En “tiempos de la pandemia” -expresión que recuerda la famosa obra del difunto García Márquez titulada “El amor en los tiempos del cólera”-, quizá sea un presagio de lo que será por muchos años una nueva categoría universal para la historia, a la que todo o casi todo se le puede achacar, también esa sería la justificación para decir que esta edición del boletín, luego de 10 años de impulsar la publicación de los 16 números anteriores, ha sido una empresa difícil de materializar.
Al contrario de nuestra expectativa de atraer muchas voces de manera casi que automática, la reacción fue otra. Si bien recibimos una respuesta positiva al inicio, siguió un proceso largo de contactos para consolidar lo que este número ofrece: un repertorio diverso -y por ello, muy enriquecedor- de perspectivas sobre un tópico que nos deja claro que, si bien son muchos los que podrían o querrían hablar, no todos están dispuestos a hacerlo porque el tema, como en el caso del “cólera” o de la “pandemia”, están signados por la muerte.
El caso de la coca -como resulta evidente en este boletín-, deja explícita una reflexión profunda sobre la naturaleza del concepto de patrimonio. Que en últimas debe considerarse como “adjetivo” y no como “sustantivo”, en la medida que, a pesar del activismo de sus productores y gestores, resulta un atributo que se negocia, una transacción motivada y dirigida a capitalizar símbolos más que una esencia propia del estado salvaje de lugares, objetos y prácticas.
Así, luego de revisar las contribuciones del número, la pregunta no debería ser si la coca es o no patrimonio, invitando a sumergirse en las profundidades de su esencia para encontrar una llama de identidad y de memoria que arde secreta en su interior. La condición de patrimonio no es algo que preexista y por lo tanto que pueda ser descubierta bajo las capas infinitas del tiempo, sino por el contrario algo que se construye en el concierto social. Entonces la pregunta debería desplazarse a si el Estado colombiano declararía la coca como un activo patrimonial, y en este momento, la respuesta claramente es no.
Para entender esto podemos traer unas palabras del libro “El vértigo horizontal” de Juan Villoro al referirse a los modos en los que México y los mexicanos celebran su “nacionalismo”. El autor nos dice que en su país “lo que fracasa como ideología, triunfa como nostalgia” y esa idea demoledora puede aplicarse, a toda América Latina y en específico a Colombia. Para el caso de la coca, sólo hasta que el Estado asuma el fracaso de sus políticas frente a las drogas y sólo hasta que los grupos que conforman su Nación puedan expresar, contrastar y decidir su significado, será posible un debate abierto sobre su carga patrimonial. Esperemos que esto resulte no sólo como un ejercicio de nostalgia conmemorativa por la desafortunada mezcla de dinero, muerte y corrupción que bulle del narcotráfico, sino como un diálogo en el presente del fracaso de una ideología.
Así, antes de ambientar un diálogo entre las diferentes contribuciones, queremos hacer un reconocimiento a Catalina Gil Pinzón y a David Restrepo Diaz por la conceptualización y la gestión de este número del Boletín, sin ellos hubiera sido imposible su materialización. A Jorge Panchoaga por autorizar el uso de sus fotografías para ilustrar este número y a Esther Sánchez por sus gestiones para contactar a posibles autores. Agradecer también a todos los autores quienes, con conocimiento de causa, han compartido sus puntos de vista bien sea como artículos, respondiendo nuestras preguntas, o colaborando con sus recetas a base de coca, arista esta última que matiza bien las múltiples perspectivas que el debate sobre la coca conlleva.
En este orden de ideas, el Boletín OPCA 17 comienza con una nota editorial preparada por la profesora Lina Britto del Departamento de Historia de la Universidad de Northwestern, autora del libro Marijuana Boom: The Rise and Fall of Colombia’s First Drug Paradise (2020), quien desde su mirada como historiadora y luego de revisar los materiales que conforman el número, señala sin titubeos que el tema de la coca nos confronta con “… uno de los desafíos más cruciales que la Colombia del siglo XXI debe enfrentar como democracia
[…] entendida ésta como un acuerdo político para la pluralidad y la protección de la increíble diversidad de mundos de sentido y saberes que conforman el tejido social y el entramado histórico de la nación”.
Las voces académicas de larga trayectoria que conforman este número están representadas por los trabajos: “Sobre la coca y la cocaína” de Wade Davis, catedrático de culturas y ecosistemas en riesgo y profesor de antropología de la Universidad de British Columbia, e “Interculturalidad y replanteamiento del uso de la hoja de coca” de María Clemencia Ramírez, exdirectora e Investigadora Honoraria del Instituto Colombiano de Antropología e Historia – ICANH.
Adicionalmente conforman este número los textos: “La Coca, patrimonio de los pueblos. El usurpador eres tú” del administrador público, especializado en derecho constitucional, y cofundador de la empresa Coca Nasa, David Curtidor Argüello; por el texto “Los usos ancestrales de la hoja de coca como patrimonio cultural inmaterial de Colombia: un reconocimiento pendiente” de la abogada Paula Aguirre Ospina y el antropólogo David Ramírez Ramón. Y la revisión titulada “Los hijos de la coca” que hace el estudiante de psicología Sebastián Iguarán.
Este panorama se contrasta y enriquece con las respuestas a un cuestionario que diseñamos para este número del boletín, y que con generosidad algunos de los actores más representativos del tema accedieron a responder desde ángulos, posiciones y retóricas muy singulares. Agradecemos a la Teniente Coronel Liz Wendy Cuadros Veloza del Centro Internacional de Estudios Estratégicos contra el Narcotráfico, al ex senador Juan Manuel Galán, a la gestora social Lissette Dayana Caicedo Ortiz y a la etnobióloga Dora Lucila Troyano Sanchez.
Como nota final, y para señalar otra de las dimensiones de la coca, una mucho más dulce sin lugar a dudas, incluimos las creaciones de dos chefs, cada uno a su manera trabaja con la hoja de coca como base de sus preparaciones. Cristina Jaramillo Santacoloma comparte los “Brownies de Lerma con harina de coca” y Cristian Alberto Trochez Mosquera el “Bombón de coca, un bocado hacia la paz de Colombia”.
Entonces, sin tener un augurio claro sobre lo que viene a futuro, pero en medio de la reactivación de la fumigación con glifosato, marchas y represiones, programas truncados de resiembra, el no cumplimiento de acuerdos y pactos, y en particular del intenso y deshonroso espiral de asesinatos de líderes sociales a lo largo y ancho del país, este número espera contribuir a visibilizar realidades complejas como la de la coca como recurso y bien cultural en tensión con la producción y distribución ilegal de la cocaína. Con pandemia o sin ella, este es un asunto que nos toca a todos.