Introducción
El texto que sigue intenta dar una visión de las relaciones entre la construcción de la memoria y la constitución del patrimonio en torno al fútbol colombiano. Para esto se toman dos elementos que permiten desarrollar dicha relación: en la primera parte del texto la reflexión se realiza en torno al significado de tres hitos del fútbol en Colombia, esto es, el mundial de 1962 en Chile, el mundial de Italia 90 y la Copa América de 2001 realizada en Colombia. Allí, se conectan los diferentes significados a partir de la lucha generacional por la definición de la memoria para dar una idea del fútbol como patrimonio cultural. Por otro lado, en la segunda parte, la reflexión se orienta hacia la crítica en la forma tradicional de reconstruir la historia del fútbol y que define una particular construcción del patrimonio y la memoria. El tratamiento de las fuentes históricas, por tanto, constituye el centro de este análisis.
La memoria generacional en el fútbol
¿Cómo se construye la memoria a través del deporte? ¿Cuáles son los mecanismos que permiten que ciertos eventos, deportistas y actos sean recordados? ¿De qué forma se ha realizado la historia del deporte, y qué implicaciones tiene esto en la constitución de memorias oficiales, recuerdos artificiales que excluyen otras acciones subalternas y a los sujetos que las realizan?
El fútbol, como cualquier otra práctica social, se constituye en objeto de representaciones. Imágenes que se transmiten generacionalmente y que hacen parte del complejo entramado de la memoria colectiva, que no es una sola así la modernidad haya querido construir la realidad sobre la mítica idea de unidad. Se podría hablar, entonces, de memorias o de tratamientos de la memoria para dar cuenta de los múltiples elementos que inciden sobre la constitución de los recuerdos colectivos. Así las cosas, ¿Qué elementos de la realidad se recuerdan, ¿Cómo se recuerdan y cuáles no se recuerdan? ¿Cómo se constituye el fútbol en elemento de la memoria colectiva? Será que, si se habla de deporte, ¿Es la emoción un elemento fundamental de dicha representación? Y, si esto es así, ¿Qué pasa con los hechos pasados que ya no suscitan emoción por haberse desarrollado con anterioridad a la difusión de los eventos deportivos por radio y televisión?
En Colombia, en los tiempos actuales, la memoria colectiva del fútbol trasiega por tres diferentes eventos anclados en la piel de tres generaciones sucesivas. Emociones que cada una de ellas recuerda como evento constitutivo de su identidad, y que entran en disputa por la representación de su presente, pues la memoria, el recuerdo, solo tiene sentido si se puede activar de manera pública y en tiempo real para cada sujeto. El presente, pues, es objeto de representación para cada generación, en lo cual incide el tipo de emoción, la forma en que ella se transmite a través del discurso o la práctica, y los eventos contextuales que la abarcan. Así las cosas, ¿cuál es la representación en el presente sobre el fútbol colombiano? Fácilmente, quien escribe estas letras, podría decir que la imagen dominante es el gol de Freddy Rincón frente a la Selección Alemana en el mundial de Italia 90; pero para otra persona, con un poco más de años, podría ser el empate frente a la Unión Soviética en el mundial de 1962, y sin embargo, de la misma forma, un joven de 20 años también podría indicar que ninguno de los eventos anteriores conforman aquel presente, sino que él se constituye a partir del triunfo en el campeonato de la Copa América en 2001.
Como afirma Julio Aróstegui (2004) el presente es construido de acuerdo con una temporalidad específica, una temporalidad que es la construcción personal de la experiencia en el tiempo y en donde el sujeto trata de definir límites al concebir su vida como un todo, lo que quiere decir, que para el caso del fútbol cada generación se concibe a sí misma, concibe su presente de forma unitaria independientemente de las otras generaciones. ¿Cuál de los siguientes goles, el de Coll, Rincón o Córdoba1 , es más importante en la historia del fútbol colombiano? La historia del fútbol tendrá un color diferente si quien la escribe vivió en el contexto del Frente Nacional, del narcotráfico o del llamado terrorismo global. Si se trata del primer caso, quien escribe la historia del fútbol seguramente privilegiará en su relato la hazaña de 1962, mientras que si se trata del último caso probablemente dejará a la Selección de Adolfo Pedernera por fuera del presente histórico, pues la historia del presente se escribe en la medida en que los hechos del pasado posean algún tipo de significado para el sujeto que escribe, o para la sociedad que trata de recordar aquel pasado y comunicarlo. Si esto no es así, el pasado deja de ser tal y se constituye como hechos de otro tiempo, posibles patrimonios olvidados, relegados, subvertidos.
Ahora bien, ¿Existe la posibilidad de que estos recuerdos se constituyan en patrimonio, y en tal caso, ¿Cuáles son los mecanismos que permiten que esto sea así? Los patrimonios, al igual que la memoria, se insertan en un complejo conglomerado de diferentes visiones del mundo que disputan entre si su legitimidad dentro de lo que se puede definir como una comunidad política. Así, los patrimonios pueden ser hegemónicos o subalternos, centralizados o periféricos (si se trata de una idea urbanística), perennes o temporales (dependen de una coyuntura para recordarse y constituirse), y finalmente, retomando la metáfora de Zygmunt Bauman (2002) sobre la modernidad, los patrimonios pueden ser sólidos o líquidos.
Formas de hacer historia: la cuestión de las fuentes en la construcción del patrimonio cultural en torno al fútbol
Esta forma de construir el presente, definida por la disputa entre generaciones, y en la cual es cada vez menos importante y significativo el mundial de 1962, está inmersa en la forma sistemática de hacer historia sobre el fútbol colombiano. Esta historia, cuyo centro de creación se encuentra en el periodismo deportivo (el saber histórico colombiano, salvo algunas excepciones, no se ha encargado del asunto) construye una memoria parcializada, un presente estrecho que no ha sido cuestionado por las ciencias sociales en Colombia. La posible causa de todo esto se encuentra en un elemento fundamental: la cuestión de la escogencia y disponibilidad de las fuentes.
La lucha por la definición de la memoria, siguiendo a Elizabeth Jelin (2002), y retomando a Aróstegui, no se define únicamente en el contexto de las luchas intergeneracionales por la definición del presente, sino también en una disputa que involucra la condición de clase, tanto desde el punto de vista simbólico, para recordar a Bourdieu, como desde el punto de vista político en el sentido de Marx, y que definen el tipo de fuentes que el historiador puede tener a la mano para el análisis del pasado en la reconstrucción de la memoria.
Para Jelin, las memorias oficiales son hegemónicas gracias al acto que privilegia, desde una posición de poder, cierto tipo de narrativas en el espacio público, tales como fechas generalizadas de un evento heroico nacional que son visibilizadas con prioridad frente a otras fechas, por ejemplo, que puedan tener un significado de tipo local. Entonces, el espacio público, aquel que se define como el lugar de la discernibilidad (Amoros, 1994), del ser visto y oído por todos en el sentido de la polis, y que permite a todos los sujetos, en condiciones asimétricas, luchar como mínimo por el poder, es ocupado por los registros oficiales, dominantes, impidiendo a los sujetos subalternos comunicar, transmitir e intercambiar narrativas que puedan tener relación con su identidad, sus formas de vida o su concepción acerca del poder. El espacio público es ocupado por la oficialidad al construir una memoria parcializada, definida desde una posición dominante y excluyente del presente que construyen otros sujetos.
De esta forma, el problema de las fuentes no es solamente cuestión de documentos que se pueden encontrar o no; se trata, en todo caso, de un problema de representación del presente, tanto de quien las produce como de quien las consulta. Las fuentes históricas hacen parte de unas políticas de la memoria que privilegian unos hechos sobre otros y que definen las fuentes que pueden ser consultadas por el historiador. Para el caso de la historia del fútbol, los orígenes de este deporte han sido rastreados a través de la prensa escrita, documento histórico por antonomasia, pero contenedor de formas asimétricas de ocupar el espacio público con narrativas específicas. En efecto, en la prensa de los primeros años del siglo XX se narran constantemente los eventos deportivos desarrollados en los clubes sociales (Country Club, Polo Club, América Spot Club) y en los colegios (San Bartolomé de la Merced, Gimnasio Moderno); de hecho, el prado de “La Merced” se constituye como el lugar por excelencia para el juego del fútbol, de la misma forma que el Polo Club se convierte en el epicentro del deporte Bogotano (Ruiz, 2009).
Se observan, entonces, dos formas de ocupar el espacio público. La primera se refiere a la condición de clase de quienes practicaban fútbol, es decir, al significado de este deporte para una élite que buscaba con su práctica elementos de distinción frente a las clases populares, y cuyas narrativas deportivas (eventos, conceptos deportivos, discursos sobre las funciones sociales del deporte) se ofrecían a un público lector conformado por una minoría dentro de una sociedad cuyo sistema de educación era excluyente. Pero, por otro lado, las fuentes encontradas en la prensa no expresan realmente, y de manera única, la condición de clase del fútbol, sino también las formas en que los diferentes sujetos ocupaban el espacio público, ya que la prensa coexistía con otros lugares de representación pública de las subjetividades.
Por supuesto que aquella coexistencia se realizaba de forma subalterna, oculta, invisible. Esos otros lugares de representación pública no fueron narrados por la prensa escrita, como por ejemplo, los juegos de fútbol de los estudiantes salesianos en la segunda década del siglo XX, y que solamente unas pocas narrativas han permitido recuperarlos del oprobio de la memoria2. La existencia de fuentes diferentes a las dominantes demuestra nuevamente una “política de la memoria” en doble sentido, por una lado la fragmentación de una narrativa del fútbol que se diferencia por sectores de clase, y por el otro, el favorecimiento de un tipo específico de fuentes por parte de quienes han intentado reconstruir la historia del fútbol (y en general el deporte colombiano), formando una imagen parcializada de la memoria y construyendo un patrimonio cuyos significados se forman en sectores hegemónicos, ocultando que el fútbol no solamente tiene su origen en las élites de las ciudades sino que también corresponde a sectores populares, incluso con anterioridad al periodo que el periodismo deportivo ha definido como “la popularización del fútbol en Colombia” y que comienza con los gobiernos liberales de la década de 1930.
El fútbol como patrimonio cultural goza de una gran ambigüedad. Las circunstancias que lo constituyen se insertan en la compleja imbricación de los significados generacionales, fijándose de una manera particular según los hitos que muestre el desarrollo histórico del fútbol y la forma en que ellos sean apropiados por cada una de las generaciones. El patrimonio se define en medio de una disputa por la legitimidad de las narrativas, favorecidas unas más que otras por la acción de los medios de comunicación, pero también por las diferentes formas en que se ha hecho, se hace y se está haciendo la historia del fútbol. Parece necesario fomentar un giro en la historiografía del fútbol donde no solamente se recuperen los patrimonios olvidados durante más o menos 100 años, sino también las narrativas recientes que comienzan a desaparecer y que deben ser recuperadas por las ciencias sociales, pues de lo contrario podría suceder que las vivencias colombianas del mundial de Chile 62 sufrieran la misma suerte que el fútbol popular de los salesianos: no constituirse como patrimonio.
Notas
1. Son los goles de los tres hitos del fútbol colombiano: 1962 en el mundial de Chile, 1990 en el mundial de Italia, y 2001 en la final de la Copa América.
2. En el Archivo Histórico Salesiano reposan varios documentos, entre ellos algunas fuentes fotográficas que demuestran la existencia de estas prácticas subalternas.