La minga indígena y campesina del suroccidente por la defensa de la vida, el territorio, la democracia, la justicia y la paz, que inició el pasado 10 de marzo en los departamentos del Cauca y el Huila impulsada por el CRIC, se ha convertido hoy en la minga nacional por la vida, incluyendo —de manera amplia y plural— a sectores y colectivos populares, afrodescendientes y campesinos, estudiantes y ambientalistas en distintos departamentos de nuestro país. La minga ha puesto en el centro del debate político nacional el problema de los reiterados incumplimientos a los acuerdos pactados por los pueblos indígenas con el Estado colombiano. Estos incumplimientos están relacionados con la prioridad que se le ha dado a un modelo de desarrollo centrado en grandes emprendimientos extractivos y agroindustriales que deja de lado a las comunidades locales y aumenta la brecha de la desigualdad social, especialmente en el campo. A casi 30 años de la consagración de la Constitución de 1991, que reconoce y protege la diversidad étnica y cultural de la nación colombiana, los pueblos indígenas, afro y campesinos han tenido impactos especialmente críticos derivados de la guerra interna que se libró en décadas recientes en Colombia, el asesinato de sus líderes sociales, espirituales y políticos, los desplazamientos forzados de población, así como la violación de sus derechos humanos, territoriales y culturales y de su autonomía.
Como colectivo de profesionales y educadores de disciplinas y quehaceres profesionales para los que las historias, memorias y luchas de estos pueblos y colectivos tienen un papel fundamental en la comprensión de las complejas realidades de nuestro país, rechazamos la estigmatización de la que ha sido objeto la minga, así como el uso de formas violentas de represión. También rechazamos las expresiones de estereotipia y racismo que evidencian ignorancia y desinformación frente a una historia de reivindicaciones culturales, políticas y territoriales, cuyos logros son resultado de ingentes esfuerzos colectivos y altos costos humanos.
La minga es una práctica histórica de trabajo colectivo y organizados y de protesta que por más de medio siglo han puesto en marcha los pueblos indígenas del suroccidente colombiano. Hoy se ha convertido en una práctica icónica de resistencia, movilización y exigencia para el cumplimiento de derechos, compromisos y acuerdos de paz, que se vean reflejados de manera efectiva en políticas y programas, en la aplicación de acuerdos sobre derechos territoriales, formas de desarrollo económico y posibilidades de permanencia cultural y vital. La minga, además, expresa una protesta clara respecto al asesinato sistemático de líderes entre 2016 y 2019, 50% de los cuales perteneces a pueblos indígenas y afrodescendientes.
La tolerancia y el respeto mutuo son la base para la convivencia pacífica y la democracia. Como profesionales y educadores para quienes la paz es un norte esencial en el camino hacia la reconstrucción económica, social y cultural de nuestra sociedad, al igual que lo es la valoración de nuestra diversidad cultural, el respeto a la diferencia y las garantías para el pleno goce de los derechos humanos otorgados por la Constitución, esperamos que prevalezca el diálogo y la mediación respecto a los reclamos de estos conciudadanos. Refrendamos el valor político, cultural y humanos de sus modos de existencia.