Turismo Cultural: un paso hacia lo creativo
Para efectos de este artículo, no hace falta iniciar con una larga lista de definiciones sobre cultura: cada orilla académica, tendencia política y momento histórico tiene la suya propia. En cuanto al turismo, quizá solo sea necesario señalar que hay distintas interpretaciones. Desde las más diplomáticas, como las de la Organización Mundial del Turismo, que lo reducen a variables de tiempo, desplazamientos e intereses; hasta conceptos teóricos como los de Margarita Barreto (2007) que convierten al turismo en un complejo sistema social y cultural, que se entrelaza en lo más profundo de las sociedades receptoras y turistas.
Las definiciones de turismo cultural parten de lo enunciado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios Arqueológicos (Icomos), en la 1ª Carta Internacional de Turismo Cultural, de 1999, donde este concepto se define así:
El turismo cultural es el que tiene por objeto el descubrimiento de los sitios y de los monumentos. Ejerce sobre estos un efecto positivo considerable en la medida en que, persiguiendo sus propios fines, contribuye a mantenerlos en vida y a protegerlos. En efecto, esta forma de turismo justifica los esfuerzos que ese mantenimiento y esa protección exigen de la comunidad humana, debido a los beneficios socio-culturales y económicos que resultan para el conjunto de las poblaciones implicadas”.
Sin embargo, el concepto de turismo cultural comenzó a fraguarse a principios de los años noventa, cuando surgió la necesidad de planificar y controlar actividades de consumo en destinos turísticos, que se cruzaban o solapaban con actividades culturales. También se consolidó ante la necesidad de crear una categoría de análisis, que explicara cómo la cultura se está mercantilizando y cómo los consumos turísticos se han especializado (Sancho, 2007).
La definición de turismo cultural adoptada en Colombia, elaborada por el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo (Mincit),y enunciada en la Política de Turismo Cultural (PTC) de 2007, se enmarca en el ámbito del patrimonio cultural de la nación y en la promoción de sitios y manifestaciones declarados patrimonio de la humanidad, en especial en centros urbanos como Cartagena y Mompox, en parques arqueológicos como los de San Agustín y Tierradentro, y en manifestaciones culturales como el Carnaval de Barranquilla y el espacio cultural de San Basilio de Palenque (Ministerio de Cultura, 2009: 405).
Los parámetros utilizados por la PTC de 2007, para generar una definición de turismo cultural, consideran dos hechos claves: el primero es la transversalidad con otros tipos de turismo, y el segundo es la multiterritorialidad de la cultura como un bien y un recurso que está presente en todo el país (Ministerio de Cultura, 2009: 399).
La anterior introducción genera dos puntos de reflexión: el primero, sobre el turismo cultural en el cual hay varias líneas de trabajo, siendo aún un campo para proponer definiciones y acciones. Y en cuanto a las acciones viene el segundo análisis: en la mayoría de los casos, cuando se habla de turismo cultural, la valoración del patrimonio y la cultura en escenarios turísticos está cimentada en una visión material de la cultura, que solo le da prioridad al patrimonio relacionado con bienes muebles e inmuebles, como arquitectura, sitios arqueológicos y museos, lo cual genera una visión parcial y fragmentada de los procesos culturales e históricos.
Un ejemplo extremo de lo anterior, de la visión material de la cultura por el turismo, es la valoración turística-cultural de Cartagena de Indias, que seduce con la idea de playas, la estética del casco histórico y lo majestuoso de las murallas. Lo material, exhibido como atractivo, no profundiza en las contradicciones que ese legado contiene históricamente, como el genocidio de miles de africanos que fueron esclavizados1; o la segregación y gentrificación de la ciudad caribeña y colonial a manos del turismo (Morales, 2013).
Cerrando esta breve definición y acotación de turismo cultural, la cultura y el patrimonio son un atractivo más, como los litorales costeros, áreas naturales protegidas, centros históricos o parques temáticos u otros sitios de interés turístico. En últimas, son tratados como recursos para la explotación, con las implicaciones sociales y ambientales inherentes a una industria extractiva, con consecuencias como la gentrificación y la aculturación, procesos de degradación arquitectónica y urbana y las diferencias en la calidad de los servicios básicos ofrecidos a turistas en comparación con la calidad de los ofrecidos a las comunidades receptoras, entre otros problemas que la literatura científica está investigando en detalle, para entenderlos efectos del turismo sobre las comunidades, el patrimonio y las expresiones artísticas asociadas con servicios y destinos turísticos (García, 1999; Dosall, 2014).
Turismo Creativo: disolviendo tensiones
El turismo creativo, como todo concepto nuevo, que en la práctica debería generar acciones concretas, en temas culturales y turísticos, aparece con una dosis de expectativa y timidez; expectativa por ofrecer soluciones a las tensiones, ya mencionadas, sobre los efectos negativos del turismo sobre la cultura, el patrimonio y las comunidades. Y timidez, ya que son procesos que surgen a nivel micro y local, y necesitan de otras experiencias e inercias de resultados positivos para aflorar en un consenso mayor, y mostrar sus bondades sobre otros modelos de desarrollo turístico.
El turismo creativo, como modelo alternativo al cultural, surge en 2010, como una propuesta para hacer mayor énfasis sobre la identidad y la autenticidad en destinos turísticos masificados del primer mundo: España, Francia, Japón y Canadá. También surgió como alternativa por medio de la cual se valora la experiencia y vivencia de lo original, en la cotidianidad de la cultura local. Su novedad seduce por su flexibilidad frente a otros modelos turísticos y por su discurso de inclusión social y valoración de lo cultural, que propone que el turismo puede ser un vehículo de inclusión e igualad social entre turistas y comunidad receptora. En este sentido, el turismo creativo puede minimizar impactos urbanos y ambientales, al reutilizar la infraestructura arquitectónica original, y proponer que el destino turístico sea la interacción de las gentes con su patrimonio y cultura, el contexto, y no las cosas, lo material.
Algunos autores señalan que el turismo creativo es la conjunción del turismo cultural, en toda su dimensión de oferta y acciones2, con el turismo responsable que involucra a turistas más educados e informados, en otras palabras el turismo experiencial, donde las comunidades receptoras diseñan y ofrecen el producto turístico acorde a su realidad material, simbólica y económica. Por último, la inclusión del turismo sostenible desde lo económico y cultural, donde el equilibrio del negocio y de la preservación del patrimonio se den equitativamente3.
Más allá de la propaganda y la publicidad del turismo creativo, para fomentar los destinos señalados y agrupados por una asociación, la “Creative Tourism Network”, lo llamativo de esta propuesta son las siguientes definiciones y virtudes del turismo creativo:
- Enriquecimiento cultural y efectos positivos sobre la autoestima de los residentes. (Tema que aflora en las estadísticas de desigualad económica, acentuada en ciudades y territorios turísticos como Cartagena, el pacífico o San Andrés y Providencia, donde las brechas económicas y sociales entre turistas y poblaciones receptoras son abismales).
- Valorización del patrimonio material e inmaterial del territorio. (Valorización no como fin económico, sino como medio para la preservación y salvaguarda del patrimonio cultural).
- Diversificación del turismo sin inversiones previas. (Una propuesta ideal en el contexto de Colombia donde la inversión en cultura es baja, comparada con otros sectores. Esta supliría el déficit en inversión para la preservación y salvaguarda del patrimonio. Un caso que hay que ponderar e investigar es el impacto de la Red Turística Pueblos Patrimonio de Colombia, que es una copia de los ‘Pueblos patrimonio de México’, donde se hace un énfasis en la valoración turística de estos centros históricos. Para esta valoración, primero se determinan las necesidades culturales de la comunidad en relación con el turismo y luego se integran con las necesidades básicas de estos centros históricos4, en cuanto a infraestructura patrimonial).
- Efectos positivos sobre la rentabilidad de los equipamientos culturales gracias a esta nueva demanda de un público representado en turistas y viajeros. (En este tema se hace explícita la relación Turismo–Cultura, en la cual los recursos económicos influyen sobre los bienes culturales. Esto significa usar este capital para revitalizar esos bienes inmuebles arquitectónicos, como casas de la cultura, predios en estado de ruina o en desuso. Sin embargo, su recuperación y valoración exige una gran inversión de recursos económicos que las comunidades y gobiernos locales no poseen. No obstante, para el turismo, esta es una inversión posible y garantiza la revitalización de los bienes culturales a través de una solución alternativa).
- Fomento de un turismo dotado de un importante valor añadido y alto poder adquisitivo. (Esto contrarresta la fábula de que más turistas es mejor. La idea es fomentar un turismo de menor magnitud, que genere impactos mínimos en el uso de los bienes culturales, y que atraiga a turistas informados y responsables. Estadísticamente son viajeros con mayor poder adquisitivo y dejan, en proporción, mayores ganancias que una masa de turistas lowcost).
- Autenticidad y sostenibilidad. (El foco de interés debe recaer en los procesos sociales locales, la gente y su contexto cultural, más que sobre los sitios físicos. Si lo fundamental en el turismo es el patrimonio y la cultura viva, los gestores, portadores y comunidades serían los garantes directos de salvaguardar y proteger el patrimonio. Estos se encargan de que la ganancia económica sea para estas comunidades, las principales beneficiarias económicas del turismo).
- Mejor repartición del turismo a lo largo del año (desestacionalización). (Esta propuesta pretende potenciar una variedad de actividades y atractivos, de acuerdo con la diversidad cultural del destino).
- Nuevos ingresos para el sector cultural y artístico, así como para las empresas de servicios. (Fortalecimiento del emprendimiento cultural local).
- Posibilidad de sobresalir a nivel internacional con una propuesta turística, basada en los recursos creativos del territorio, independientemente de su importancia demográfica o proyección internacional inicial. (Fortalecimiento del emprendimiento cultural local con énfasis en la autenticidad, la tradición y la identidad).
- Promover el talento. (Ventanas de oportunidad y visualización para gestores culturales y artistas).
(Creative Tourism Network, 2013)
Buscando opciones
En Colombia estamos estancados en la aplicación efectiva del turismo cultural. No hay una directriz y política clara, que contribuya como estrategia a la preservación y salvaguarda del patrimonio cultural, que promueva el emprendimiento cultural y estimule las expresiones culturales y artísticas, relacionadas con el turismo. Si en la PTC el fuerte o atractivo central es el patrimonio material, y muy recientemente casos como la gastronomía (cocinas tradicionales) hablan del patrimonio inmaterial, aún hay un largo trecho por correr en el campo del turismo cultural, para entender y comenzar a asimilar el turismo creativo como opción de desarrollo.
El sector cultural gubernamental y académico, con ingenuidad, percibe a los procesos turísticos como fuente de dinero, son una posibilidad de sustituir los presupuestos exiguos destinados al fortalecimiento de la cultura y las expresiones artísticas, la investigación y acciones entorno al patrimonio. El turismo debería actuar desde una perspectiva más consciente con la realidad económica y social, al hacer uso de los recursos culturales. El turismo es una oportunidad para desarrollar muchos planes de manejo5, proyectos de desarrollo cultural, y alternativas productivas para comunidades locales donde se gesta el patrimonio y la cultura.
Parafraseando el dicho ‘la realidad supera muchas veces la imaginación’, se ha identificado que la iniciativa estatal y académica, desde el Área de Emprendimiento Cultural del Ministerio de Cultura, promueve un porcentaje alto de las propuestas y proyectos sobre emprendimiento cultural correspondientes al turismo, que se presentaron para ser apoyados y financiados. En efecto, en el 2013, 42 de 2242 iniciativas de todo el país, fueron proyectos de emprendimiento relacionados con el turismo, mientras que cerca de 376 contenían alusiones a temas de cultura relacionados con turismo (Ministerio de Cultura, 2013). A esto habría que sumar los resultados de la consultoría hecha por la historiadora Adriana Maya (2011) para el Ministerio de Cultura: “Breve recuento histórico del emprendimiento cultural en escuelas taller, y otras organizaciones culturales”, que muestra que la mayoría de emprendimientos culturales en la provincia y regiones tienen una relación cercana con actividades y servicios turísticos.
Los diagnósticos de Maya y el Área de Emprendimiento Cultural aportan las bases para identificarlos procesos relacionados con turismo creativo en las distintas regiones, aunque no es explícito en los textos, sí es evidente que por sus características van más allá del turismo cultural. Asimismo, identificaron aquellos territorios en los que hay una demanda mayor de actividades y emprendimientos relacionados con el turismo; en otras palabras, señalan lo que propone el turismo creativo: diversificación de destinos y aprovechamiento de la infraestructura cultural vigente. A su vez, es importante el apoyo al talento y fortalecimiento de grupos artísticos para los cuales el mercado del turismo es una ventana para visibilizar sus expresiones, al igual que para las cocinas tradicionales que se fortalecen a través de su proyección como servicio y destino para turistas.
Mientras seguimos esperando lineamientos y políticas culturales a largo plazo, que hagan del turismo un medio para fortalecer la protección, salvaguarda y promoción de las expresiones artísticas, patrimoniales y culturales las comunidades están poniendo en práctica el turismo creativo por medio de sus recursos locales. Ante la demanda del mercado turístico y la ausencia de estrategias políticas sobre cultura, paradójicamente, las comunidades locales crean herramientas similares a las del turismo creativo, de manera empírica. Pero es, a la vez, un gran riesgo, ya que los gustos del mercado turístico pueden ir determinando las transformaciones y usos de la cultura, las expresiones artísticas y el patrimonio, orientados a modas y ganancias económicas de corto plazo.
Notas
1. Sobre los lugares de memoria y la ruta del esclavo, AQUÍ
2. Para definiciones y visiones de turismo cultural, véase: Melanie Smith y Greg Richards (2013) The Routledge Handbook of Cultural Tourism. New York: Routledge.
3. Sobre la pertinencia de seguir hablando de la sostenibilidad como discurso y acción, me permito poner en este pie de página una reflexión del desfase histórico y poco práctico del desarrollo y la sostenibilidad en lo ambiental, económico y cultural, esto por si solo daría para otro debate y artículo. Y me sirve para manifestar mi opinión de lo inefectivo en general y en particular sobre turismo y cultura al aplicar nociones y acciones para la sostenibilidad: Guillermo Castro H. Del desarrollo como metáfora, y la sostenibilidad como problema. AQUÍ
4. Sobre lo que se ha avanzado en el tema de centros históricos y turismo, véase: Conpes 3658 de 2010: Lineamientos de política pública para la recuperación de los centros históricos de Colombia.
5. Los Planes Especiales de Manejo, Salvaguarda y Arqueológicos, son los mecanismos y herramientas de gestión, protección y salvaguarda que por ley cuenta el estado colombiano para administrar su patrimonio cultural.