Introducción
La actual etnia muisca en Colombia no conforma una sola unidad y se pueden reconocer dos tipos de grupos y autoridades: las parcialidades oficiales, formadas por cabildos y resguardos con sus respectivos gobernadores, y un movimiento alternativo denominado la Nación Muisca Chibcha. Esta organización liderada por las autoridades religiosas o chyquys busca la adscripción constante de nuevos miembros por vía del auto-reconocimiento.
Para alcanzar su fin, este movimiento ha fomentado una serie de “prácticas mágico-religiosas” que apelan a la tradición oral de los abuelos, al intuito o inventiva, llegando hasta las tradiciones de otras etnias indígenas colombianas y latinoamericanas. Pero también se ha conformado una nueva “narrativa” que pretende, por un lado, revisar la historia y comprender las formas de resistencia y perdurabilidad de lo muisca en la modernidad y, por otro, permitir una renovada cosmovisión a partir de una historia narrada por los abuelos en cada círculo de palabra o reunión que parte de volver a interpretar los mitos de origen y unir estos episodios ancestrales con las experiencias personales de quienes son considerados hoy sabedores e, incluso, guardianes de la memoria muisca.
En este ensayo se indagará en la manera como esa “nueva narrativa” y “ritualidad” muisca permiten interpretar, transmitir, re-inventar y mantener la memoria social de este movimiento en los procesos actuales de construcción de la identidad indígena en medio del contexto cultural y político de la vida moderna en la ciudad. Como primer elemento se abordará uno de los principales componentes que conforman esa nueva narrativa y cosmovisión, la cual es la re-significación del territorio de Bacatá (Bogotá) a partir de su fundación indígena mediante su ubicación en lo que se llama actualmente la Rueda de la Medicina Muisca.
En segunda medida revisaremos la forma como la imagen del indio sabio, sanador y ecológico conforman un imaginario o conjunto de representaciones que permite la identificación del occidental latinoamericano con unas raíces indígenas. Este ejercicio de identificación es el que permite comprender la forma como la Nación Muisca Chibcha pretende vivir un proceso de reetnización a partir de la convocatoria e integración de miembros que han decido auto-reconocerse como descendientes de pueblos ancestrales.
Bacatá y la Rueda de la Medicina
La re-significación del territorio no sólo implica revisar y renovar los sentidos “ancestrales” de las fronteras, recursos y referentes de una región geográfica. También comprende la manera como los movimientos étnicos están proponiendo alternativas de referentes culturales para la autoconstrucción de la identidad de los sujetos sociales, las formas de integrar al cuerpo (persona) con el espacio vital (territorio), las nuevas versiones de la historia pre-colombina y la etnohistoria y los mecanismos de representación de la imagen del “indio” en la actual sociedad moderna latinoamericana. Detengámonos en el siguiente fragmento de mi diario de campo1:
“Son las cinco de la tarde de un viernes cualquiera en Bogotá. Algunas personas llegaron al aula ambiental de Santamaría del Lago para participar en una de las actividades de los talleres de re-significación del territorio bogotano dictados por la Nación Muisca Chibcha, en convenio con la Secretaría de Ambiente.
Entre los asistentes se destacan algunos por su vestuario y accesorios. Uno de ellos, el abuelo Cuchavira (arco iris-alegría) viste totalmente de blanco; en su cuello cuelgan varios collares o cuentas, de las cuales sobresale una trenza de colores rojo, amarillo y naranja, colores identificatorios de la Nación Muisca Chibcha, la cual sólo puede ser portada por los chyquys (sacerdotes). El abuelo rapea un tabaco y lo gira constantemente en dirección de las manecillas del reloj, desde su punto de vista. A la vez mambea coca y, en silencio y muy reflexivo, se dirige al lado norte del humedal. Los asistentes al evento lo siguen.
Luego el abuelo Cuchavira toma su maraca y comienza a dirigir el saludo a los Cuatro Vientos, pues el “poniente” u ocaso es la hora perfecta para hacerlo. Algunos miembros del grupo también han tomado sus maracas, sonajeros, tambores, ocarinas y armónicas. Cada persona se ubica mirando al norte y el abuelo canta, mientras algunos, quienes han aprendido algo de muyscubum ceremonial, acompañan seguros o susurrando: “ata fihizca, naque Hizca, chogua chogua… fihizca hizca, ye” (gran espíritu, poder de la Tierra, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu de la Tierra). Los cantores miran luego hacia el oriente y entonan: “ata fihizca, naque Fiva, chogua chogua… fihizca fiva, ye” (gran espíritu, poder del Viento, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Viento). Continúan girando hacia el sur y cantan: “ata fihizca, naque Fo Gata, chogua chogua… fihizca Fo Gata, ye” (gran espíritu, poder del Fuego, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Fuego). Ahora se ubican mirando al occidente: “ata fihizca, naque Sie, chogua chogua… fihizca Sie, ye” (gran espíritu, poder del Agua, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Agua).
Completado nuevamente el círculo, después de haber girado con las manecillas del reloj, ahora se canta mirando hacia el cielo: “ata fihizca, naque Guacu yeca, chogua chogua… fihizca Guacu yeca, ye” (gran espíritu, poder del Cielo de lo Alto, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Cielo de lo Alto). Luego se agachan y dirigen su mirada e instrumentos al suelo: “ata fihizca, naque Sua Tomsa, chogua chogua… fihizca Sua Tomsa, ye” (gran espíritu, poder del Corazón del Centro de la Tierra, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Corazón del Centro de la Tierra). Para terminar el saludo, cada participante se pone de pie y coloca sus manos sobre el lado izquierdo del pecho: “ata fihizca, naque Cubni Uni, chogua chogua… fihizca Cubni Uni, ye” (gran espíritu, poder del Corazón de Oro, que es bueno, muy bueno… camino del espíritu del Corazón de Oro). Con expresión de mucha alegría, los cantantes alzan sus brazos y gritan: ¡Ey ey!”.
Los Cuatro Vientos no sólo hacen referencia a cuatro puntos cardinales. Representan los espíritus tutelares con los que el “Padre” y la “Madre” ordenaron el territorio. Ubicado en el centro, a manera de un eje, la “persona” o “gente”, es decir el “muysca”, se conecta mediante su “Corazón de Oro” con estos puntos y con dos más: con el de los espíritus ancestrales del cielo y el cosmos (Guacu yeca) y con los del centro de la tierra (Sua tomsa). De esta manera propongo el siguiente diagrama para representar la Rueda de la Medicina Muisca a partir de los elementos nombrados anteriormente:
Como primer paso para entender el porqué de esa Rueda de la Medicina hay que revisar los que los chyquys actuales consideran su Ley de Origen. Estas se dividen en cuatro puntos y, mediante una re-significación y renovación de sus mitos de origen, narran la forma como fue creado el mundo y lo que los creadores dejaron como ordenanzas en su territorio. Por ahora vale decir que los chyquys y miembros de la Nación Muisca Chibcha no parten de Chiminigagua como el inicio de su mito cosmogónico como lo habían recopilado los cronistas. Algunos etnohistoriadores de principio de siglo XX ya se habían preguntado por el origen de este dios tutelar, pues en el muyscubum (nombre de la lengua muisca) la terminación gua significa hijo (Triana, 1984). Entonces, ¿de quién es hijo Chiminigagua?
Partiendo de lo que los abuelos me han contado como su primera ley de origen, cuentan que al principio la Madre, Bagué, se recostó y su cabeza quedó al norte. De ahí que este punto represente el espíritu de la Tierra, Hizca. El Primer Padre, Chi Paba, sale del este, del espíritu del viento, Fiva. El Padre y la Madre se juntan en el centro y se rozan, provocando así un sonido de origen, de serpiente: SSSSSSSSSSSSSSSS. De ese roce surge el espíritu de Sie, Agua, y de Gata, el Fuego. Con esta unión nace Chiminigagua, luz de la luz, el Primer Hijo2.
Como arquetipo del origen cósmico, Chiminigagua, Xue, Chi Paba, representan los espíritus tutelares de lo alto, de Guacu Yeca, acompañados de Chía, Huitaca y las demás fuerzas cósmicas femeninas. En el Corazón del Centro de la Tierra, Sua Tomsa, viven otros espíritus que sostienen y protegen los territorios, como el héroe Chibchacum. Constantemente los abuelos recalcan en los diferentes círculos de palabra o ceremonias de reunión de la comunidad que el muisca cuando deja el plano físico (muere) va a acompañar a sus ancestros debajo de la tierra. Sólo quienes su espíritu ha “caminado” bastante y “aprendido lo que tienen que aprender” podrán llegar a ser parte del cosmos, de las estrellas, como el gran héroe civilizador Chi Paba Bochica, Nemterequeteba, Sadigua o el que va y viene.
Este renovado mito de origen da cuenta de cómo los cuatro puntos cardinales conforman una rueda sagrada, con sus espíritus tutelares, que protegen el territorio con su fuerza y nos permiten interpretarlo, mediante una renovada visión ancestral, como un lugar que debe mantener el equilibrio entre hizca, fiva, gata y sie para armonizar el espíritu de las personas, de las comunidades, de la naturaleza y demás componentes de lo que los abuelos denominan el espacio vital.
Si tomamos a Bogotá, Bacatá, como centro, su territorio se puede interpretar desde la Rueda de la Medicina. La comunidad muisca actualmente tiene como una de sus prácticas y actividades para trabajar en la re-significación del territorio el rescate de las sunas o caminos sagrados. Estos son caminatas o ceremoniales que algunos antropólogos han definido como “de pisar la tierra”. Recorrer el territorio también es una práctica recurrente de los grupos étnicos actuales para rescatar su memoria, pues la memoria es el territorio. Joane Rappaport (2005), en sus estudios de etnicidad en el resguardo de Cumbal, hace énfasis en que uno de los métodos de recuperación de la memoria y de re-significación de la historia ancestral en el Cauca es recorrer los territorios, reelaborar sus fronteras y la reinvención de nuevos rituales que inscriben la relación de la memoria y el territorio en un juego donde no importa tanto la verificación de los hechos a partir de las fuentes, sino el despertar de una conciencia mágica que une a los vivos con sus ancestros, donde estos últimos tienen el legado que debe ser rescatado o recuperado.
“(…) la recuperación de la historia no es tanto la recuperación de la letra del pasado histórico sino la reincorporación del espíritu de los antepasados en el contexto del presente” (Rappaport, 2005: 31).
En sus conversatorios habituales, los chyquys han resaltado la importancia de recorrer las sunas no sólo para que la comunidad vuelva a ser consciente de su territorio geográfico, sino de que los caminos sagrados deparan y enseñan conocimientos según su ubicación en la Rueda de la Medicina. De esta manera, a grosso modo, hacia el norte de Bacatá se encuentran sunas como la de Iguaque o Fúquene, territorios sagrados que dan cuenta el origen de la Nación Muisca Chibcha. Ir a Iguaque, por ejemplo, es encontrarse con la Madre Bachué, otro arquetipo de esa imagen de fuerza femenina ancestral que simboliza la tierra (hizca), el origen, la siembra y la cosecha. Estas sunas tienen la fuerza sanadora de La Madre y se recorren para emprender nuevos proyectos, reconciliarse con la familia, recuperar la ternura de la mujer y demás propósitos relacionados con esta figura maternal. La sunas de oriente o del viento (fiva) se recorren para renovarse, depurar características de la personalidad y resolver situaciones problemáticas. Los cerros orientales con sus humedales de ladera, cuevas y otros elementos conforman el conjunto de este territorio sagrado, donde los vientos de la sabana se encuentran y con su soplido procuran limpiarla. Las sunas del sur son para encontrar la fuerza del fuego (gata). Son caminos cuyas ceremonias buscan sembrar la semilla del guerrero y adquirir poder de decisión y éxito en las empresas que comiencen quienes las recorren. Las sunas del sur nos permiten el encuentro con el Salto del Tequendama, la Laguna de los Tunjos, el Páramo de Sumapaz y otras fuentes sagradas de agua (sie). Al igual que con este elemento, en estos recorridos se busca la limpieza del espíritu y trabajar de manera que nuestros proyectos fluyan, que nuestros caracteres se suavicen y nunca nos detengamos en nuestro caminar, afirman los abuelos.
Re-significar este territorio, entonces, es volverlo a recorrer bajo una mirada ancestral con la cual comprende, quien decida recorrer las sunas, que Bacatá se fundó, según la versión de los chyquys actuales, según la Rueda Sagrada de la Medicina. Esto implica que cada muisca (gente) desde su corazón de oro (Cubni Uni) puede conectarse con los Cuatro Vientos, con el cosmos y el centro de la tierra para armonizar el territorio, protegerlo física y espiritualmente y, de paso, aprenderse a curar a sí miso y a los demás. Esto último conforma la base de la medicina muisca. De ahí que la “curación” y la “sanación” sean aspectos centrales en la representación de la imagen del indio actual en la vida moderna de las ciudades, así como en la re-significación del muisca y su proceso de re-etnización.
Sanar y curar: convocatoria y captura
Eugenia Villa (1997) en sus estudios sobre las expresiones de la religiosidad popular afirma que en ciertos sectores de las poblaciones actuales la práctica religiosa deviene en la puesta en escena de repertorios que se separan de aquellos de las iglesias oficiales dominantes (católica, cristiana, evangélica en el caso latinoamericano) y alimentan el ejercicio de la fe y la espiritualidad en ejercicios que apelan a la magia, el paroxismo y el sincretismo. Su tesis central es que las ciudades y la vida moderna se caracterizan por una manifestación permanente de la “angustia humana” por causa de los sistemas socio económicos actuales que ponen en evidencia la preocupación por el desempleo, el costo de vida, el capital material, entre otros fenómenos por parte de cualquier ciudadano, sobretodo aquellos que pertenecen a las llamadas clases populares.
Esta situación nos lleva a entender por qué la religiosidad o la espiritualidad popular combina elementos católicos y cristianos con prácticas consideradas místicas, esotéricas, supersticiosas y/o mágicas. Este fenómeno se hace visible en las expresiones emotivas por parte de fieles tanto en la iglesia del 20 de Julio, las peregrinaciones a Monserrate y, por supuesto, en espacios rituales con carga ancestral indígena en la ciudad. De ahí que lo expuesto por Villa vaya de la mano con la tesis central que Lowie (1983) tiene sobre el fenómeno religioso: el principal componente de la práctica religiosa es la expresión emotiva, sin ello no hay religión. Con estas dos bases (la angustia humana y la necesidad de poner en escena las emociones) es evidente que a los ojos occidentales la imagen del indio causa cierta fascinación. El tabaco, el yagé, las limpias y curaciones naturales hacen parte de una serie de métodos alternativos que permiten la canalización del componente espiritual del humano del siglo XXI.
Si la angustia es una de las razones que movilizan la búsqueda, adscripción y práctica de lo religioso, esta dinámica también se enmarca en los procesos de rescate, transmisión, interpretación en inventiva de la memoria, según lo propuesto por Jöel Candau (2006: 56), quien afirma que la memoria está atravesada por el desorden de la pasión, de las emociones y de los afectos. Cuando tomamos la emoción como eje de la práctica espiritual y de la memoria, esta última ya no puede ser entendida como simple ejercicio de recordación, sino de complejos mecanismos de identificación donde el pasado deja de ser una categoría histórica (hablando de la disciplina de la Historia), y se vuelve más bien un elemento relevante en las narrativas producidas por sujetos autorreflexivos, en el término de Anthony Giddens (1997).
En mis diferentes observaciones de campo en varios círculos de palabra o reuniones periódicas de la comunidad muisca me encontré con una amplia asistencia de jóvenes de edad universitaria que conformaban la mayoría de los asistentes. Desde la entrada misma a la maloka ubicada en el Jardín Botánico, donde la Nación Muisca Chibcha se reúne cada semana, se puede notar el ambiente de contemplación, misticismo y búsqueda de sanación por parte de los asistentes.
Por lo general uno de los chyquys, el de Engativá, dirige la ceremonia. Con un tabaco encendido y mambeando coca, el abuelo da la bienvenida y casi siempre, en la medida que note la presencia de personas nuevas, solicita que los asistentes se presenten y digan ante el círculo el motivo de su llegada a la maloka. En miembros antiguos o que ya se hayan incorporado a la comunidad en sus constantes actividades es usual escuchar palabras de agradecimiento al Padre y a la Madre, así como verlos rapear tabaco, mambear, chupar ambil, usar pipetas de guadua y usar algún sonajero, maraca o tambor. Entre los nuevos visitantes prima su intención de “sanarse” o “curarse”. “Vengo a curarme”, es una frase típica en estos momentos de la reunión, al igual que “vengo a conocer” o a “descubrir mis raíces”. La intención de sanación, entonces, viene acompañada de un proceso posible de ser vivido por cualquier visitante, de querer hacerlo, de ser parte de un colectivo que cuenta con una serie de referentes identificatorios comunes, un conjunto de performances rituales que permiten el desahogo y la expresión emotiva y, de paso, la constante búsqueda del “quiénes somos”, característica de la complejidad de cualquier ser humano.
En los momentos de finalización de los conversatorios también se hace notorio el acercamiento a los abuelos y chyquys para consultar algún problema, comentar alguna experiencia de tipo espiritual e, incluso, solicitar un próximo encuentro para hacer una “limpia”. Limpiarse, curarse y sanarse para armonizarse a sí mismo y a su entorno vital es el eje central de la convocatoria y motivación para permitir y ampliar la membresía a este grupo social. Cualquier danza, cántico, palabra, ejercicio o repertorio performático en estas reuniones tiene como finalidad “dar medicina”. De ahí que los chyquys repitan constantemente a la comunidad que ser muisca es sanarse a sí mismo, a los demás y al territorio.
¿A dónde vamos?
La Rueda de la Medicina no sólo conforma un modelo para entender el orden de los territorios a partir de los Cuatro Vientos, sino además otro que permite comprender la forma cómo el muisca toma las diferentes energías y potencias espirituales de la tierra y el cosmos para curar, pues este acto implica tanto potencializar la fuerza personal, como fortalecer el equilibrio energético que debe primar en cada territorio ambiental. Esto nos lleva a recordar que los pueblos indígenas han estado relacionados históricamente con procesos ecológicos (Ulloa, 2004). Por eso la crisis ambiental del planeta, así como los cambios de paradigmas en la relación de la cultura con la naturaleza hacen parte de un contexto actual pertinente para el rescate y proyección de la imagen del nativo ecológico (Ulloa, 2004).
El individuo se ubica en el centro de la rueda y con su espíritu y corazón de oro se une a los Cuatro Vientos para canalizar la medicina que, por supuesto, desde la visión ancestral, no escinde lo físico, lo mental y lo espiritual. El sólo paso de la totuma de chicha en los círculos de palabra es un ejemplo claro de ello: se rota constantemente en la dirección de las manecillas del reloj y para ofrecerla y recibirla se pronuncia el vocablo Uasa sa que para la comunidad significa “te entrego mi tierra fértil para que la tuya sea fértil” acompañándose, entre conocedores o sabedores, de un performance gestual que ubica la totuma primero en la frente, luego en el corazón y finaliza en la boca de quien la tiene, pues toda la fuerza espiritual que se entrega o se recibe pasa en el orden del pensamiento, el corazón y la palabra. El acto de dar medicina implica, según esta segunda fórmula, pensar en la intención, desearla con fuerza y hacerla acto mediante la palabra y/o, en las prácticas médicas de los abuelos mayores, las herramientas sanadoras que se apliquen en un momento determinado.
Pero teniendo en cuenta los procesos mediante los cuales los nuevos miembros se unen a la Nación Muisca Chibcha, a partir de la identificación y la emotividad de los nuevos rituales, es claro que el “auto-reconocimiento” es la base de los procesos étnicos actuales y que el repertorio de rituales, herramientas sagradas, vestiduras, cánticos y danzas conforman para este grupo un patrimonio que, aunque hace parte de tradiciones inventadas y de una comunidad que se imagina a sí misma (Rappaport,2005), no deja de ser fundamental para los procesos identificatorios de un colectivo que pretende recordarnos de dónde venimos y hacia dónde debemos apuntar, desde una visión ancestral de este territorio de Bacatá.
Notas
1.Datos tomados de mi trabajo de campo en desarrollo de la investigación de de grado.
2. Este mito de origen, que conforma parte de esa “nueva narrativa” y “cosmovisión” muisca, lo he tomado de mis anotaciones en campo y corrobora su versión con los chyquys de mayor rango de este grupo.
Referencias
-
- Candau, Joël.
(2006). Antropología de la memoria. Buenos Aires. Nueva Visión
- Candau, Joël.
-
- Lowie, Robert H.
(1983). Religiones primitivas. Madrid. Alianza.
- Lowie, Robert H.
-
- Rappapport, Joanne.
(2005). Cumbe Reborn: an andean ethnography of history. Chicago. University of Chicago
- Rappapport, Joanne.
-
- Triana, Miguel.
(1984). La civilización Chibcha. Bogotá. Biblioteca Banco Popular.
- Triana, Miguel.
-
- Ulloa, Astrid.
(2004). La construcción del nativo ecológico. Bogotá. ICANH.
- Ulloa, Astrid.
-
- Villa, Eugenia.
(1997). Magia y religión en la religiosidad popular urbana. En: Barabas, Alicia, Mornones, José, Pereira Forero, Germán (compiladores). Religión y etnicidad en América Latina, 146-167. Bogotá. Universidad de los Andes.
- Villa, Eugenia.