El campo del patrimonio cultural es un espacio de tensiones en el que las definiciones, normas, instrumentos y en general las relaciones se producen, definen y redefinen constantemente en función a los diferentes momentos de articulación de agentes y discursos.
La incorporación en el lenguaje institucional de la noción de paisaje cultural nos llena de expectativa frente a la transformación de la gestión del universo patrimonial, al considerar que en buena medida ayuda a superar las fracturas institucionales que arrastra su administración.
En pocas palabras, la noción de paisaje nos permite enmarcar la discusión en la interconexión entre la naturaleza y la cultura. Desmarcándonos del proyecto moderno y su producción de la realidad en clave de una dicotomía binaria, que por una parte somete, y por la otra instrumentaliza la naturaleza al ser y al actuar humano.
Cambiar el enfoque desde el gran paraguas que brinda del patrimonio, y a través de la idea del paisaje, nos ayuda a reconciliar esa mirada fragmentada, y de paso, alinea la preservación ambiental y la protección de la diversidad cultural bajo una idea amplia de sostenibilidad. Devolviendo agencia a la naturaleza más allá de los procesos de producción y consumo propios de las decimonónicas perspectivas capitalistas.
La noción de paisaje representa hoy por hoy la posibilidad de introducir una perspectiva biocultural al manejo del universo patrimonial. La noción de paisaje abre la posibilidad de repensar instrumentos que en el país se resumen en los anacrónicos Planes Especiales de Manejo y Protección, Planes Especiales de Salvaguardia y Planes de Manejo Arqueológico.
Sin embargo, resulta capital entender que, si bien el concepto es sonoro y su caja de resonancia amplia, es necesario poner en el centro de la discusión el papel de las comunidades. De nada sirve que el uso del término se haga de forma vertical y unívoca desde los intereses de los gobiernos en tránsito.
Antes bien, hay un principio de reconciliación entre campos administrativos que se acerca más a las formas en que las personas se relacionan y armonizan entornos, bienes y prácticas. El patrimonio cultural, entendido como un patrimonio vivo, transita cada vez más cerca del valor emocional.
En esta medida, sólo hasta que las personas encuentren en la esfera de los afectos que despierta el patrimonio un principio para pensarse a futuro, el patrimonio contribuirá efectivamente al mejoramiento de su vida. En el entretiempo seguiremos viendo a los políticos hacer maromas para capitalizar sus alcances.
En la convocatoria del número anotábamos que en las guías operativas de 2012 para la implementación de la Convención del Patrimonio Mundial se define paisaje cultural como el resultado de la obra conjunta de la naturaleza y del ser humano. El documento indica que son el testimonio de la evolución de la sociedad y de sus formas de habitar el espacio a lo largo del tiempo, reflejan las limitaciones y oportunidades que brinda el entorno y las fuerzas sociales, económicas y culturales, tanto externas como internas.
A partir de lo anterior, invitábamos desde los patrimonios vivos a contribuir con textos que exploraran la integración de los patrimonios, las normas que los regulan o las trayectorias culturales de lugares y gentes que han vivido ese tipo de declaratorias. A pensar de forma compleja las relaciones entre las comunidades y sus entornos más allá de la subsistencia, abriendo la puerta a entender cómo la cultura adapta y es adaptada a un espacio natural.
El llamado tuvo eco y así hoy podemos compartir como nota editorial una contribución de Nancy Rocío Rueda Esteban titulada Los paisajes culturales en constante redefinición en donde hace un valioso recorrido a lo largo del tiempo para contextualizar el concepto y sostiene que es necesario: “comprender el paisaje cultural (PC) como un sistema complejo de interrelaciones y procesos que se encuentra en constante transformación, compuesto por elementos contrapuestos, no siempre equitativos, alineados ni equivalentes” … lo que implica: “partir de la conceptualización del patrimonio, no como elementos, sino como procesos culturales y sociales (Smith 2006) “complejos, entrelazados y contradictorios” (Winter 2013); el cual adquiere significado cultural cuando la comunidad le da valor más allá del objeto material (Castellanos 2010) y que responde a las experiencias de las personas según sus inquietudes en un momento de tiempo (Harvey 2001) determinado”.
Para finalmente postular que: “No hay mejor representación del patrimonio como proceso, que los paisajes culturales, a través de los cuales se comprenden las dinámicas funcionales de la vida diaria, al ser lugares de vida, de trabajo, de ocio, de sueños, de historia a través del tiempo. En estos paisajes se debe comprender dos aspectos: las “interacciones complejas, dinámicas y cambiantes fruto de los procesos sociales y económicos que conforman el territorio” (Hernández 2009) y por otro lado “las valoraciones sociales y culturales que esa sociedad tiene de su territorio” (Hernández 2009)”.
El texto de Rueda Esteban Luego sirve de plataforma para entender y contextualizar los tres artículos centrales del Boletín. En primera instancia presentamos la contribución de Xiomara Lemus Gómez y Elizabeth Ferry titulada Las tareas del paisaje cultural minero en Marmato, Caldas, quienes se preguntan: “¿Cómo articular el patrimonio minero tradicional o ancestral, si no reside en las técnicas ni los objetos utilizados? ¿Cómo pensar en el paisaje cultural en Colombia más allá de los paisajes cafeteros?” La respuesta surge al analizar la idea del “taskscape” (paisaje constituido por tarea), inventado por Tim Ingold (1993), subraya el papel de las tareas como prácticas fundamentales para crear el paisaje. Esta perspectiva del paisaje cultural creado por las tareas nos enseña cómo la cultura minera en Marmato se debe considerar como “patrimonio vivo”.
Por otra parte, Bexielena Hernández López, en su artículo Habitar el territorio desde el trasegar. El paisaje cultural vivo como herramienta conceptual para los procesos de consulta y relacionamiento con el pueblo Yukpa, nos transporta a la dimensión de los conflictos latentes en múltiples comunidades del país producto de la vulneración del derecho a la consulta previa para las comunidades étnicas y raizales. Situación que la autora expresa para los Yupka en los siguientes términos: “el principal motivo que llevó a las entidades públicas y a las empresas privadas a ignorar las voces de los Yukpa, es el flagrante desconocimiento de la forma en que este pueblo habita su territorio. Por lo anterior, argumento que el concepto de paisaje cultural vivo, puede ser una herramienta fundamental en los procesos de consulta y relacionamiento con el pueblo Yukpa, de forma que se entienda la función social activa que tiene el territorio ancestral y su vínculo con su modo de vida tradicional. Además de las ventajas que plantea esta aproximación, también pongo sobre la mesa la posibilidad de que esta estrategia conlleve a la patrimonialización del patrimonio vivo Yukpa, por lo que sugiero la necesidad de plantear acciones para mitigar las implicaciones negativas que puede traer consigo el uso del concepto de paisaje cultural vivo como herramienta para el diálogo con el pueblo Yukpa”.
Finalmente, en contraste con esta dimensión de confrontaciones alrededor de comunidades vivas, Fernando Vega G., en su texto Caminos antiguos del centro-oriente colombiano, objeto y sujeto en la interpretación del concepto de paisaje cultural y patrimonio vivo, ofrece una reflexión histórico, patrimonial y pedagógica sobre la red de caminos antiguos del oriente de Colombia, destacando además de los componentes histórico-patrimonial y económicos, el educativo, en el que se argumenta que: “dicho “patrimonio caminero” entendido como un “escenario vivo de aprendizaje”…, “…proporciona una visión sobre cómo los paisajes culturales y el patrimonio vivo, en constante cambio con las necesidades de cada generación, escenifican la identidad y el reconocimiento social, y subraya la importancia de valorar el territorio y su memoria histórica”.
En la sección Caleidoscopio y continuando con lo que ya es una tradición en los Boletines OPCA, compartimos las miradas de Lucia Pesci, Pedro María Argüello García, Celina Rincón Jaimes y Florencia Strajilevich Knoll quienes de forma muy generosa aceptaron nuestra invitación a pensar los paisajes culturales y los patrimonios vivos desde tres preguntas que formulamos para ampliar y ahondar el concepto y sus implicaciones.
Preguntamos: ¿La noción de paisaje cultural es un desarrollo relativamente reciente en el campo del patrimonio, en esta medida, qué beneficios y qué falencias identifica para la gestión y la protección del patrimonio? ¿Qué articulaciones y qué nuevas dinámicas derivan de la interacción de la noción de paisaje, el patrimonio vivo y la diversidad biocultural? ¿Cuál podría o debería sería ser el papel de las comunidades locales desde el lente de la noción de paisaje cultural?
El resultado no podía ser mejor. Cada uno de los textos desde una mirada crítica amplía, discute, relaciona y complementa la reflexión desde las diferentes trayectorias y enfoques de los autores. Complementando bien la propuesta polifónica del Boletín que cierra con la sección Caja de Herramientas de recursos complementarios sobre el tema.
No podemos terminar esta nota sin compartir con nuestros lectores dos importantes noticias. La primera, que el Observatorio ganó uno de los premios de la convocatoria “Reconocimiento a espacios y estrategias pedagógicas para la apropiación social de los patrimonios” del Programa Nacional de Estímulos 2024 del Ministerio de las Culturas. Premio que reconoce la labor desarrollada por el Observatorio por más de una década de trabajo.
La segunda, que a partir del próximo año, el Observatorio del Patrimonio Cultural y Arqueológico OPCA emprende una nueva época, esta vez por fuera del ámbito que la Universidad de los Andes le ha brindado a esta iniciativa desde sus inicios como actividad académica y luego como proyecto editorial, por intermedio de las gestiones y apoyo del Departamento de Antropología y de la Facultad de Ciencias Sociales.
El portal OPCA seguirá existiendo como un repositorio abierto de consulta pública, y la iniciativa y el trabajo adelantado en cabeza de Luis Gonzalo Jaramillo E. y Manuel Salge Ferro seguirá adelante con renovadas energías y nuevos retos a desarrollar.
Próximamente anunciaremos los cambios por venir para continuar con esta apasionante tarea de propiciar un espacio abierto para dar contexto, analizar y discutir los diversos aspectos del campo de tensiones de los patrimonios culturales.