajo Premio Nobel de 1993, un puente sólido entre ambos territorios por la vía de la sub teoría de los costos de transacción rescatando la hasta entonces refundida base social de la economía puesta en duda gracias a la modelación econométrica a ultranza que, de paso, vino a impactar la manera de comprender lo político sobre todo en la escuela norteamericana.

En su nuevo libro North parece confirmar la posibilidad de que las que identificó originalmente como “limitaciones informales”, sigan siendo útiles para comprender por qué algunas sociedades desarrollan caminos relativamente más exitosos no violentos, para pasar rápidamente desde ordenamientos sociales del tipo “estados de naturaleza” hacia otros “de acceso abierto”. Y de paso permitiría saber qué pasa con aquellas que como Colombia se radicalizan conservando la violencia de Estado o la insurreccional como herramienta ora de control ora de salto social. A pesar de que cuestiona la forma en que North explica la transición entre unos ordenamientos y otros, Gutiérrez acepta la explicación del peso que tuvieron en Taiwan micro incentivos agrarios para generar con rapidez círculos virtuosos de tal fuerza que la élite tradicional entendió la conveniencia de salirse de su “estado de naturaleza” contralor de un orden estático administrador de la violencia, hacia un “ordenamiento de libre acceso” dotado de reglas de juego impersonales. Con otras palabras, que la reforma agraria surcoreana pudo convertirse en un bloque de micro reglas de juego que detonó una reforma social abajo-arriba generando un ordenamiento de “libre acceso” al mejor estilo de un juego gana-gana.

Las limitaciones informales, entendidas como un conjunto de reglas permanentes, tenaces y continuas mediante las cuales la moral cultural es la que determina las reglas de juego formales de la sociedad, fueron propuestas por North en 1993 demostrando que la cultura explica los costos de transacción sociales o “de agencia” y por tanto, que la disminución de esos costos era parte del camino que ahora propone para saltar desde “estados de naturaleza” hacia ordenamientos de “libre acceso”. Su trabajo, con el aporte empírico de Wallis y Weingast, contribuiría políticamente a percibir la posibilidad de que los cambios sociales tuvieran como condición replantear, más que reformas formales mediante la violencia de Estado o insurreccional, la necesidad de romper limitaciones culturales tradicionales arraigadas en la moral que han impedido saltar desde “estados de naturaleza” proclives a la violencia hacia estados de “libre acceso” inspirados en reglas impersonales cooperativas.

Paradójicamente aquí se cerraría de nuevo el círculo teórico político en torno a Weber (“La ética protestante y el espíritu del capitalismo” y “La política como vocación”). En efecto, al proponer que una sociedad diseñada bajo patrones morales responsables donde el medio es más ponderado que el fin, característica central del protestantismo, Weber mostró las razones por las cuales esa ética superaba ya en la Alemania del siglo XVII a la ética evangélica católica basada en patrones autoritarios dogmáticos cuyo logro del fin autorizaba el empleo de todo medio a disposición y que se habría evidenciado como eje explicativo de buena parte de los experimentos autocráticos conocidos. En suma, que el empoderamiento social se encuentra de lado de una ética de responsabilidad con reglas impersonales que den la posibilidad de competir e innovar por encima de restricciones elitistas violentas no sostenibles.

Podría decirse que los ordenamientos de libre acceso descansarían en generar cierto grado de iteratividad en las relaciones sociales que convertiría juegos del tipo “dilema del prisionero” proclives al faltoneo violento en otros del tipo “seguro” demostrativos de cooperación pacífica, de cuyos resultados hay algunas pruebas empíricas en Colombia que han mostrado que en un plazo corto cooperar beneficia tanto a las élites como al grueso de la población excluyendo a la violencia como variable explicativa.

* Investigador, columnista invitado de Le Monde Diplomatique Colombia, consultor privado. Egresado de la Maestría de Ciencia Política. colombiamada@hotmail.com.