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El patrimonio es un campo en disputa. A su alrededor se libran batallas para definir, regular y administrar los grandes discursos y los aparatos que lo sostienen. Pero tal vez uno de los dominios más sólidos e inamovibles del patrimonio es su relación con el género.
Los juegos, las reglas y los jugadores del escenario patrimonial están condicionados de base por un discurso hegemónico que estructura y define anticipadamente la forma en la pensamos y actuamos sobre él. Esto lleva a que todas las circunstancias derivadas del patrimonio carguen con su pesado lastre.
En otras palabras, la relación entre el género y el patrimonio ha naturalizado una perspectiva, y ha entronizado un deber ser que acota tiempos, espacios, gentes y producciones culturales. Pensar el patrimonio es pensarlo siempre desde un enfoque situado, direccionado y lleno de intenciones.
No en vano, en la convocatoria para este número del Boletín, traíamos a colación al célebre lexicógrafo toledano Sebastián de Covarrubias y Orozco, quién a principios del siglo XVII definía patrimonio como “lo que el hijo hereda del padre”, atendiendo la etimología de la palabra en el que se considera el primer diccionario de la lengua española.
Si bien el sentido común lleva a pensar que el contexto, el uso y el significado de esta palabra pertenece a un mundo distante, en la cotidianidad no sorprende encontrar que su interpretación sigue siendo la misma.
Desde la concepción embrionaria de que la herencia del padre debe ser atendida, respetada, conservada y celebrada, el campo del patrimonio demarca a priori un modo de pensar y actuar que jerarquiza, margina y silencia ideas, comunidades y voces.
No obstante, desobedeciendo a la ley del padre, extendimos una invitación a problematizar, superar y desbordar la idea de su herencia, descomponiendo las relaciones entre género y patrimonio apuntaladas desde hace mucho tiempo.
La respuesta obtenida es estimulante y desafiante. Efectivamente, como los lectores constatarán en las páginas siguientes, las contribuciones recibidas proponen nuevas formas de nombrar y cartografiar las herencias compartidas, dudan de la autoridad del padre y de la sumisión de sus descendientes y discuten los roles de género asociados a la memoria compartida.
Estas contribuciones revisan roles y representaciones desde los márgenes de las identidades estigmatizadas, preguntando por cuáles pueden ser esos otros lugares de enunciación que controvierten la hegemonía del discurso monolítico y decimonónico del patrimonio.
Esto es lo que Paul Sebastián Mesa Vacca nos propone en la nota editorial de este número titulada A Dios, Herencia y Padre, en la que además de viajar por los intersticios del patrimonio y el género lo llevan a generar preguntas como éstas: ¿Cómo ver al patrimonio accionado por una perspectiva de género? ¿Cuál es el papel de las ciudadanías en la construcción de patrimonio frente a las brechas de la representación? ¿Cómo abordar las exclusiones, apariciones y silencios en la construcción de patrimonios y legados que posibiliten un marco de existencia más vivible?
El texto de Carolina Quiroga e Inés Moisset, titulado Activar políticas públicas en patrimonio. La visibilización de las contribuciones de las mujeres en la ciudad de Buenos Aires, nos plantea un marco de referencia para rastrear y visibilizar las huellas de lo femenino en la ciudad de Buenos Aires, desglosando y sumariando iniciativas de corte institucional, colectivos ciudadanos, etc. Este viaje permite a las autoras concluir que:
“Patrimonio es un bien común cuya riqueza y diversidad puede redescubrirse colectivamente desde políticas culturales con perspectiva de género. La propuesta asumió el reto de brindar a la ciudadanía la oportunidad de tomar conciencia del patrimonio material e inmaterial que posee e invitar a mirar a Buenos Aires como un mosaico simbólico donde las contribuciones de las mujeres tienen un rol vital en la construcción de su memoria e identidades.”
La perspectiva de María-Elia Gutiérrez-Mozo a través de su texto Por sus obras las conoceréis, nos invita a viajar hasta España para ver a través de la iniciativa NAM (Navegando Arquitecturas de Mujer) que:
“El estudio, análisis y documentación de obras de arquitectura de autoría exclusivamente femenina en España en el período 1978-2008, que alcanza en este momento más de 300 casos, permite extraer algunas conclusiones respecto a la relación de las arquitectas con su propio legado: los materiales de su archivo (planos, fotografías, etc.) y sus obras.
Sobre los primeros, la investigación demuestra que apenas se dan a conocer en los medios profesionales (aquellos que producen prestigio) y que tampoco se conforma con ellos un currículo accesible al público; sobre las segundas, se constata que las arquitectas prestan una especial atención tanto al uso de sus edificios como a su ejecución, que cuidan con esmero en aras de su confort y su mantenimiento, apostando así por la calidad y la calidez, la intimidad y el bienestar de la vida compartida que han de albergar. Ese es su legado, “por el que las conoceréis””.
Reflexionando desde el espacio urbano de la ciudad de Bogotá, Laura Daniela Jiménez Roncancio en Representación, género y escultura en el espacio público una mirada desde los estudios críticos del patrimonio analiza como:
“El problema de la representación con perspectiva de género en las esculturas ubicadas en el espacio público de Bogotá, especialmente en el centro histórico de la ciudad, se origina en la incapacidad de representar de manera inclusiva la diversidad de identidades en relación con el conjunto escultórico y la propia ciudad. Esto cuestiona la forma como se ha entrelazado la representación con perspectiva de género en el espacio público, sus luchas, la inclusión de otras formas de alteridad y la diversidad de memorias que coexisten en el territorio. También nos lleva a reflexionar, a partir de los estudios críticos del patrimonio, cómo se ha entendido el concepto de patrimonio, cuáles han sido sus desafíos y cómo podemos vincular este concepto con dichas luchas”.
En la sección Caleidoscopio formulamos tres preguntas encaminadas a complementar las miradas que se plantearon en los artículos centrales del número. ¿Qué pueden aportar los feminismos y los enfoques de género al concepto decimonónico de patrimonio cultural? ¿Quiénes, cómo, qué y porqué ganan y pierden al naturalizar e institucionalizar el imperativo de conservar y celebrar la herencia del padre? Y finalmente si ¿Existe un sesgo de género sobre los roles y las representaciones asociados a objetos, lugares y prácticas considerados patrimonio cultural?
Para responder a estas preguntas invitamos a Diana Milena Patiño Niño, Alessandra Merlo, Isabel Cristina Jaramillo Sierra y Camilo Retana a que, desde sus propias disciplinas, apuestas epistemológicas, experiencias y enfoques, nos ayudaran a delimitar el campo de reflexión. El resultado es un espacio rico en matices que pone en evidencia cómo la relación de género y patrimonio es un tema urgente y necesario para pensar a futuro el concepto y sus límites.
No queremos cerrar esta sección sin compartir una decisión que el Comité Editorial del Boletín tomó a partir de un argumento contundente de Carolina Quiroga e Inés Moisset en el sentido de no utilizar el formato de citación APA en el que solo se refiere la letra inicial de los nombres de los autores, pues este invisibiliza la presencia y las contribuciones de mujeres en el ámbito científico. Consecuentemente, a partir de este número, utilizaremos en el Boletín OPCA el formato de citación Chicago, tal y como se detalla en el Manual de Estilo Boletín OPCA (versión julio de 2023), el cual está basado en el manual de Antípoda, Revista de Antropología y Arqueología.