Turismo Comunitario, Patrimonio y Desarrollo
El turismo comunitario es la actividad en la cual una comunidad funge como gestora de una dinámica turística. Su propósito es generar desarrollo a escala comunitaria, pues el ideal de esta corriente es que todos los beneficios económicos que se obtienen a partir de la explotación de actividades vinculadas al turismo, serán reinvertidos en favor del desarrollo de la comunidad.
©Johanna F. Navas. Tienda de recuerdos y de alimentos (algunos elaborados por ellos con los productos del Agroparque).
Algunas de las actividades que comúnmente se adelantan son la elaboración de artesanías, la preparación de platos autóctonos, la presentación de bailes típicos y la dirección de recorridos guiados dentro de sus territorios.
Por supuesto el ideal es muy loable. Sin embargo, la experiencia ha demostrado que las comunidades carecen de conocimientos básicos de turismo y de administración, lo que los sitúa en desventaja frente a grandes conglomerados turísticos que cuentan con toda la maquinaria para ofrecer productos turísticos muy atractivos.
Además, no cuentan con los recursos económicos que les permita tener una infraestructura adecuada para la recepción de turistas, lo que al final crea una dependencia económica de entidades multilaterales o de la donación de los visitantes.
Partiendo de estas premisas, se tiene entonces que el turismo comunitario no puede existir sino a través de una dependencia. Pero ¿hay desarrollo cuando hay dependencia monetaria?, ¿hay desarrollo cuando no hay libertad?
El desarrollo se manifiesta en distintas formas, en lo económico, social, humano y sostenible, entre otros; y dependiendo desde donde se mire podrá decirse si hay, o no, desarrollo.
Al parecer, el turismo comunitario no tiene otra preocupación que la de satisfacer sus necesidades económicas del día a día, por lo que podría afirmarse que difícilmente una comunidad podría ampararse en otro tipo de desarrollo producto de la actividad turística.
Grandes autores han vinculado el desarrollo con la libertad. De acuerdo con Amartya Sen (2000), por ejemplo, el hecho de poder elegir qué es lo que se quiere ser, cómo lograrlo, cuándo, con quién y por qué representa la posibilidad misma que tiene un ser humano de actuar libremente. Ahora bien, esta idea de desarrollo como libertad no se aleja de la idea de desarrollo de entidades como el Banco Mundial (2014) y las Naciones Unidas (2014), donde el desarrollo también se concibe como la suma del nivel de ingresos de una persona y la calidad de vida que ésta pueda obtener, por un lado; y como la reducción de la pobreza, la promoción de la prosperidad y la protección del planeta, por el otro. Entonces, el desarrollo de libertades de las personas no sólo depende de ellos per se, sino que están ligadas a su situación económica y a una visión de lo que el mundo debería ser (personas menos pobres, más prósperas y responsables con su medio ambiente).
Por lo tanto, el desarrollo no puede vincularse únicamente a una meta económica que les dé la oportunidad a las personas en estado de pobreza de superar ciertas dificultades monetarias o mejorar su calidad de vida, sino que debe posibilitar el ejercicio de sus derechos fundamentales como son la libertad de conciencia, el libre desarrollo de la personalidad y lograr ser lo que se quiere.
Algunos casos de reflexión
¿Entonces de qué manera se expresa el desarrollo dentro de la actividad turística comunitaria? En países del África subsahariana, por ejemplo, en la última década se dio un crecimiento sostenido de la actividad turística basada en los atractivos de sus recursos naturales, como son sus animales salvajes, los desiertos, las selvas, bosques, arrecifes de coral, etcétera; los gobiernos han buscado incentivar el incremento de actividades que busquen la conservación de los recursos naturales pero que, a su vez, generen desarrollo económico y humano para sus habitantes (Nelson, 2004).
Un ejemplo de lo anterior es Tanzania, uno de los países económicamente más pobres, pero con una de las mayores biodiversidades en el continente africano. Allí los ingresos por turismo pasaron de 65 millones de dólares en el año de 1990, a 725 millones de dólares para el año 2001 y hoy en día el turismo representa importantes porcentajes del PIB de varios países del África. La participación del turismo corresponde al 17% del PIB en Tanzania, 5.7% del PIB en Kenya, 4% del PIB en Uganda, 3.3% del PIB en Rwanda y 3.6% del PIB en Burundi (Trade Mark East Africa, 2012), y se consolida como la actividad única para el sostenimiento de muchos africanos.
Por su parte, en Latinoamérica también existen diferentes ejemplos de desarrollo comunitario a través del turismo. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) adelantó durante algunos años una iniciativa denominada Red de Turismo Comunitario de América Latina (REDTURS) para Bolivia, Brasil, Costa Rica, Ecuador, Guatemala y Perú, cuya finalidad era fomentar la inclusión de las comunidades rurales e indígenas en los procesos de decisión política, pues se estaban viendo afectadas en su vida diaria por el desarrollo turístico.
Esta iniciativa, que estuvo vigente alrededor de cinco años consiguió, tras evaluar el grado de sostenibilidad económica, social, cultural y ambiental en 24 emprendimientos comunitarios en los países referidos, implementar acuerdos comerciales entre redes comunitarias y operadores turísticos europeos. Luego de varios años de fortalecer las ventajas competitivas que identificaban a las comunidades participantes, hoy en día no se encuentra información de la subsistencia de esta red y si bien existe esta información generalizada no se conoce a ciencia cierta cuáles fueron los casos reales de éxito.
Más allá de los datos favorables presentados existe una serie de autores que afirman que el turismo comunitario no ha generado ni desarrollo ni verdadero provecho (Sakata y Prideux, 2013). Discuten que el modelo para adelantar este tipo de propuestas resida en la necesidad de contar con subsidios externos de corto plazo porque una vez finalizan las iniciativas se acaban pues no son económicamente sostenibles (Coria y Calfucura, 2012). También porque la ubicación geográfica de los destinos es muchas veces inaccesible o porque no se sabe que estrategias de mercadeo aplicar a fin de darse a conocer (Lenao, 2013). Algunos incluso afirman en este tipo de turismo existe un tono cínico y que es necesario que las comunidades anfitrionas permanezcan en la pobreza a fin de ser atractivas (Butler, Curran y O’Gorman, 2013).
Ciertamente para algunos es preciso tener un producto que sea atractivo a toda costa. Para ejemplificarlo en los términos de la industria turística, el fenómeno se asocia con la obligación de usar una vestimenta tradicional (trajes típicos), aplicar métodos de cocción en desuso (cocinar en ollas de barro), y ocuparse en actividades que tal vez no serían la primera opción de algunos (elaboración de artesanías) por no generar los mismos beneficios económicos o satisfacciones personales que otros oficios sí les permitirían obtener.
A partir de estas afirmaciones y presentación de experiencias, nos preguntamos qué incidencia tiene este tipo de turismo en las comunidades anfitrionas y en el patrimonio cultural inmaterial.
De una parte, se entiende que para ser atractivas deben recurrir a la recuperación de la memoria histórica de sus ancestros y de esta forma mostrarse ante los visitantes de una manera exótica. Se entiende que el patrimonio cultural inmaterial como las tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes (UNESCO, 2011), y es esto mismo lo que favorece la actividad turística en sí. Una demanda que proviene de viajeros en busca de nuevas actividades que los saquen de su rutina.
En Colombia, la zona cafetera revivió sus tradiciones campesinas al descubrir que esto generaba interés entre los foráneos. Las viejas haciendas cafeteras fueron convertidas en posadas turísticas y hasta se idearon una actividad que permitía involucrar al visitante en la actividad de recolección de café. Allí se le permite al visitante asumir el papel de caficultor, participando activamente en las labores de cultivo (Recorrido de la Cultura Cafetera, 2014).
En Cundinamarca, en las localidades de Usme (Agroparque Los Soches, 2014) y Ciudad Bolívar en Bogotá (Asociación de Turismo Rural Comunitario Ciudad Bolívar, 2014) y en el municipio de Susa (Parque de la Agricultura Interactiva, 2014), se han implementado nuevas formas de productos turísticos al ofrecer parques agropecuarios donde se propone al visitante vivir un día como campesino. Para complementar la oferta, se empezó a buscar la forma de recuperar la tradición ancestral de cocción con los productos típicos de la región y se han organizado recorridos por senderos ecológicos trazados por sus pobladores. Asimismo, los jóvenes que antes querían emigrar a Bogotá urbana descubrieron las riquezas de sus ancestros indígenas y de esta forma decidieron quedarse para recuperar sus tradiciones. Bailes, artesanías y formas de cocinar, forman parte de esa recuperación de la memoria que se convierte en producto turístico.
©Johanna F. Navas. Entrada al Agroparque los Soches.
Finalmente, en países como Ecuador, se ha conseguido generar un respeto por las tradiciones ancestrales de los indígenas a partir del turismo comunitario, y hoy ellos mismos reconocen la importancia de trabajar como comunidad y para la comunidad, de acuerdo con el testimonio del Líder de Machacuyacu: “Cuando nos reunimos nosotros tenemos nuestro pensamiento cada uno. Pero eso no vale. Tenemos que construir un pensamiento colectivo, que sea la suma de los distintos pensamientos individuales, porque el único pensamiento correcto es aquel con el que todos dos estemos de acuerdo. Aquel pensamiento asambleario, aquella decisión que se haya construido por todos” (Ruiz et. al, 2008:408).
A manera de conclusión
Cabe aquí anotar que la recuperación del patrimonio inmaterial con esta forma de turismo es válida, siempre y cuando no se interponga en el desarrollo de otras posibilidades que permitirían tener un estilo de vida más deseable. ¿Es posible que un campesino obtenga la misma satisfacción con la elaboración de un canasto o la preparación de un plato típico que si estuviera escribiendo un libro o representando un personaje en la televisión?
En síntesis, se observa que el turismo comunitario es tanto un montaje que explota las condiciones de vida precarias en las que algunas comunidades viven, ignorando el desarrollo de sus libertades y de “poder ser quien se quiera ser”, como la genuina recuperación del patrimonio cultural de algunas comunidades que habían sido dejadas en el olvido, de sus prácticas y modus vivendi. A partir de este reconocimiento, debe entonces insistirse en la conciencia ética de quienes inciden en mayor o menor medida en la industria del turismo, fundada en el respeto de las creencias, tradiciones y formas de actuar de comunidades minoritarias que se han convertido en un atractivo para los viajeros que buscan nuevas experiencias.