Nicolás Somma, Profesor asociado y director del Instituto de Sociología en la Pontificia Universidad Católica de Chile, presentará su investigación
Resumen:
La violencia no entra en ninguna definición de lo que es una democracia liberal. Pero, desde la Revolución Francesa, la historia enseña que a veces la violencia es una condición necesaria para lograr avances democratizadores. El “estallido social” chileno de fines de 2019 ofrece una oportunidad para entender bajo qué condiciones, y a través de qué mecanismos, la violencia callejera (incluyendo las tácticas violentas de protesta y la violencia entre manifestantes y represión policial) puede desencadenar avances democratizadores. Específicamente, las protestas disruptivas y violentas de los primeros días del estallido, reforzadas por la represión policial indiscriminada, dieron lugar a protestas masivas mayormente pacíficas y a espacios populares de deliberación donde se planteó la necesidad de reemplazar la actual constitución, aprobada durante la dictadura de Pinochet. Los alcaldes y alcaldesas tomaron esa demanda y organizaron una consulta ciudadana, presionando al cuerpo legislativo y al poder ejecutivo a pronunciarse sobre el tema. En un clima de inminente colapso político, el gobierno y los partidos de derecha decidieron abrir un camino constituyente al que rápidamente se plegaron casi todos los partidos políticos, y que hoy tiene a una convención constituyente redactando una propuesta de nueva constitución – un claro avance democratizador más allá que la constitución propuesta sea finalmente ratificada por la ciudadanía o no. Usando datos cuantitativos y cualitativos, examino las dinámicas de protesta violenta y no violenta, los grupos que participaron en las mismas, y las reacciones de las élites políticas. Para reforzar la importancia del rol desencadenante de la violencia callejera en este avance democratizador, comparo los eventos del 2019 con otros intentos fallidos de reforma constitucional en Chile.