El “mono de la pila”
Es muy probable que para algunos de ustedes la frase “Mono de la Pila” no pase desapercibida. Personalmente suelo asociarla con la expresión “Vaya a quejarse al Mono de la Pila”, cotidiana para mí desde la infancia, gracias a mis abuelos maternos. Sin embargo, para otros pasará totalmente inadvertida, carente de algún tipo de significado social, espacial o cultural.
La historia del Mono de la Pila, la primera fuente pública de agua de Bogotá, es también la historia del agua en la ciudad, de la gente que la habitaba, de los significados sociales y culturales construidos alrededor del uso comunitario del agua, de la identidad, de la memoria y del patrimonio de una ciudad.
Esta historia llegó a mis manos gracias a la recopilación sistemática y la construcción de una base de datos virtual de fuentes bibliográficas en torno al tema del agua como patrimonio cultural, particularmente en Colombia, desarrollada como parte de mi investigación dirigida de grado como antropóloga en la Universidad de los Andes. Dicha investigación me llevó por diferentes puntos de vista desde los cuales se ha tratado esta temática, incluyendo los relatos míticos, la tradición oral, los problemas medio ambientales, la gestión y la administración del agua como recurso hídrico, entre otros. (ver Diálogos)
Cuando me encontré con la historia del Mono de la Pila me surgieron diferentes interrogantes sobre las conexiones entre memoria histórica, patrimonio e identidad a través de la historia de este monumento, dada su importancia como primera fuente de agua pública de la ciudad: ¿Esta fuente fue un referente de patrimonio de identidad para los bogotanos? ¿Realmente se relaciona con la memoria histórica de la ciudad? ¿Esta clase de bien tiene algún tipo de significado social y cultural para los actuales habitantes de Bogotá?
Probablemente durante las primeras décadas de su existencia, la presencia del Mono de la Pila en el centro de la Plaza de Bolívar, justo donde hoy se encuentra la estatua de Simón Bolívar, debió servir como referente cotidiano de las personas que habitaban la entonces naciente ciudad capitalina, pero con sus múltiples traslados se fue perdiendo en el imaginario popular de los habitantes, con lo cual para muchos de nosotros su historia es prácticamente desconocida o distante cuando menos.
Memoria histórica, identidad y patrimonio
Aunque los términos memoria histórica, identidad y patrimonio, suelen utilizarse con frecuencia con diversidad de significados particulares, estos conceptos “… constituyen fenómenos sociales y culturales enlazados fuertemente con la vida de las comunidades. […] La memoria y la identidad se cruzan, se fecundan mutuamente para producir una trayectoria de vida, un relato, un mito. Así, cuando en el contexto de las estrategias identitarias los individuos producen una selección, lo hacen siempre desde un repertorio abierto de representaciones, relatos, creencias y ritos, es decir, desde un registro memorial” (Corporación para la Promoción y Difusión de la Cultura, 2010: 43).
La historia de la construcción de la primera fuente pública de agua de una ciudad marca un antes y un después. Este antes y después, plasmado inicialmente en la memoria de quienes presencian estos acontecimientos, ocurre no sólo porque por primera vez se provee a la comunidad de un servicio de agua cercana a sus lugares de residencia, sino porque se convierte necesariamente en referente geográfico, cotidiano y necesario para los habitantes de la ciudad. Esto fue lo que pasó con la instalación del Mono de la Pila en Bogotá, su construcción generó una nueva forma de interacción entre sus habitantes y el entorno espacial que los rodeaba, cambió formas de pensar, generó y modificó costumbres, marco una nueva etapa de desarrollo en la ciudad.
El agua como edificadora de historias de vida, identidades y costumbres
La construcción de la primera fuente de agua pública en la ciudad fue, en efecto, un acontecimiento histórico significativo, porque permitió cambiar la forma como sus habitantes se relacionaban entre ellos y con el agua, transformar costumbres higiénicas, y la perspectiva o percepción de la espacialidad misma de la ciudad. De una parte, la primera fuente pública de agua de Bogotá se instaló en respuesta a las condiciones insalubres que tenía la ciudad a causa de la ya evidente contaminación de los principales ríos que la atravesaban: “A finales del siglo XVI, como la gente continuaba bañándose, lavando la ropa, haciendo sus necesidades o arrojando basura en los ríos San Francisco y San Agustín, el cabildo de la ciudad resolvió conducir el agua limpia proveniente de los nacimientos hasta la Plaza Mayor” (IDPC, 2007: 65).
Y así, además de haberse convertido en lugares para hablar con los demás y para enterarse de los principales acontecimientos, las pilas “(…) junto con las fuentes, constituían puntos de orientación y encuentro, más eficaces para las gentes que aún no entendían la distribución urbana de las calles y carreras. Por ello era frecuente encontrar expresiones como: ‘nos vemos a la vuelta del chorro San Antonio’, ‘arriba del chorro del fiscal’, ‘media cuadra abajo del chorro de las botellas” (IDPC, 2007: 61).
De otro lado, la frase con la que comencé este artículo, al parecer, tiene su origen en que “las mamás de aquel entonces enviaban a sus hijos a traer el agua del Mono de la Pila. Y como a muchos no les gustaba cargar el agua desde ese sitio por el esfuerzo que debían hacer. Entonces llegaban a la casa quejándose. […] Por eso las madres también les decían ‘vaya a quejarse al Mono de la Pila’. Y los niños regresaban con su buena cantidad de agua y ya sin ganas de refunfuñar.” (Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, 2013: 1)1. Así, el Mono de la Pila se convirtió en receptor de quejas y reclamos de los habitantes de la ciudad, en testigo de los acontecimientos trágicos que la sacudirían en las décadas siguientes, como el denominado Bogotazo, pero sobretodo en referente histórico y patrimonial del cambio físico de ésta.
Igualmente, las fuentes públicas permitieron la edificación de lazos sociales, de camaradería y de identidad entre diferentes personas. A partir de allí “se hicieron comunes, en particular durante el siglo XIX, los cuadros de costumbres y las crónicas de viaje asociados al agua, como se evidencia en Reminiscencias de Santafé y Bogotá de José María Cordovéz Moure (1899), llegando hasta escritores colombianos del siglo XX que ilustraron el paradójico cruce de la modernidad con la pre-modernidad en los usos del agua” (Alcaldía Mayor de Bogotá, 2011: 21), como El Álbum Sesquicentenario de Daniel Ortega Ricaurte (1960) o Biografía del Caribe de Germán Arciniegas (1945).
Ubicado en el patio central del Museo Colonial de Bogotá. 2014
La importancia de las pilas y fuentes públicas de agua traspasaría las barreras del tiempo, alcanzando el siglo XX, dónde algunas de ellas siguieron siendo el único medio de acceso al agua. Tal es el caso de la pila de agua del barrio San Cristóbal Norte, que sobrevivió hasta la década de los 70, y que era sinónimo de alegría por la llegada del vital líquido pero también la iniciadora de conflictos entre los habitantes del sector por su escases y por las peripecias que debían hacer sus habitantes para acceder a éste (García Mora, 2011: 49).
La historia del Mono de la Pila
Esta fuente fue construida en piedra y decorada con varios escudos, que hacían referencia al pasado español y a los primeros gobiernos de la naciente Bogotá del siglo XVI. La fuente sufrió dos transformaciones hasta convertirse en la que conocemos actualmente, la primera fuente consistía en una pequeña taza y tenía una altura de unos 60 cm (en 1538), que después fue reemplazada por otra fuente más grande y ornamentada (en 1775), a la que popularmente se le dio el nombre de Mono de la Pila (IDPC, 2007: 65).
Es importante resaltar, que el Mono de la Pila es el nombre que popularmente se le otorgó a toda la fuente pública de agua. Sin embargo, es probable que inicialmente el nombre exacto hiciera referencia a la pequeña figura que se encuentra en la parte superior de la pila y que se presume es San Juan Bautista. Leuro (2001: 28) comienza la descripción de esta fuente pública diciendo que lo primero que se observa es la púdica desnudez de un mono coronado en la fuente y debajo de él, la presencia de los ancestros.
Aunque la palabra “Mono”, con la cual la gente del común denominó a la pequeña figura de San Juan Bautista, no tiene alguna referencia explícita en los documentos consultados, es muy probable que esté relacionada con el significado etimológico de la palabra, es decir una cosa pulida, delicada o graciosa (Real Academia Española, 1780). Sin embargo, cabe resaltar que existen algunas referencias que aseguran que “la estatua de Juan Bautista se convirtió en ‘El Mono’ debido a una popular expresión bogotana utilizada para referirse a los extranjeros y/o a las personas de cabello claro. La famosa frase ‘Vaya a quejarse al Mono de la Pila’ simbolizó, en un principio, lo improductivo de las quejas hacia la incompetencia de los gobernantes de Nueva Granada, la desatención en la que se veían envueltos los ciudadanos y la resignación final ante los problemas de la vida” (Quirós, 2012: 1).
Museo de arte Colonial. 2014
Respecto a su ubicación geográfica, como ya señalamos, la fuente se encontraba inicialmente en el centro de la Plaza Mayor, hoy Plaza de Bolívar, y sufrió varios desplazamientos hasta lograr su ubicación actual en el Museo de Arte Colonial de Bogotá:
“En el año de 1846, la fuente fue trasladada a la plaza de San Carlos, frente a la iglesia de San Ignacio. En 1890, el gobierno nacional construyó un jardín a sus alrededores y dispuso instalar una fuente en bronce; sin embargo, ese mismo año el Mono de la Pila fue llevado al Museo Nacional. Posteriormente, el museo fue reubicado en el edificio Pedro A. López, dónde funcionó a partir de 1922, y la pila se exhibió en una de sus salas. Por último el Mono de la Pila fue trasladado al patio principal del Museo de Arte Colonial, durante el año 1942 misma fecha de inauguración del museo” (IDPC, 2008: 143), donde permanece actualmente, ocupando un lugar destacado en el centro del patio interno de la casona.
Así pues, los continuos traslados del Mono de la Pila, lo fueron distanciando cada vez más del imaginario colectivo de los habitantes de Bogotá, hasta hacerlo prácticamente imperceptible, proceso al que la Sociedad de Mejoras y Ornato trató de oponerse al gestionar la elaboración de una réplica que fue instalada en 1960 en el costado norte de la iglesia de San Diego. (IDPC, 2008: 145), donde permanece entre los pasacalles de las carreras séptima y décima.
Detalle de la réplica del “Mono de la Pila”
Ubicado en el pasaje de la calle 27 entre las carreras 7ª y 10ª. 2014
Reflexiones finales
En términos de rastrear o reflexionar sobre la relación del agua como patrimonio cultural, no cabe duda que el Mono de la Pila es hoy un referente especial de esta relación, siendo por añadidura un referente concreto de cómo se articuló el espacio público a la vida cotidiana de los habitantes de Bogotá. Y con su historia particular de “nomadismo” urbano o capitalino, es también un referente de la transformación de la ciudad. Suerte que no tuvieron otros monumentos asociados con el agua construidos en la Bogotá de antaño, algunos de ellos contemporáneos con él como la Pila de las Nieves, demolida en 1897 por orden del Concejo de Bogotá y reemplazada por una fuente de hierro bronceada importada de Estados Unidos (IDPC, 2007: 84), o la Pila de San Victorino, construida en 1793 y cuyo funcionamiento se prolongó hasta finales del siglo XIX, cuando fue reemplazada por una fuente francesa (IDPC, 2007: 86). Ambas pilas desaparecerían de estos lugares para dar paso a los desarrollos urbanos propios del crecimiento de la ciudad, la fuente de hierro de las Nieves fue trasladada frente a la fábrica de Bavaria de dónde se le perdió el rastro y la pila de San Victorino permaneció algunos años allí y luego fue trasladada a la Plaza de las Cruces, dónde aún permanece pero sin agua.
El destino final del Mono de la Pila fue afortunado, en comparación con los monumentos mencionados anteriormente. Sin embargo, su historia y su importancia como bien patrimonial –a pesar de la réplica en espacio público y central-, es prácticamente desconocida, muchos de ustedes, como yo antes de conocer fortuitamente esta historia, no teníamos idea de su significado o ubicación dentro de la capital. Tal vez porque al estar ubicada dentro de un museo está menos presente en nuestra vida cotidiana, que lo que estaría en un parque, plazoleta o calle, o tal vez porque muchos de nosotros, cuando pasamos desprevenidamente por algún monumento histórico de la ciudad no nos cuestionamos sobre los significados sociales y culturales asociados a estos, su importancia patrimonial y su relevancia como constructores de nuestra memoria histórica como habitantes de Bogotá.
Así, y tomando en cuenta que muchos de los monumentos históricos de Bogotá no se encuentran en las mejores condiciones de conservación, bien por la acción de los grafitis, el excremento de palomas o la inclemencia del tiempo sumada a una falta de mantenimiento regular, existen algunos proyectos de restauración dentro de la ciudad, que incluyen, entre otros, la restauración del Museo de Arte Colonial y de los bienes culturales que allí se encuentran, entre ellos el Mono de la Pila, que esperamos lleguen a feliz término para que en materia de patrimonio cultural no tengamos que ir a quejarnos al Mono de la Pila!
de la réplica del “Mono de la Pila” Ubicado en el pasaje
de la calle 27 entre las carreras 7ª y 10ª. 2014
Notas
1. Es necesario recalcar que durante el siglo XIX, aunque existe un mayor sentido del bienestar y de la importancia de la higiene de sus ciudadanos, la provisión de agua era rudimentaria. Bogotá se abastecía de los ríos San Francisco, Manzanares y Arzobispo, de allí salían cañerías que llevaban el líquido hasta las pilas públicas dónde era transportado por las aguadoras hasta las casas (Bermúdez y Urbano, 2001: 110). De esta manera el papel de las aguadoras fue esencial en el transporte del agua pero también en la construcción de lazos sociales entre diferentes personas de la Bogotá colonial y republicana.