El 29 de diciembre de 1963 se publicó la noticia en El Espectador: Un grupo de colonos habría matado a balazos en San José del Guaviare a algunos nukak makú en defensa propia (Politis, 2006). Así comenzó la historia registrada de los nukak en el marco de las narrativas periodísticas. Sin embargo, no fue sino hasta 1988 que la existencia de esta comunidad indígena fue ampliamente difundida, cuando 43 nukak salieron de la selva amazónica del Guaviare y llegaron a Calamar buscando ayuda médica porque su comunidad estaba muriendo de gripa, enfermedad que les contagiaron los colonos (Corte Constitucional de Colombia, 2009). Las primeras imágenes de los nukak causaron la fascinación de la prensa internacional, que de inmediato vio en ellos a unos viajeros del tiempo. Desde entonces y hasta nuestros días se refieren comúnmente a esta comunidad con expresiones como “el último grupo humano de recolectores nómadas sobre la tierra” (Prensa Verde 1994).
Sin embargo, y a lo largo de los años, la gripa no ha sido lo único que diezma su población. Otros factores como los cultivos ilícitos de coca y la tala maderera comenzaron a devorar la selva que habitaban. Por ejemplo, en el 2006 se reportó que en la Reserva Nacional Natural Nukak (RNN Nukak) el 26% de la deforestación fue producto de la actividad cocalera, y el otro 74% por una deforestación que consiste en la colonización con fines agrícolas, ganaderos y de tala maderera (Rueda 2006). Además, otras prácticas violentas por parte de compañías petroleras, como la construcción de una carretera de 65 km por parte de Fronteras de Exploración Colombiana, han puesto en peligro este territorio. Una tutela interpuesta por la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) intentó detener dicha construcción (Aguilar 1997), pero la petrolera tuvo tiempo de terminar la carretera, aunque la tutela procediera.
Hoy podemos sumar a esta devastación las fumigaciones con glifosato, la adjudicación de títulos mineros —específicamente en el resguardo indígena nukak (Mingorance 2011b)— y las masacres perpetradas por grupos armados al margen de la ley en busca de control territorial (Corte Constitucional de Colombia 2009). Ya sea por una u otra causa, los nukak makú se han reducido a menos de la mitad de lo que era cuando el mundo los conoció: de 1000 en1988, hoy se estima que son menos de 500 (Politis, 2006)1.
De nómadas a desplazados
La situación actual de los nukak makú, caracterizada por un desplazamiento masivo debido a la violencia a la que han sido sometidos y a la devastación que agobia su territorio en la selva amazónica del Guaviare, se configura sobre la base de una gran paradoja, como es la de que en su territorio confluyen tres marcos jurídicos que, en conjunto, deberían proporcionar suficientes garantías para la existencia de esta comunidad.
En efecto, desde 1989 existe la RNN Nukak en la selva amazónica del Guaviare, en El Retorno, Miraflores. Esta reserva forma parte del Sistema de Parques Nacionales de Colombia como un área protegida y cuenta con una extensión de 866.535,05 hectáreas (Acción Social 2010). Dicho territorio fue declarado como RNN mediante la Resolución Ejecutiva No. 122 del 21 de septiembre, por el Acuerdo 0047 del entonces INDERENA — hoy en día Ministerio del Medio Ambiente— (PNN s.f.). Las regulaciones de las que dispone la RNN Nukak como área protegida se encuentran en el Código de Recursos Naturales Renovables y Protección del Medio Ambiente, bajo el Decreto 2811 de 1974, Artículo 329 (Secretaría General de la Alcaldía Mayor de Bogotá 1974). Los nukak makú cuentan también con un resguardo indígena que colinda con la RNN Nukak, al norte de esta. Este resguardo indígena nukak se creó bajo la Resolución No. 136 de 1993 del INCORA, e inicialmente era de 632.000 hectáreas. Con la Resolución No. 00056 de 1997, también del INCORA, el territorio fue ampliado hasta alcanzar 954.480 hectáreas (Vicepresidencia de la República 2007).
Dado que el área comprendida por la RNN Nukak y el resguardo indígena nukak se sobreponen en 1055,84 hectáreas, este territorio es objeto de un Régimen Especial de Manejo (rem), una política orientada a “la conservación del área protegida y la supervivencia étnica y cultural de las comunidades indígenas” [subrayado añadido] (Acción Social 2010: 44). Además, ambos terrenos se encuentran dentro de la Reserva Forestal de la Amazonía, creada por la Ley 2/59 y definida por el Decreto 111/59 del Estado (Acción Social 2009). Esta reserva busca conservar las aguas, la fauna silvestre y los suelos, al igual que desarrollar la economía forestal (Acción Social 2010).
No obstante, las regulaciones ambientales y los esfuerzos de organismos internacionales, autoridades colombianas y organizaciones nacionales como la ONIC no han evitado la invasión y devastación sistemática de esos territorios que se da desde la década de los noventa. Ese proceso constituye un conflicto en áreas protegidas que va de la mano con las condiciones actuales de vida de los nukak. Alrededor de trecientos de ellos han sido desplazados a San José del Guaviare y la mayoría se han visto obligados a adaptarse a una vida sedentaria y de pobreza, precisamente en razón del conflicto armado y de las actividades de desarrollo invasivas ya señaladas que hay en el área. Mientras tanto, los demás nukak luchan por sobrevivir en una selva donde no pueden moverse como antes. Vale la pena anotar entonces que la misma Corte Constitucional ha declarado que las políticas públicas orientadas al bienestar de esta población no han tenido efectos tangibles para ellos, y al respecto declaró también que el estado actual de cosas es inconstitucional (Corte Constitucional de Colombia 2009)
Y el pecado romántico
Me pregunto, revisando la situación crítica a la que fueron conducidos los nukak makú: ¿de qué alternativas disponemos para mejorar sus condiciones actuales? Esta comunidad no tiene dónde vivir, ya que si la reconocemos como nómada debe reconocerse también su necesidad de una vasta zona selvática en la que pueda moverse y extraer los recursos necesarios, sin mencionar aún que esos antiguos territorios probablemente siguen entrañando sus creencias y tradiciones. Sin embargo, ¿realmente podemos seguir refiriéndonos a ellos como la última comunidad nómada del mundo? El panorama actual se revela así: el conflicto armado, las prácticas ya mencionadas por parte de los colonos y los proyectos de desarrollo económicos invasivos —que continúan azotando ese territorio— han expulsado a los nukak de la selva del Guaviare de manera sistemática. Ello supone una dificultad enorme a superar para esta comunidad y hace necesario considerar un posible retorno exitoso, el cual implicaría garantías para los nukak de permanencia en la selva sin ser violentados por grupos armados o colonos, así como garantías de encontrar y disponer de un territorio del cual puedan extraer la comida y recursos necesarios para vivir.
Igualmente, el panorama actual supone un reto en términos culturales, ya que, como vimos, el choque resultante del encuentro entre la sociedad de occidente —específicamente los colonos que habitan zonas del Guaviare— y estos indígenas se viene dando hace ya varios años; choque que, además, es propiciado por las dinámicas de desplazamiento que se desprenden del conflicto armado y de los proyectos de desarrollo económicos. Esto implica que ya ha habido transformaciones importantes y a diferentes niveles en las tradiciones y creencias de los nukak (Lamy 1993), de manera que no podemos desconocer una inserción —por lo menos parcial— de esta comunidad en la sociedad occidental, aunque se haya dado de manera forzosa.
Los argumentos expuestos revelan entonces una problemática que no puede ser opacada por un “discurso decimonónico” (Politis 2006: 153) que insista en retratar a los nukak como “la última tribu nómada del mundo” que pueda ser preservada en un resguardo indígena. El problema es que este discurso invisibiliza los procesos que se desprenden del contacto de las comunidades indígenas con la cultura occidental, lo cual tiene consecuencias negativas en lo relativo a los esfuerzos por garantizar la supervivencia de grupos como los nukak frente al contacto con Occidente (Politis 2006). Es por esto que quizá sea momento de considerar otras perspectivas con respecto a esta comunidad indígena y al conflicto en áreas protegidas
Convivir con occidente
Retomemos entonces la pregunta expuesta en el aparte anterior, con una pequeña modificación: ¿de qué alternativas disponemos para mejorar las condiciones actuales de los nukak makú, teniendo en cuenta el panorama esbozado? Pienso que se devela como urgente orientar las políticas existentes hacia una respuesta efectiva para esta comunidad indígena que atienda sus necesidades actuales. De manera que quizás no se trate de “salvar” y “preservar” a los últimos nómadas del mundo, sino de favorecer mejores condiciones de vida para unos seres humanos que se encuentran en calidad de desplazados en un país violento como Colombia.
No atendemos un conflicto nuevo, sino uno de los más antiguos que podemos reconocer en la historia de la colonización de América: el choque cultural que resulta de un encuentro entre grupos humanos ajenos el uno al otro. En este caso hablamos los nukak makú y la sociedad occidental, y de un encuentro iniciado en los años sesenta aproximadamente, pero cuyo choque cultural continúa. Entonces las políticas públicas orientadas a la protección de los nukak y su territorio tal vez deban tomar una dirección que registre los cambios derivados de ese choque. Tal vez la mejor opción sea un acompañamiento por parte de entidades estatales y organizaciones alrededor de los temas indígenas en Colombia que mitigue en lo posible los efectos de este encuentro, para que así los nukak puedan convivir con esta sociedad y no meramente sobrevivir a ella. El papel del Estado es entonces fundamental, ya que como lo señala la Corte Constitucional (2009), la ausencia estatal en San José del Guaviare y sus alrededores ha sido un factor decisivo para que la situación de los nukak se enmarque en el tema de violaciones masivas de derechos. En concreto, este acompañamiento podría darse de la unión de esfuerzos de Acción Social —en representación del Estado— y la ONIC —organización que tal vez garantice el cumplimiento de los intereses de los nukak desde una visión menos occidentalizada—. Sin duda, dicho acompañamiento tendría que ir de la mano con una transformación discursiva que, librada de romanticismos, reconozca los cambios que ya han sufrido los nukak.
Notas
1. Vale la pena recalcar el hecho de que diversas fuentes proveen datos diferentes con respecto a la cifra actual de los nukak (Mingorance 2011a), las cuales fluctúan entre un máximo de 2375 nukak en el 2011 según el DANE y menos de 400 según El Tiempo (Moreno 2002).