Las acciones repetitivas vinculadas al derribamiento y desaparición de los monumentos en espacio público vistas desde el ámbito de la conservación nos han obligado a quienes trabajamos en torno a este tema a cuestionarnos y replantearnos estrategias que tratan de asegurar la permanencia y trascendencia del patrimonio cultural mueble, siempre y cuando se reconozca como un mecanismo de comunicación, de representación o identificación para la sociedad.
Los tiempos contemporáneos y, la situación política y social han retomado al monumento a través de las distintas interpretaciones semánticas, poniéndolo en la mitad de la controversia y como estandarte del banco de quienes luchan por conservar lo patrimonial y a la vez de quienes defienden su no conservación.
Lo cierto es que, para los conservadores y restauradores, ya no se trata de procurar por una conservación netamente física o matérica como lo expresan documentos que rigen la disciplina desde hace más de 50 años como la Carta de Venecia de 1964, y más, en el caso de los monumentos en espacio público, donde cada proceso y acción debe estar enmarcada en un ámbito urbano que está directamente ligado a la dinámica social.
El conservador entonces debe centrarse en dos conceptos fundamentales que son: la ciudad y el patrimonio cultural, entendiendo el último como un universo complejo tangible e intangible compuesto por objetos, representaciones y vivencias, por enmarcarlo dentro de su generalidad.
Sin embargo, cuando específicamente nos referimos al patrimonio cultural mueble, nos enfrentamos a una cantidad de “subcategorías” que encasillan aún más estos bienes. Nos referimos al patrimonio mueble de carácter documental, conmemorativo, artístico y religioso categóricamente enmarcado en la ley.
Es en este punto, donde el patrimonio, por un lado, puede hablar de la riqueza de una sociedad, pero también representa un conflicto constante, bien sea por lo que transmite o deja de transmitir, por su integridad e incluso por la aparente y reciente omisión de la responsabilidad de las instituciones que están a cargo de su cuidado y protección.
Lo anterior, sumado a que los siglos XX y XXI se han caracterizado por desarrollar proyectos de urbanismo que piensan el espacio público como un lugar de tránsito, ocio o consumo, ocasionando la pérdida de identidad por parte de quienes lo habitan, situación que se agrava cuando la ciudadanía no se siente representada, generando indiferencia y en muchos casos hasta una especie de aversión sobre el mismo.
En el marco de esta disyuntiva, debemos partir del hecho de que las ciudades son elementos en constante transformación y, por ende, inmersas en frecuentes procesos de resignificación procedentes del accionar y de las necesidades propias de quienes circulan por ellas. En contraposición también son entendidas como referentes detenidos de memoria colectiva que intentan reflejar un tipo de sociedad actual y una idea de sociedad histórica.
Volviendo a la idea de monumento, encontramos en él un símbolo de identidad multidiscursivo, es decir, se reconoce como tal porque hace parte de un sistema de valores otorgado. Por eso, es que deberíamos empezar a formular la discusión desde el hecho mismo de su valoración, pues estamos atados a valores que establecieron y demandaron las instituciones patrimoniales hace muchos años y esto con el tiempo se pudo haber modificado, entendiendo, sobre todo, que los objetos no son un fin en sí mismos, sino que son un medio, y este es cambiante, al igual que la sociedad y su forma de percibir su paisaje conmemorativo y por ende patrimonial.
Es precisamente este paisaje patrimonial un componente esencial del miramiento del valor histórico y cultural de la ciudad, ya que ésta, a través de los años se transforma y el paisaje adopta características que pueden adquirir fortaleza y se convierten en el legado y en la huella del habitar que persiste entre el pasado y el futuro, o por el contrario, perder fuerza y ser olvidados.
Ahora bien, el retiro de los monumentos en espacio público o su conservación, debería realizarse de una forma respetuosa y meticulosa por su significado y contenido pues, aunque su vigencia se cuestione o se releve en la actualidad, es un contenedor de otros valores como el artístico, el estético y el testimonial, que deben ser respetados, así como las decisiones concernientes a su destino final. Por lo tanto, determinar las diferentes relaciones que se construyen a su alrededor permiten construir espacios de diálogo y definir acuerdos en los mecanismos de conservación, admitiendo a la ciudadanía como parte de las gestiones en un espacio de convergencia.
Tenemos en nuestras manos como conservadores, la posibilidad de garantizar la perdurabilidad de los objetos y especialmente de los que pertenecen al ámbito patrimonial, pero eso tampoco garantiza que se resignifiquen desde una postura de autoridad, pues la resignificación está a cargo de toda la sociedad o por lo menos de una parte de esta.
Fotografía 1. Dibujatón en La Rebeca, durante el encuentro Goles en paz.
Y sí, estas intervenciones han tenido experiencias exitosas donde la comunidad ha sido parte fundamental, no solo a lo largo de la intervención, a través de talleres a puertas abiertas en donde a partir de un recorrido se cuenta sobre la historia, el significado y la trayectoria del monumento y, se muestra la forma en la que se llevan a cabo los procedimientos para dar solución a los deterioros, especialmente de tipo antropogénico, como incisiones, rayones, manchas por fogatas, micciones e inscripciones.
Estas experiencias han ido más allá, involucrando a la comunidad en la sostenibilidad y perdurabilidad del monumento una vez restaurado. Por nombrar algunas, podemos traer a colación iniciativas como:
Goles en paz: surgió de manera paralela a la restauración que se llevó a cabo en el año 2015 en la escultura La Rebeca, ubicada en la carrera 13 entre calles 25 y 26, donde se logró identificar que uno de los factores de deterioro más importantes y predominantes eran las hinchadas de fútbol, que recurrían a la escultura para pintar mensajes alusivos a sus clubes.
Fue así como un equipo de gestión social, de la mano de restauradores y restauradoras de bienes muebles generaron mesas de discusión donde se reunieron los hinchas de las barras bravas de los equipos más tradicionales de la ciudad y se comprometieron a su cuidado.
El día 23 de diciembre de 2015 se encontraron los representantes de los hinchas en el monumento y fueron partícipes de una dibujatón de La Rebeca, logrando imágenes memorables de la percepción de la escultura por parte de este grupo de la sociedad y la sostenibilidad de la intervención por un largo periodo de tiempo.
El diálogo constante con este grupo social en particular mostró un resultado contundente en cuanto a la reducción de tags, inscripciones y acciones antropogénicas negativas en la escultura, manteniéndola en buenas condiciones durante un tiempo considerable.
Fotografía 2. Encuentro de hinchada de clubes de futbol. Monumento la Rebeca. Goles en paz.
Fotografía 3. Entrega a la comunidad del monumento restaurador a Jorge Eliecer Gaitán.
Inauguración monumento a Gaitán: como es bien sabido, los monumentos a Jorge Eliecer Gaitán gozan de un reconocimiento importante en la ciudad y especialmente por parte de los habitantes de los barrios donde estas esculturas se encuentran. Este mismo caso, se evidenció en la escultura en honor al “tribuno del pueblo” que se encuentra ubicada en el parque Gaitán de la localidad de Barrios Unidos, la cual llevaba mucho tiempo sin ser intervenida y presentaba deterioros importantes derivados de la falta de mantenimiento y factores antrópicos.
Una vez iniciada la intervención, la comunidad fue vinculada desde el principio, se realizaron talleres a puertas abiertas en los que se mostraba el proceso de restauración y la rigurosidad que se requería para eliminar incisiones, rayones o grafitis.
Para el evento re inaugural, realizado el día 11 de noviembre de 2015, los principales invitados fueron los niños y jóvenes del colegio Rafael Bernal Jiménez, quienes uno a uno y a manera de ofrenda floral, ofrecieron un clavel rojo hasta conformar una corona de flores que fue puesta en el monumento.
El evento contó con las palabras de funcionarios del Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, el presidente de la Junta de Acción Comunal y la directora del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural. En este se fijó un compromiso ciudadano para el cuidado del monumento, garantizando, nuevamente, la sostenibilidad de la intervención y el monumento. Posterior a esta entrega, la escultura no ha vuelto a sufrir mayores deterioros derivados de factores antropogénicos negativos o vandalismo.
Fotografía 4. Conformación de ofrenda floral por los niños del colegio Rafael Bernal Jiménez.
Finalmente, y solo por nombrar otra de las tantas experiencias fructíferas del trabajo directo con la comunidad, se presenta la más reciente restauración de la escultura Alameda ubicada en la localidad de Bosa. La intervención implicaba el desmonte y traslado de los árboles metálicos a un taller de restauración donde se llevaron a cabo procesos que no se podían realizar in situ. Una vez finalizados, la escultura fue nuevamente implantada en su lugar.
Estos procesos requieren de un constante diálogo con la comunidad, pues las personas tienen el derecho de mantenerse informadas sobre un bien que sienten propio por hacer parte fundamental del espacio público de su localidad, por lo que se sostuvieron reuniones en las distintas etapas de la intervención y se realizaron visitas al taller el cual se ubicó estratégicamente en el mismo barrio para que la escultura pudiera ser monitoreada por la comunidad.
El trabajo social que acompañó esta intervención fue fundamental para identificar líderes sociales que contribuyeran a la divulgación de los procesos y de la importancia no solo de la intervención, sino de la escultura.
El evento realizado el día 25 de septiembre de 2020, contó con la asistencia de los líderes de la Junta de Acción Comunal de dos de los barrios aledaños, los comandantes de los cuadrantes de la Policía Nacional, grupos artísticos y jóvenes de la comunidad quienes posterior a la intervención han mantenido un constante interés en la conservación de la escultura y han propendido exitosamente por la sostenibilidad de los procesos que se llevaron a cabo.
Fotografía 5. Escultura a Jorge Eliecer Gaitán restaurada con la ofrenda floral construida por los niños y habitantes del sector.
Fotografía 6. Evento de entrega de la restauración del monumento Alameda, que contó con la presencia de la comunidad, las entidades y profesionales involucrados en su intervención.
Lo anterior, nos lleva a pensar que las recientes disputas edificaron la idea equívoca de que todo lo que apoye la institucionalidad es enemigo, sin embargo, ni la conservación ni la restauración pretenden hacer del espacio público un lugar “neutral” entendido desde la pureza institucional y deslegitimando las dinámicas sociales que suceden a diario. Como conservadores somos conscientes de la necesidad de generar nuevos caminos de inclusión en la memoria colectiva que se construye en el espacio público y desde nuestra visión, entendemos que los bienes cambien de significado, hasta incluso perder vigencia en su discurso, lo que bien puede terminar en el retiro de algunos de estos.
La invitación es a conciliar, es decir, no porque algunos actos violentos hayan terminado en el derribamiento de monumentos, significa que esta sea la solución correcta. Esta participación y este diálogo debe incluir expertos y a la colectividad con el fin de debatir cómo se quiere ser representado en el paisaje conmemorativo urbano y público. Sin embargo, no se puede apelar a la idea onírica de que, por el hecho de invalidar monumentos, se tendrá una memoria o una historia diferente e incluso mejor, pues la pregunta siempre queda en el aire: después del derribo de los monumentos, ¿Qué sigue?