¿Por qué hablar de un turismo “creativo”?
Si tomamos el turismo como un sustantivo y lo “creativo” como un adjetivo, es menester hacer una breve revisión sobre el origen de la relación.
El entendimiento del turismo exige una aproximación epistemológica al fenómeno desde las ciencias sociales y desde la economía; no obstante, su evolución respecto a los espacios que poco a poco ha ido ganando en las agendas políticas en los ámbitos global y local, indica que cada vez con más fuerza este emerge en el ámbito de las políticas públicas.
Como fenómeno, el turismo se clasifica dentro del espectro de lo complejo, sobre el que se podría afirmar que, si bien existen investigaciones serias acerca de este desde lo social, desde lo cultural y desde lo económico, el corpus teórico reclama mayores investigaciones estructurales que permitan su observación y análisis como un sistema de interacciones disciplinares, que tienen en el ser humano, al hacedor y al usuario, a la vez, y a un territorio como escenario de ambos. En otras palabras, el turismo como fenómeno sistémico se compone de dos elementos sustanciales: de una parte, el individuo, que impulsado por alguna motivación, decide desplazarse desde su lugar de residencia hacia un lugar diferente donde se torna en sujeto de acción cuando arriba y pernocta allí. De otra parte, y como segundo elemento, emerge el territorio que recibe a ese turista; territorio que para el turista es visto como un destino turístico. Confluyen en ese sistema, aspectos psicológicos vinculados a la motivación del viaje, el factor económico que define las características del viaje, una oferta que se ubica en el destino y que se configura en atracciones (atractivos naturales, culturales, negocios, etc.), y una planta de servicios turísticos que hacen posible la estadía.
Como fenómeno social, sus orígenes se vinculan en buena medida a las conquistas de las clases trabajadoras representadas en el derecho al descanso, al ocio y al tiempo libre.
El turismo como fenómeno social, se desarrolla en el tiempo, acorde con el contexto histórico del momento. Así, el turismo como fenómeno de masas, visto como una alternativa de empleo del tiempo libre, llega a su punto más alto en las décadas de los sesenta y los setenta del siglo XX, llegando a movilizar millones de turistas alrededor del mundo hacia playas icónicas, ciudades patrimoniales y regiones famosas por ser lugares de entretenimiento. Estos desplazamientos, en su gran mayoría se dieron en forma indiscriminada, aunque de forma organizada por nuevas y cada vez más sólidas organizaciones empresariales que proveían servicios integrales, facilitando los desplazamientos e imponiendo así sus agendas y que alcanzaron a controlar cerca del 60% del volumen turístico (Salvat, 1973:126). No obstante y para entonces, ya se hablaba del turismo como el ejemplo máximo del ocio creativo, sin vislumbrar el ulterior desarrollo del concepto como posibilidad de crecimiento personal y de interacción social y cultural.
Asociar al turismo con el fenómeno de la globalización, es una tendencia que se vislumbra de manera clara desde hace varias décadas ya:
“Tourism is one of the world’s largest and fastest growing economic sectors, emerging over the past fifty years as a key instrument for global growth, development and job creation. Nevertheless, in the aftermath of the global economic downturn, it is clear that the sector faces a number of serious challenges, from the economy to longer – term sustainability issues” Taleb Rifai – Secretario General de la Organización Mundial del Turismo (2012).
Reflexiones y debates en distintos escenarios alrededor del mundo –como las reuniones de la Organización Mundial del Turismo-, reconocen la importancia de poner en relieve las causas y las consecuencias del turismo en las economías globales, y cada vez con más énfasis en la visión global – local, en tanto lo local, referido al destino que comporta un tejido social y un tejido urbano o eco-sistémico, según la naturaleza del mismo, es receptor de la carga de la acción turística. Es entonces cuando se habla de impactos positivos o negativos, que afectan a múltiples actores que integran el mercado turístico (oferta y demanda).
El fenómeno de la globalización está ligado a las tecnologías de las comunicaciones y en ese orden de ideas, nuevos matices se introducen en la ya compleja paleta de colores del turismo. Elementos como el prestigio por viajar, la instantaneidad en las comunicaciones, ya no objetivas sino subjetivas, la proliferación de todo tipo de opciones de alojamiento, de comidas, de espectáculos, de experiencias a la medida de cada gusto, toman un lugar privilegiado en las redes sociales y encuentran en aplicaciones como el instagram, solo por citar una de tantas, espacios donde circulan virtualmente, experiencias de viaje de millones de viajeros. Y, ¿cuál es el escenario de ocurrencia de estos eventos?, pues tantos lugares como sean posibles en el globo terráqueo, ya como consecuencia de un boom, o como un factor ya instalado en las economías de países, regiones y pequeñas localidades. Desde escenarios naturales, playas urbanas, espacios de entretenimiento y centros financieros, hasta sitios patrimoniales y, -lo que suele ser objeto de polémicas-, comunidades étnicas; todos hacen parte del mapa turístico del mundo.
“Durante los años ochenta reclamos puramente nostálgicos de patrimonio adquieren protagonismo y la crisis económica hace entrar a los museos en la industria del ocio y el turismo” (Ballart, 1997:240).
Hechos cómo éste fueron el comienzo de lo que fue moldeando el concepto de “creatividad”, que fue altamente empleado al vincular al turismo como una forma creativa de gestionar el patrimonio cultural. En la actualidad, dicho relacionamiento continua vigente, no obstante, esta realidad es tan aceptada como cuestionada. Casi se podría afirmar que la falta de creatividad ha llevado a los gobiernos e incluso a gigantes organismos multilaterales de turismo y de la banca multilateral, a sesgar las opciones de generar desarrollos productivos hacia el turismo. Al respecto, en su libro Entre el ocio y el neg-ocio, Octavio Getino se refiere a esta tendencia y señala que es aún más frecuente en los países en vías de desarrollo, los cuales tienden a cambiar o a diversificar la oferta de bienes y servicios y ofrecen al turismo como alternativa y como opción de exportación:
“La carencia de otras alternativas políticas para el desarrollo conduce así a las clases dirigentes de muchos países de la región, a sustituir una forma de dependencia por otra aún más dramática como es la de querer reducir el futuro de las naciones a simples reservas naturales y culturas para el disfrute del ocio por parte de quienes tienen el poder de hacerlo…” (Getino, 2002:98).
Aun cuando muchas voces refutarían esta afirmación señalando las bondades que conlleva el turismo como agente de preservación y salvaguardia de esos recursos naturales y culturales, desplazando otro tipo de explotaciones más nocivas a las cuales se ven abocados estos países, lo cierto es que la tendencia es cada día más fuerte y se acompaña de imperativos éticos, morales y económicos que llegan a sobredimensionar las expectativas. En ese sentido, asistimos a lo que se podría describir como un concepto posmoderno del turismo en relación con lo que se espera de su desenvolvimiento, es decir, la actividad económica que se presenta como alternativa productiva para muchos territorios y comunidades, la cual comporta posibilidades de desarrollo sostenible para el destino (espacio físico natural, tejido urbano y tejidos social), y para satisfacer las necesidades de ocio creativo, de disfrute del tiempo libre y de crecimiento personal a través de experiencias y vivencias, de quienes hoy o mañana, asumimos el rol de turistas.
Retomando el tema de las redes sociales y el internet, en Creative Tourism Network, hallamos la siguiente definición de turismo creativo:
“El Turismo Creativo es un sector en plena expansión que reúne cada vez más seguidores en el mundo deseosos de realizar una actividad artística y creativa que les permita descubrir la cultura de su destino, compartiendo momentos privilegiados con sus habitantes”1.
Desde hace más de una década, definiciones como éstas ya se ocupaban de describir el novedoso concepto de turismo cultural que se contraponía al turismo de masas y que es en lo fundamental, similar a ésta definición o, al menos, contiene elementos parecidos. Ya en 1999, la Organización Mundial de Turismo (UNWTO por sus siglas en inglés) y la UNESCO, habían lanzado a la luz pública, la depurada Carta de Turismo Cultural, como un instrumento positivo que sellaba el vínculo indisoluble entre cultura y turismo; esta Carta se ha convertido en un referente que da marco y legitima la unión entre cultura y turismo.
Carta del Turismo Cultural
Suscrita en México, en octubre de 1999, durante el evento de “Gestión del turismo en los sitios de patrimonio”
Principios de la Carta de Turismo Cultural
- Desde que el turismo nacional e internacional se ha convertido en uno de los más importantes vehículos para el intercambio cultural, su conservación debería proporcionar oportunidades responsables y bien gestionadas a los integrantes de la comunidad anfitriona, así como proporcionar a los visitantes la experiencia y comprensión inmediata de la cultura y patrimonio de esa comunidad.
- La relación entre los sitios de patrimonio y el turismo es una relación dinámica y puede implicar valoraciones encontradas. Esta relación debería gestionarse de modo sostenible para la presente y las futuras generaciones.
- La planificación de la conservación y del turismo en los sitios de patrimonio debería garantizar que la experiencia del visitante valdrá la pena y será satisfactoria y agradable.
- Las comunidades anfitrionas y los pueblos indígenas deberían involucrarse en la planificación de la conservación del patrimonio y del turismo.
- Las actividades de turismo y de conservación del patrimonio deberían beneficiar a la comunidad anfitriona.
- Los programas de promoción del turismo deberían proteger y realzar las características del patrimonio natural y cultural.
Igualmente, en la medida en que la noción de cultura es permeada por la noción de creatividad, hallamos la forma de asociar creatividad y turismo. Cabe anotar que el debate que se cierne sobre la cultura, el patrimonio, las expresiones culturales, investidas de imperativos socialmente pulcros, convertidas en mercancías, donde el turismo se presenta como una de las formas más evidentes de ese consumo mediado por lo económico, es quizás uno de los más interesantes y prolijos campos de pensamiento, aún en estado de gestación.
Una búsqueda de definiciones sobre “turismo creativo” conduce a una definición difusa, que se denota en el surgimiento libre e indiscriminado de expresiones como geoturismo, turismo consciente, turismo cultural comunitario, etc., por lo que quizás al traer a colación los planteamientos del sociólogo y politólogo Giovanni Sartori, se contribuya un poco al esclarecimiento del contexto. En su libro “Cómo hacer ciencia política”, Sartori hace referencia a lo que él denomina fact-finding; el asunto acerca de los conceptos como recogedores de hechos (2012:40) y la idea de cómo convertir un concepto en un recogedor de hechos válidos, frente a la tendencia a los estiramientos conceptuales, tornándolos en “imprecisos” (2012:47). Partamos del hecho que no existe una definición teórica de turismo cultural, que sea universalmente aceptada, y que en ese orden de ideas, para efectos del presente artículo, se asume la relación más generalizada con lo cultural, las posibilidades del turismo con soporte en la cultura, desde turismos creativos, ciudades creativas, turistas creativos, experiencias creativas, el vínculo con lo emocional, y la ostensible articulación con la noción de sostenibilidad. Quizás el planteamiento más estructurado lo expone el Dr. Gregg Richards, profesor de Estudios de Ocio en la Universidad de Tilburg (Países Bajos):
“El turista cultural no es simplemente quien visita un sitio cultural, sino quien tiene esa motivación concreta. Pero…surge otro problema, ¿cómo logran las ciudades ofrecer algo distinto a este tipo de visitante? En un mundo donde vale la “copia” como estrategia cultural (¿acaso no hay buses turísticos casi idénticos en las ciudades más importantes?), el desafío es justamente crear distinción. Y, si antes -en un sistema cultural más clásico- esto pasaba por los elementos tangibles (un museo, un ícono o una imagen, por ejemplo), actualmente se relaciona mucho más con los factores intangibles: identidad, estilo de vida, ambiente, narrativa y creatividad”2.
Sobre ésta aproximación al concepto, Richards introduce nuevos elementos a la anterior conceptualización realizada junto con Crispin Raymond:
“Given the increasingly important role of tourism in the urban economy, it is not surprising that the physical remodeling of cities (and particularly city centers) for creative purposes is strongly related to tourism and leisure. Richards and Wilson (2006) have identified a number of forms in which these aspects of creativity can be integrated into urban and tourism development. These are creative spectacles, creative spaces and creative tourism” (Richards y Wilson, 2006:17).
Una pregunta más surge en este contexto académico e interpretativo: ¿es el turismo creativo un producto turístico, o más bien se trata de una nueva forma de hacer turismo, desde una nueva categoría de turista definida por las motivaciones más subjetivas, auténticas y ávidas de experiencias novedosas?
Algunas cuestiones sobre el turismo sostenible en el ámbito de las políticas públicas y la creatividad como categoría para su realización formal y material
En este segmento se analiza el contexto formal institucional, sobre el cual se mueven las prácticas asociadas al turismo creativo.
Según la Organización Mundial del Turismo, el estudio de tendencias mundiales en materia de llegadas internacionales de turistas en el mundo marca 1,4 billones de llegadas para el 2020 y 1,8 billones para el 2030. Estas asombrosas cifras dan cuenta de los movimientos internacionales de viajeros, sin considerar los viajes internos en cada país. No es pues de extrañar el boom del turismo, como apuesta económica a lo largo y ancho del planeta.
“El turismo puede ser un importante motor de desarrollo económico y social por su capacidad de arrastre sobre otros sectores económicos, por el uso intensivo de mano de obra, por ofrecer oportunidades de inclusión social, y por envolver a gran número de micro, pequeñas y medianas empresas. El turismo representa alrededor del el 5% del PIB global, el 7% de todas las oportunidades de empleo de América Latina y el Caribe y se encuentra entre las cinco principales fuentes de divisas para los países más pobres de la región” (UNWTO, 2011).
Una revisión del discurso político de la Organización Mundial de Turismo durante los últimos cinco años, da cuenta de la creciente tendencia a fortalecer el desarrollo sostenible y sustentable como condición ética e imprescindible para el cabal desarrollo del turismo en los destinos.
La activa participación de esta organización en la formulación de los Objetivos del Milenio, publicaciones tales como “Turismo y erradicación de la pobreza”, “Código mundial de ética para el turismo”, “Green tourism”,“Investigación y enseñanza, ejes del desarrollo sostenible” y “Turismo y patrimonio cultural e inmaterial”3, entre otros, ratifican esta tendencia.
Es así como esos discursos se fundan en argumentaciones que en el aspecto técnico, incorporan elementos que orientan estrategias y acciones a través de políticas.
“Tourism can, if managed sustainably and sensitively, offer communities an opportunity to support themselves. Those may develop the knowledge base and local skill based to empower communities to take control on their own future” (UNWTO, 2011:50).
Una de las formas de materializar el turismo es a través del desarrollo de productos turísticos y el mercado exige hoy mucha innovación y creatividad. Y ¿qué es el desarrollo de productos turísticos? Esos productos pueden ser de diversas clases y son el punto de unión entre la motivación del individuo que opta por una experiencia de viaje y el destino visto como oferta. Turismo de naturaleza, de aventura, de salud, de bienestar, de congresos y eventos, cultural, de sol y playa, etc., así se nominan los productos turísticos, que son tan cambiantes y dinámicos como lo puede ser el concepto de creatividad aplicado a la oferta potencial para el turismo.
La Organización Mundial del Turismo señala que el desarrollo de productos turísticos forma parte integrante de la planificación estratégica general del desarrollo del turismo y no debe realizarse de forma aislada (UNWTO – CET, 2012), debe ser auténtico y autóctono, ser una decisión de la comunidad receptora, respetar el entorno natural y sociocultural, ser diferenciado, observar las tendencias del mercado, desarrollarse sobre la base de las condiciones generadas en el destino en alianza público/privada y ordenadamente siguiendo directrices de los planes de desarrollo. En este enunciado se observan plenamente los criterios de sostenibilidad y creatividad.
Hasta aquí la oferta, ahora bien, en torno a la demanda, actualmente, las tendencias mundiales del turismo en materia de mercados, identifican a un turista más respetuoso por la sostenibilidad del medio ambiente y de las expresiones culturales de los destinos que visitan, con una marcada preferencia por lo auténtico y por un turismo que contribuya con su crecimiento personal, valorando el “souvenir” que se lleva como recuerdo, en la experiencia.
La cuestión en Colombia desde la legislación
La historia del turismo en Colombia puede dividirse en dos: antes de la cruenta década de los noventa, cuando el país alcanzó los tres millones ochocientos mil turistas y después del primer lustro del siglo XXI, cuando nuevamente el gobierno nacional decidió generar una apuesta por el turismo como factor de desarrollo, lo que sin duda fue facilitado por el mejoramiento de las condiciones de seguridad y la recuperación de la confianza en el país.
En el año de 1996, el país atravesaba un período difícil; el narcotráfico y el terrorismo habían dislocado las instituciones y habían generado una suerte de retraimiento ciudadano. En medio de estas circunstancias poco favorables, el gobierno nacional sanciona la Ley 300, Ley General de Turismo que en su artículo primero señalaba la importancia de la industria turística. Más recientemente, la Ley 1558 de 2012 transciende la categoría de importante para el turismo y le asigna la categoría de industria esencial. Así, la ley define al turismo como una “…industria esencial para el desarrollo del país y en especial de las diferentes entidades territoriales y cumple una función social…” (Ley 1558 de 2012. Artículo 1). Adicionalmente, un nuevo corpus aspiracional fundado en conceptos como sostenibilidad, valores ambientales, culturales y sociales, se incorporan al texto de la ley, complementando los argumentos de tipo jurídico, abriendo espacio a posibilidades de desarrollos más creativos del turismo y más acordes con las tendencias, en el marco de la competitividad en los productos y destinos y del mercadeo y promoción nacional e internacional.
El turismo […] [debe ser] un derecho social y económico de las personas, dada su contribución al desarrollo integral en el aprovechamiento del tiempo libre y en la revalorización de la identidad cultural de las comunidades” (Ley 1558 de 2012, artículo 3). Como derecho social, es una forma de acceder y apropiarnos de la cultura y el patrimonio, de entrar en contacto con la diversidad cultural, valorar las diferencias y conocer los derechos culturales mediante el intercambio que se da entre comunidades receptoras y visitantes. Son nociones más amplias que las sucesivas reformas legales han incorporado.
Las sucesivas reformas de Ley, que comienzan con la Ley 300/96, y las leyes 1101/2006 y 1558/2102, que modifican y adicionan la primera, a más de introducir nuevos principios y criterios, algunos ya mencionados, crean mecanismos que dotan al sector de instrumentos y recursos de tipo administrativo y financiero, que pretenden fortalecer la institucionalidad sectorial (se crea el Viceministerio de Turismo, se crea y luego evoluciona el Fondo Nacional de Turismo, entra en vigencia el impuesto al turismo, se amplía la base de prestadores de servicios turísticos aportantes de parafiscalidad, surge el banco de proyectos turísticos). En este marco normativo, el gobierno nacional, las entidades territoriales, grupos étnicos y empresarios del sector están facultados para formular y presentar proyectos para acceder a recursos de tipo no reembolsable, para desarrollos turísticos.
No obstante, lo que en principio se percibe como una plataforma sólida para el desarrollo del turismo, a su vez genera los peligros que suelen surgir cuando la inmediatez en las decisiones políticas, la falta de planificación y el impulso por la moda, distorsionan los derroteros que trazan las políticas públicas. Es así como la conceptualización de tipo formal y académico y la puesta en valor de cuerpos teóricos como estructuras fundantes de los desarrollos turísticos, deberían tener un papel protagónico como principios ordenadores de la actividad.
Turismo creativo asociado a turismo cultural
En noviembre del año 2007, Colombia fue sede de la Asamblea General de la Organización Mundial de Turismo, celebrada en Cartagena de Indias, como un hito histórico para la historia del turismo del país; este hecho significó de manera contundente la recuperación de la confianza internacional en el país. Fue precisamente en el marco de la Asamblea, que los Ministerios de Cultura y de Comercio, Industria y Turismo, presentaron la Política del Turismo Cultural: identidad y desarrollo competitivo del patrimonio, para el mundo.
Este ejercicio, más que un acto interinstitucional e intersectorial, significó la puesta en común de dos ámbitos, hasta el momento, antagónicos: cultura y turismo; el primero con profundo acento proteccionista y el segundo con marcada tendencia consumista. La afortunada convergencia devino en el trazado de la ruta para desarrollar acciones que incorporaban al patrimonio cultural a la actividad turística, configurado éste como un atractivo turístico, pero bajo principios de sostenibilidad, respeto y ética del turismo.
El contenido de la política resalta la potencialidad del turismo como agente articulador de identidades y valores simbólicos, con procesos competitivos y productivos. Es una suerte de postulado para la “democratización del turismo” y la apuesta por generar estrategias para irrigar los supuestos beneficios generados por su desarrollo a las comunidades residentes en destinos ya consolidados como turísticos y en potenciales destinos; siempre con la mirada a través del lente de la sostenibilidad.
La definición de turismo cultural que adopta el texto de la política, se circunscribe al ámbito del patrimonio cultural de la nación y en la promoción de sitios y manifestaciones declarados patrimonio de la humanidad, en especial en centros urbanos como Cartagena y Mompox, en parques arqueológicos, como el de San Agustín y Tierradentro, y en manifestaciones culturales como el Carnaval de Barranquilla y el espacio cultural de San Basilio de Palenque. Esta definición parte en primera instancia, de la transversalidad de la cultura y del turismo cultural, con otros tipos de turismo, y en segundo lugar, de la multiterritorialidad de la cultura como un bien y un recurso que está presente a lo largo y ancho de la geografía nacional. En el marco de esta política se han desarrollado iniciativas, en principio interesantes como la Red Turística de Pueblos Patrimonio, aún en gestación, pues las acciones se han focalizado más en el posicionamiento de la imagen, que en el trabajo de fondo en el diseño de producto; no obstante, puede considerarse un fértil territorio de trabajo articulado para poner en valor el turismo creativo.
Hoy, frente a conceptos como los de economía creativa, industrias culturales, industrias creativas, turismo creativo, se piensa en una revisión de la política de turismo cultural, la cual debe partir de un debate de fondo, que incorpore dimensiones más amplias del conocimiento sobre los comportamientos del turista. Entre los temas de análisis, se encuentran el hecho de aceptar que el turismo a nivel mundial se ha tornado en uno de los principales agentes de gestión del patrimonio cultural; el propio alcance de la política, que se circunscribe al patrimonio cultural y la posibilidad de pensar en campos más amplios, hoy se habla de la “economía creativa” en la que el turismo emerge como un elemento a considerar.
Sobre este terreno de diálogo han surgido controversias y debates que se dan en forma permanente, pero que quizás sean discusiones insulsas frente a las problemáticas reales y los paradigmas que mueven el mercado de bienes culturales y a los flujos imparables de viajeros y turistas.
En ese orden de ideas, emerge la tarea de develar las narrativas sobre la cultura, la sostenibilidad, las identidades, la salvaguardia del patrimonio, los beneficios del turismo, del patrimonio y del turismo como factores de desarrollo de los pueblos, del crecimiento personal y ético del sujeto-turista, etc., que se tornan habituales hoy en día en los discursos políticos, pero cuya realización suele carecer de estrategias concretas para pasar del discurso a la realidad, incluyendo, por ejemplo, la carencia de indicadores de gestión y de impacto, que se apliquen sistemáticamente; suele suceder que se formulan, pero no se implementan en forma sistemática4.
Para ello es menester reflexionar y pensar sobre las relaciones y relacionamientos, no en la abstracción cultura-turismo, sino en los sujetos de ambos, es decir, la gente, las comunidades y colectivos humanos hacedores de cultura y usuarios de la misma. Y en este escenario, ¿cuál es el papel del Estado y de las políticas públicas?
Es posible que la respuesta esté en la perspectiva de esos hacedores – usuarios, más que en el papel del protagonista, o del actor de reparto, en el escenario de la institución, que finalmente no es más que una entelequia, pues son mujeres y hombres los que la piensan, la estructuran y la mueven. Esos, también son y somos, hacedores de cultura y turistas.
Retos y perspectivas
Plantear retos y perspectivas requiere no solo de realizar aproximaciones a las tendencias del turismo, sino de reflexionar sobre el futuro de la llamada industria sin chimeneas. En esencia, pensar sobre los futuros desarrollos recae en buena medida en el sector público con el deber de anticiparse como estrategia para generar las condiciones necesarias y adecuadas para el desarrollo del turismo. La Organización Mundial de Turismo cuenta con investigaciones serias que merecen más atención de los gobiernos nacional y locales, cuya consideración contribuiría a disminuir los efectos negativos de la inmediatez, y hacer proyecciones sobre perspectivas en el mediano y largo plazo, más que en el corto plazo, como suele ser la realidad.
Entre los principales retos que hay que afrontar, en perspectiva global, se mencionan:
- Crecimiento demográfico
- Crecimiento del número de personas que harán viajes
- Viajeros que buscan mayores significados en los viajes y experiencias Únicas
- Estadías más cortas
- Creciente interés por el descanso y la salud asociados a la disminución del estrés
- Viajeros que buscan más calidad por precios justos
- Mayores ingresos económicos en las familias para viajar5
- Los avances tecnológicos en un papel principal y determinante para las formas de mercadear los productos turísticos
- Un turismo que utiliza y propende por tecnologías limpias
- Un turista que propende por la sostenibilidad ambiental, sociocultural y económica de los destinos que visita
- Gente mayor con más valor adquisitivo
- Grupos marginales bien recibidos en destinos abiertos para marginales
Por citar algunas de las predicciones que se hallan en varias fuentes.
Y, ¿con respecto a lo local?
Responder esa pregunta implica que el país revise la manera de orientar sus políticas turísticas y piense a quién o quienes van dirigidas. Hay que generar más distinción en cuanto a los diferentes actores que intervienen en la cadena de valor del turismo. ¿A qué mercados se le va a apostar?; ¿Turismo receptivo6 ó interno, o ambos?; ¿número de turistas ó divisas?; ¿los destinos para los turistas ó los turistas para los destinos?; ¿priorización de productos turísticos?; ¿cómo irradiar y distribuir más equitativamente los beneficios económicos del turismo?. Quizás frente a los datos más recientes sobre la desigualdad en Colombia, un objetivo a plantearse desde el punto de vista del turismo creativo, más que hacer enormes esfuerzos por desarrollar productos turísticos diferentes, innovadores y hasta estrafalarios, – y este es un cierre a manera de pregunta y de reflexión-, ¿podría pensarse en un turismo creativo que relacione estructuralmente el derecho equitativo al disfrute del ocio y del tiempo libre, con los mercados turísticos, donde todos somos consumidores?
Notas
1. Creative Tourism Network. AQUÍ. Consulta de Abril 10 de 2014.
2. Conferencia dictada por el Profesor G. Richards en el Master de Gestión Cultural de la Universidad Internacional de Cataluña en mayo de 2013 y publicada AQUÍ. Consulta de Abril 11 de 2014.
3. Publicaciones de la Organización Mundial del Turismo. Referencias AQUÍ. Ver publicaciones.unwto.org.
4. En el año 2000, en un ensayo titulado “Patrimonio cultural y turismo ético en América Latina y Colombia”, planteaba que “..no se trata entonces simplemente de tener voluntad política unilateral y arbitraria, basándose en el supuesto del turismo como la panacea del desarrollo de los pueblos” (Sánchez, 2000:36). Sobre esta afirmación, se puede hoy señalar que Colombia ha superado la unilateralidad en la formulación de las políticas públicas de turismo, pues en concordancia con la Constitución Política de 1991, el proceso de formulación es participativo. No obstante, a pesar de evidentes avances en materia de indicadores del turismo, éstos aún se circunscriben a datos cuantitativos tales como llegadas de turistas, ocupación hotelera, la participación en el PIB nacional sobre la base de hoteles, agencias de viaje y restaurantes. La implementación de indicadores que miden impactos socioculturales y ambientales en los territorios que se configuran como destinos turísticos, es aún limitada. Esta circunstancia no es exclusiva de Colombia y la tendencia es a quedarse en la evaluación de buenas prácticas.
5. Cabe anotar que este es el punto de vista de los estudios de mercado (oferta y demanda) y las tendencias. No obstante, desde perspectivas como la democracia y la crítica al liberalismo económico, otros autores dirían que el incremento en la desigualdad de condiciones económicas en muchos países, principalmente en los países llamados en vías de desarrollo, o bajo el entendimiento de la visión norte-sur, producirá una desigualdad en los flujos turísticos, convirtiendo a los más aventajados en viajeros y a los menos aventajados, en receptores; lo que de hecho cuestionaría el sustento teórico e imperativo ético que asocia al turismo con el derecho al descanso y al uso del tiempo libre.
6. Llegadas de viajeros del exterior.