Muralismo una herramienta de la memoria y el olvido en medio del conflicto armado
La ubicación geográfica de Toribío como un corredor natural que conecta el centro del país con la costa pacífica, ha sido determinante para las lógicas y estrategias del conflicto armado en Colombia. Ha facilitado el asentamiento de grupos armados y el transporte de coca. También sufre las dinámicas de la minería ilegal lo que conlleva un aumento del conflicto y la lucha por la tierra que se da entre los grupos armados ilegales, la fuerza pública y la comunidad indígena.
La prensa nacional registra a Toribío como uno de los territorios más azotados por el fenómeno del conflicto armado en el país:
“En los últimos treinta años, la guerrilla se lo ha tomado más de 100 veces y ha realizado más de 400 hostigamientos” Diario El País (Rojas, 2013).
“Su historia ha estado marcada por el terror y la zozobra; contra esta comunidad se han registrado más de 600 hostigamientos y 14 tomas guerrilleras en la última década” (Prada, s.f).
“Toribío, un pequeño municipio indígena en el departamento del Cauca, ha sido por años epicentro de los enfrentamientos entre el Ejército y las Farc” Diario El Espectador (Ríos, 2014).
“desde 1983, cuando ocurrió la primera incursión guerrillera, este municipio ha sido objeto de por lo menos 600 ataques u hostigamientos por parte de la guerrilla de las FARC, 14 tomas completas de la subversión, y la estación de policía ha sido destruida al menos cuatro veces” (Revista Semana, 2012).
Si bien es cierto que este territorio ha sido escenario constante de la violencia estructural del país, los medios masivos de comunicación más allá de informar lo que sucede han generado un auto-reconocimiento negativo de sus pobladores, como también una estigmatización de Toribío a nivel nacional. Produciendo un olvido colectivo sobre la importancia de este lugar para la organización de la resistencia civil en el país.
Ante ello el muralismo se posiciona de manera masiva en el territorio como práctica contra-informativa que busca contrarrestar dicha estigmatización hacía el exterior de la comunidad y como estrategia de apropiación de la memoria y del olvido al interior de todos los toribianos.
Para el año 2013 los líderes de la comunidad Nasa junto con artistas locales y nacionales llevan a cabo un evento de muralismo masivo, colectivo y comunitario llamado La Primera Minga Muralista de los Pueblos ¡Porque el territorio no es como lo pintan! Tras este evento, que se planteaba como objetivos integrar a la comunidad, fortalecer la identidad e incentivar a los jóvenes locales a crear un colectivo de artistas, las paredes de casas, cabildos, escuelas, y parques, entre otros lugares, se convirtieron en lienzo donde el Nasa o la persona que transita por el territorio Toribiano encuentra la representación de elementos simbólicos de la cultura y la tradición de la población que allí habita.
Muralismo, memoria y recuerdo de lo que la guerra oculta.
En el proceso de acercamiento a la comunidad Nasa, es posible reconocer como aspecto constituyente la resistencia, la cual es allí una forma de vida que recoge los ecos de las luchas contra el conquistador español, hasta las movilizaciones de hoy contra diversos agentes que atentan contra su autonomía (Peñaranda, 2012).
En tal sentido, el muralismo hace parte de las acciones de resistencia al ser una actividad social orientada a atenuar las imposiciones de sectores hegemónicos (medios masivos de comunicación y el Estado) potenciando un avance en las demandas de la comunidad, tales como el fortalecimiento cultural desde el reconocimiento de sus símbolos y de su historia.
Como lo expresa Breiner, director de la Escuela de Artes y Oficios Çxapik, el trabajo de muralismo:
“ha sido muy importante a nivel de la comunidad Nasa porque en él se ha reflejado el fortalecimiento y la identidad cultural, a través de todo lo que esta expresado en el arte. Hay un saber ancestral que se debe fortalecer, se debe revitalizar cada día para que permanezca en toda la comunidad” (Ortiz Yule, 2014).
Después de un encuentro de muralismo colectivo y comunitario, como la Primera Minga Muralista de los Pueblos, es posible para toda la población toribiana encontrarse en los espacios públicos con formas que conmemoran sus manifestaciones culturales, tales como la simbología de los tejidos (Figura 1), su lengua el Nasa Yuwe (Figura 2), con los seres de su cosmovisión (Figura 3), con representaciones de su historia social (Figura 4 y 5) y en general, con formas y colores que cuentan y narran aspectos e historias pertenecientes a un patrimonio cultural.
El muralismo como acto político
Toribío, cumplió en el 2013 tres décadas de ser un escenario permanente del conflicto armado interno, y un poco más de cuarenta años de considerarse uno de los municipios más representativos para la comunidad Nasa y el movimiento indígena del Cauca ya que es en las entrañas de sus montañas donde se consolida para el año de 1971 el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC. Allí, el muralismo emerge en el siglo XXI con un sentido político más que estético, se le demanda al arte como actividad social, ayudar en un proceso de fortalecimiento de la identidad. Por ello, las paredes son un lienzo donde hay lugar para representaciones visuales que entrelazan la exaltación de manifestaciones culturales, con el sentimiento de rechazo al conflicto armado y negación de dinámicas globalizantes propias del sistema social hegemónico (minería, despojo de tierras por multinacionales, narcotráfico), al que la población Nasa hace resistencia desde su organización.
Desde un ejercicio de grafiti, tiza y muralismo colectivo y comunitario, se posibilita la recuperación y re-apropiación por parte de la comunidad y los artistas de la ‘zona del bombazo´. Romper con el miedo de transitar por una zona escenario del conflicto armado es uno de los grandes alcances del proceso de pintura que tiene lugar tras la Primera Minga de Muralistas de los Pueblos.
Las paredes de estas casas en ruinas hoy trincheras militares, están llenas de colores, trazos, imágenes y frases como “sin ejércitos existiría la paz”, “odiamos su guerra”, “más yuca menos bazuca”, “dignidad”, “nosotros tenemos un plan de vida, el gobierno un plan de muerte”, y “fuerza para la tierra”, entre otros.
La re-significación de un escenario de violencia, permite crear otros recuerdos para la memoria colectiva, se apoya a la población en su rechazo a la guerra y a la presencia de actores armados legales o ilegales. Este espacio instrumentalizado por grupos guerrilleros y por el Estado representado en la fuerza pública, es valorizado culturalmente de nuevo por el accionar del arte público, y comunitario revitalizando un sentido de pertenencia socio-territorial como símbolo de identidad de toribianos/as, sobre este lugar desterritorializado por la guerra.
Este tipo de actividad en Toribío está orientada políticamente al rescate cultural de símbolos y significados de una comunidad donde la guerra, el narcotráfico, la exclusión y la globalización, entre otros factores, amenazan constantemente los vínculos, la cohesión y la organización social.
Un testimonio de Breiner lo ratifica: “Lo del arte ha sido una apuesta casi nueva y es una apuesta política y de la escuela. Desde que se empieza con esa iniciativa se retoma desde el arte otra forma de hacer resistencia y como desde las diferentes formas de expresión del arte; por ejemplo, las señoras que se dedican al tejido expresan toda una simbología la cual representa la pervivencia de los pueblos. Y últimamente la implementación de los murales, ha sido una apuesta política a los territorios porque son una manera de control territorial y de decir esto es del pueblo Nasa. También se resalta mucho la lengua propia en la actividad del muralismo, lo que ha hecho que la gente empiece a mirar el arte no solamente como una forma de ocupación del tiempo libre, sino como una manera de resistencia y una apuesta política” (Ortiz Yule, 2014)
Consideraciones finales
El muralismo entra a complementar un proyecto pedagógico y político planteado desde 1971 en las demandas del Cric: defender la historia, la lengua y las costumbres indígenas. Con ello se convierte en una práctica portadora de valores colectivos y comunicadora de asuntos sociales que da lugar a la apropiación y re-significación del territorio frente al accionar de grupos armados legales o ilegales que hacen presencia y han dejado huella en el espacio público.
No obstante, los murales o cualquier tipo de expresión artística no están en la capacidad de trasformar estructuras políticas, sociales y culturales basadas en relaciones de poder y dominación que han generado violencia, pobreza y exclusión de una comunidad, en tanto aportan a un fortalecimiento interno dejando una huella en la memoria de quienes se encuentran con este arte que aparece y desaparece en la cotidianidad.
Del muralismo en Toribío se encuentran tres importantes implicaciones y funciones interrelacionadas: a) estéticamente, transforma a Toribío en un museo al aire libre, b) pedagógicamente, busca hacer ahínco en una población joven comunicando sobre la cultura hecha tradición y c) políticamente da lugar a la reapropiación y re-significación de espacios escenarios del conflicto, apoyando de tal manera la resistencia civil de la comunidad Nasa para el siglo XXI.
Entonces, el arte muralista emerge como una herramienta para el fortalecimiento del patrimonio y la resistencia cultural de la comunidad indígena Nasa en el siglo XXI. A partir de la recuperación de elementos tradicionales se hace frente al pensamiento occidental y se revitaliza la representación propia desde la pintura. El arte se reconoce desde la cosmovisión, el proyecto educativo y el plan de desarrollo municipal actual como una actividad desde la cual es posible acercarse a la tradición y expresar diferentes situaciones de la vida en el presente. Así, actualmente el muralismo se suma a la labor de reconstruir y revitalizar la memoria e identidad de un pueblo, y desde el campo de lo simbólico restablecer el patrimonio y manifestaciones culturales debilitadas constantemente por el conflicto armado, la presencia de multinacionales y en general, estructuras sociales de dominación que actúan en este territorio. Se le otorga al arte en especial al muralismo, una tarea contra informativa, que comunique de la cultura, la identidad, la tradición, el patrimonio y los procesos de resistencia de la comunidad, y con ello se restrinja el curso de un auto-reconocimiento en torno a la guerra, la miseria y la exclusión